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¿Por qué hacemos caso a los artistas cuando hablan de política?
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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¿Por qué hacemos caso a los artistas cuando hablan de política?

Aunque no se puede ser un gran actor o director y un especialista en política, seguimos pensando que los creadores tienen una comprensión intuitiva del mundo mejor que los dentistas o los contables

Foto: Pedro Almodóvar y Penélope Cruz, en la ceremonia de entrega de los Premios Goya 2024. (EFE/Chema Moya)
Pedro Almodóvar y Penélope Cruz, en la ceremonia de entrega de los Premios Goya 2024. (EFE/Chema Moya)

A menos que sea usted un fanático del cine, es probable que haya olvidado quién ganó, hace 10 días, el Premio Goya al mejor guion. Pero casi sin duda recuerda que, en la ceremonia, Penélope Cruz y Pedro Almodóvar, entre muchos otros, hablaron de política.

Las opiniones más escuchadas sobre el conflicto entre Israel y Palestina son, ahora mismo, las de gente como Ramoncín o Amparanoia, que un mes después del asesinato de 1.500 israelíes firmaron el Manifiesto de artistas contra la masacre en Gaza y la inacción ante el apartheid y el genocidio en Palestina. En Reino Unido, el manifiesto equivalente lo suscribieron, según decía la nota de prensa, “2.000 cineastas, actores, artistas visuales, dramaturgos, músicos, fotógrafos, poetas, escritores, cómicos, productores, comisarios de exposiciones, DJs, arquitectos y diseñadores británicos”. Es decir, nadie que por su oficio tenga un conocimiento específico de la política.

Y espérese, que en unas semanas son los Oscar en año electoral.

Pero ¿por qué los artistas hablan tanto de política? Estos podrían decir que hacer una película o componer una canción es algo estrechamente vinculado a la política o los problemas sociales, lo cual en muchas ocasiones es cierto. También lo es que los artistas siempre han sentido fascinación por el poder —del que históricamente, en muchas ocasiones, han dependido— y han tenido una notable tendencia al narcisismo. Pero, en general, los artistas hablan de política por las mismas razones por las que lo hace usted. Si está leyendo el periódico, y no digamos ya si tiene pensado dejar un comentario a esta noticia, es que le interesa la política y, probablemente, piense que sus ideas al respecto son valiosas y vale la pena difundirlas. Si tuviera el altavoz del que disponen esos artistas, seguramente también lo utilizaría para propagarlas ante millones de personas. Es algo natural y legítimo.

Nos hemos vuelto adictos a la peligrosa mezcla de fama y política, sea para gozarla o para rabiar

Por eso la pregunta correcta es otra: ¿por qué demonios les hacemos caso? Siendo generosos, podríamos pensar que Penélope Cruz, al pronunciarse sobre los abusos sexuales en el mundo artístico, estaba reflexionando sobre las distinciones entre la presunción de inocencia jurídica y la percepción social de las relaciones abusivas. O que Almodóvar, al pedir que se mantengan las subvenciones al cine porque este luego genera trabajo, estaba aludiendo a la noción económica llamada “multiplicador keynesiano” y el impacto de la inversión pública en el PIB. Pero ellos no estaban hablando de eso. Estaban mostrando un impulso moral, no un conocimiento serio. Aunque todos tengamos opiniones, y es especialmente bueno que las tengamos acerca de la política, nadie sabe mucho de nada a menos que le dedique una cantidad inmensa de horas. No se puede ser un gran actor o director y un especialista en política. Nadie tiene tiempo para dos cosas tan exigentes.

Entonces, ¿les escuchamos porque son guapos y ricos, y sabemos que nuestro cerebro presta más atención a la gente atractiva y exitosa? ¿Porque seguimos pensando que los artistas tienen una comprensión intuitiva del mundo mejor que los dentistas o los contables? ¿Porque, a fin de cuentas, esa es la gente que sale por la tele, y de qué vamos a hablar, si no es de lo que dan en la tele?

Seguramente sea por una mezcla de todas esas razones. Y el resultado es que nos hemos vuelto adictos a la peligrosa mezcla de fama y política, sea para gozarla o para rabiar. A la izquierda le gusta porque sus ideas reciben una cantidad desproporcionada de atención mediática y puede presumir de que la gente con sensibilidad es progresista. Y a la derecha le encanta pensar que la gente de izquierdas con dinero, o con aspiraciones artísticas, no entiende nada de la vida real y es solo una aprovechada.

placeholder Inés Hernand, durante la gala de los Premios Goya 2024. (RTVE)
Inés Hernand, durante la gala de los Premios Goya 2024. (RTVE)

Yo daba por hecho que este sistema, en el que las celebrities hablan de política, y los políticos cortejan a las celebrities, estaba condenado a desaparecer en cuanto se fueran retirando los artistas, como Ana Belén o Joaquín Sabina, que protagonizaron la gran era del compromiso político: la transición y la primera década del felipismo. Pero luego me di cuenta de que no: los artistas de mi generación vieron cómo podían mezclar exitosamente su carrera con la política tras la guerra de Irak, el chapapote y los recortes de la crisis, y en buena medida —de Juan Diego Botto a Rozalén— han forjado su carrera sobre esa fusión. No porque carezcan de talento, sino porque esa mezcla es, en sí misma, una carrera profesional. Debería tener un epígrafe propio en la Seguridad Social.

Hoy ya hay una nueva generación de artistas que crece con la idea de que espectáculo y política son un buen matrimonio. Pedro Sánchez, que entiende mejor que todos sus rivales cómo es la política en la era de la polarización, ya les está cortejando: como contaba hace unos días mi colega Esteban Hernández, son los Javis, la Pija y la Quinqui y, aunque mayor, el muy intuitivo Jorge Javier Vázquez. Vendrán más y la izquierda los detectará, los seducirá y trabajarán para ella.

Mientras tanto, podemos reírnos todo lo que queramos de ellos. Podemos pensar que, en realidad, esa gente no sabe mucho de política o que su obsesión por parecer buena moralmente es una forma de ingenuidad exhibicionista, o de crudo interés. Pero su papel en la discusión pública parece asegurado, al menos, hasta que Inés Hernand se jubile. Mañana, como hoy, la opinión política que más se escuchará será la de los artistas que entienden que parte de su trabajo son los manifiestos, las declaraciones políticas y la relación simbiótica con la izquierda oficial. Sea para sentirnos bien, sea para rabiar con gusto, somos adictos a los famosos de izquierdas.

A menos que sea usted un fanático del cine, es probable que haya olvidado quién ganó, hace 10 días, el Premio Goya al mejor guion. Pero casi sin duda recuerda que, en la ceremonia, Penélope Cruz y Pedro Almodóvar, entre muchos otros, hablaron de política.

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