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Lo que no cuenta Macron cuando ataca el islamo-izquierdismo 'woke'
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Lo que no cuenta Macron cuando ataca el islamo-izquierdismo 'woke'

El presidente francés ha emprendido una campaña contra las ideas progresistas importadas de Francia que esconde su verdadero origen

Foto: Michel Foucault.
Michel Foucault.
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No es infrecuente que el presidente francés, Emmanuel Macron, aborde sofisticados debates filosóficos. Últimamente, ha emprendido una campaña contra lo que varios miembros de su Gobierno llaman 'islamo-izquierdismo', una supuesta alianza entre intelectuales de izquierdas y radicales islámicos que alienta lo que Macron llama “separatismo”, la creación de espacios dentro de la República que se rigen por normas culturales, políticas y legales distintas de las del resto de la nación.

Lo llamativo es que, hace solo unos días, Macron vinculara esta lucha contra el fanatismo islámico y sus supuestos aliados izquierdistas con “determinadas teorías de las ciencias sociales dijo enteramente importadas de Estados Unidos”. Lo que allí se llama 'woke' y podemos definir como una mezcla de teoría racial, de género y poscolonial, socialismo económico, la creación de 'espacios seguros' donde sus organizadores puedan tener la certidumbre de que nadie les ofenderá y el boicot en redes sociales a quienes mantengan opiniones consideradas machistas, fascistas o racistas. “Hay que librar una batalla contra el Matrix intelectual de las universidades estadounidenses”, dijo su ministra de Educación, Frédérique Vidal.

Es sorprendente que un Gobierno supuestamente liberal como el de Macron considere que le concierne entrar en esta clase de debates. Sin duda, muchos intelectuales de izquierdas son incapaces de asumir el verdadero significado del islamismo radical y la cultura 'woke' está equivocada en muchísimos aspectos. Pero, además de que cuesta ver la conexión entre ambas cosas, el mero debate sobre la 'importación' de esta nueva oleada izquierdista no tiene ningún sentido: todas las ideas que ahora identificamos con la juventud universitaria estadounidense tienen su origen en Europa en general y en Francia en particular.

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Una parte importante de los filósofos que hace más de 50 años inspiraron a los jóvenes estadounidenses que protagonizaron allí las revueltas de 1968 eran alemanes de la llamada Escuela de Frankfurt, que hacía una crítica integral al pensamiento occidental y asimilaba el liberalismo democrático con el fascismo. Eran autores oscuros pero seductores, como Theodor Adorno o el más exitoso de todos, Herbert Marcuse, que identificaba el autoritarismo con la represión sexual y laboral.

Después de ellos, a partir de mediados de los años setenta, muchas facultades de humanidades estadounidenses se quedaron fascinadas con la deconstrucción. Jacques Derrida, el filósofo francés cuya obra se volvió, de repente, una guía para profesores y estudiantes de literatura nada menos que en Yale, donde fue profesor invitado, también ponía en duda toda la tradición occidental desde Platón y la capacidad misma del lenguaje para nombrar cosas fuera del propio lenguaje: es tradicional que no se entienda una parte notable de lo que dicen los filósofos; lo llamativo es que algunos como Derrida se hagan famosos por ello.

Muchas facultades de humanidades de EEUU quedaron fascinadas con la deconstrucción

Otro pensador famoso fue Michel Foucault, también francés, al que se entendía mucho mejor y que decía cosas mucho más interesantes. Él fue, a juzgar por la definición de Macron, el 'islamo-izquierdista' original: fue un entusiasta de la revolución del ayatolá Jomeini en Irán, adonde acudió en dos ocasiones para escribir varios artículos de prensa que hoy producen cierta vergüenza por su apoyo entusiasta a los islamistas y el rechazo a considerar la cuestión feminista. En sus últimos años, a partir de 1980, Foucault dio clase en varias universidades estadounidenses, donde se convirtió en una estrella que arrastraba grandes masas de estudiantes.

Uno de los primeros grandes teóricos de la descolonización fue el francés Frantz Fanon, impulsado por el apoyo de otro francés, Jean-Paul Sartre, que prologó su libro 'Los condenados de la tierra', que se convertiría en el manual de los luchadores de los países colonizados… y de los estadounidenses que se solidarizaban con ellos. Jacques Lacan, también francés y considerado el gran psicoanalista después de Sigmund Freud, tuvo una inmensa influencia en Estados Unidos: un estudio reciente, titulado 'Lacan in America', destaca que sus teorías, en ocasiones confusas, sobre el yo y la sexualidad influyeron en diversas disciplinas, “desde las matemáticas a los estudios gais/lésbicos”.

Las teorías confusas de Lacan sobre el yo y la sexualidad fueron muy influyentes

La influencia de estos y otros autores fue tal que, en 1997, se publicó en Francia 'Imposturas intelectuales'. El libro analizaba citas de pensadores franceses como los mencionados, pero también de Julia Kristeva, Luce Irigaray y Félix Guattari, todos ellos estudiados en las facultades de Humanidades de Estados Unidos, y desmontaba su pretenciosidad posmoderna. Pero el libro se hizo famoso por otra razón: uno de sus autores, Alan Sokal, harto de la pretenciosidad afrancesada de la academia estadounidense, escribió una parodia utilizando la terminología de estos pensadores y la mandó a una prestigiosa revista académica de pensamiento con el título: 'Transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica'. La revista lo aceptó y lo publicó. Poco después, Sokal contó que era una broma. El libro también se convirtió en un éxito en Estados Unidos.

Francia es un país admirable por muchas razones. Una de ellas es su enorme capacidad de exportar alimentos maravillosos —del Roquefort al Borgoña—, obras de arte prodigiosas —de Balzac a Proust— e ideas filosóficas absurdas —de las de Derrida a las de Lacan—. Macron es bueno argumentando y le sobran herramientas ideológicas para atacar lo que considere atacable de la nueva izquierda; aunque no sé si ese es el trabajo de un Gobierno. En todo caso, oírle decir que esas ideas son “enteramente importadas” de forma artificial es una muestra del nacionalismo más absurdo, según el cual todo lo malo es necesariamente extranjero. Porque en este caso, esas ideas, aunque ahora hayan adoptado nuevos giros, han sido precisamente la línea troncal del pensamiento francés de los últimos 50 años.

No es infrecuente que el presidente francés, Emmanuel Macron, aborde sofisticados debates filosóficos. Últimamente, ha emprendido una campaña contra lo que varios miembros de su Gobierno llaman 'islamo-izquierdismo', una supuesta alianza entre intelectuales de izquierdas y radicales islámicos que alienta lo que Macron llama “separatismo”, la creación de espacios dentro de la República que se rigen por normas culturales, políticas y legales distintas de las del resto de la nación.

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