Es noticia
La revista más esnob del mundo (y que encanta a la izquierda pija) cumple cien años
  1. Cultura
  2. El erizo y el zorro
Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

Por

La revista más esnob del mundo (y que encanta a la izquierda pija) cumple cien años

En los años 20 del siglo pasado se concibió 'The New Yorker', una revista cómica y frívola que comenzó a fichar a algunos de los mejores periodistas de Nueva York para relatar los cambios que sucedían en la ciudad

Foto: Portadas del ' The New Yorker'. (EC Dieño/iStock/'The New Yorker')
Portadas del ' The New Yorker'. (EC Dieño/iStock/'The New Yorker')

Es la revista más esnob del mundo literario, pero también la más rentable. Muchos jóvenes de todo el planeta se han suscrito a ella porque aspiran a ser escritores, aunque quizá influya que el precio incluye una idiosincrásica bolsa de tela de la que luego puedes presumir. Ha publicado el reportaje más influyente de la historia moderna del periodismo, un relato de 30.000 palabras sobre el impacto de la bomba nuclear en Hiroshima, y a decenas de premios Nobel, autores de culto y best-sellers. A quien no le gustan sus habituales perfiles de celebrities o su izquierdismo pijo, le gustan sus portadas, sus chistes gráficos o sus ilustraciones. Es el New Yorker. Este mes cumple cien años. Parece un milagro.

Un éxito inesperado

La revista surgió en un contexto que no tiene nada que ver con el actual. En la Nueva York de los años veinte del siglo pasado se publicaban innumerables periódicos, muchos de ellos en ruso, alemán o yiddish, las lenguas de los inmigrantes. La competencia era feroz y los propietarios exigían a los periodistas que adoptaran un tono sensacionalista. En esa época, Harold Ross, un escritor de poca monta, tuvo la idea de crear una revista cómica, sofisticada, frívola y bonita que contara los mejores chismes de una ciudad que se estaba convirtiendo en la capital del mundo y publicara a los más ingeniosos autores de cuentos. Encontró a un inversor rico, la lanzó en 1925 y, contra todo pronóstico, la receta funcionó. La revista empezó a fichar a los periodistas de esos periódicos tan exitosos y competitivos para que escribieran reportajes y pequeñas notas sobre la ciudad. Les daba dos cosas de las que por lo general no habían gozado: mucho tiempo para documentar y escribir cada pieza y la posibilidad de lucirse con un estilo más literario.

Harold Ross, un escritor de poca monta, tuvo la idea de crear una revista cómica, frívola y bonita que contara los mejores chismes de Nueva York

El resultado fue impresionante. El mejor escritor de esos primeros años fue Joseph Mitchell, que se convirtió en el narrador de una Nueva York que estaba desapareciendo: la del mercado del pescado, los pequeños restaurantes de barrio y comunidades como los negros que recogían ostras en la bahía o los indios que se encargaban de la construcción de los rascacielos más altos. La nómina de autores y artículos memorables no paró de crecer. (Al final de este artículo encontrarán una lista de las ediciones españolas de mis libros preferidos surgidos de los reportajes de la revista).

placeholder Fotografía de Nueva York hecha durante la epidemia de covid. (Getty Images/Spencer Platt)
Fotografía de Nueva York hecha durante la epidemia de covid. (Getty Images/Spencer Platt)

La mayoría de sus autores de no ficción han sido grandes narradores que han contado la realidad con las técnicas de las novelas, lo que hace que incluso historias ásperas sobre política internacional parezcan thrillers. Otros, han tenido una mirada frívola pero profunda sobre las neurosis de la clase media alta dedicada a profesiones creativas y culturales. Otros han dominado el arte de la divulgación científica. Y la casa ha sabido cultivar su propio glamour. Mitchell no publicó ningún artículo durante treinta años, pero a pesar de ello siguió en nómina. Hoy, sus autores estrella tienen un contrato muy infrecuente en la prensa, que les exige publicar un determinado número de palabras cada año, pero que pueden repartir en el número de artículos que quieran. Sus comprobadores de datos son maníacos: hasta yo tuve que atenderles porque un periodista me citó en un reportaje sobre España y quisieron asegurarse de que yo existía y había dicho lo que él decía que había dicho.

En ocasiones, la revista parece una autoparodia de pijos neoyorquinos o de la clase media global con aspiraciones culturales que la consumimos

Después de un par de décadas en las que la revista perdió un poco el interés, en parte porque se dejó deslumbrar por el mundo de los famosos de la gran ciudad, a finales de los años noventa recuperó el pulso bajo la dirección de David Remnick, que sigue al mando, y con una reforzada apuesta por las ilustraciones y los grandes reportajes. En los últimos años, además, se ha vuelto más la política, y hoy es una revista nítidamente progresista, que ha dado espacio a nuevas voces millennials que encarnan las preocupaciones de la nueva izquierda. En ocasiones, la revista parece una autoparodia de pijos neoyorquinos o de la clase media global con aspiraciones culturales que la consumimos. Pero hoy tiene una circulación en papel de un millón de ejemplares y más de un millón de suscriptores en internet.

Pocas instituciones culturales duran cien años. Pocos medios de comunicación saben adaptarse tan bien a los cambios políticos, tecnológicos y morales. Pese a sus innumerables defectos, e incluso unos cuantos rasgos irritantes, el New Yorker es aún la mejor publicación para los lectores que quieren mezclar el placer de las cosas bien diseñadas, la seriedad de los reportajes en profundidad y la finura literaria. También, como pretendía su fundador, es la voz de una ciudad que muchos hemos considerado la capital cultural del mundo. Pero que cada vez tendrá más difícil serlo.

Algunos libros del 'New Yorker' en castellano:

-Joseph Mitchell, El secreto de Joe Gould y El fondo del puerto (Anagrama)

-A. J. Liebling, Apetito por París. Recuerdos de un bon vivant (Catedral)

-John Hersey, Hiroshima (Debate)

-Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén (Lumen)

-Malcolm Gladwell, El punto clave (Taurus)

-George Packer , El desmoronamiento (Debate)

-Patrick Radden Keefe, No digas nada y Cabeza de serpiente (Reservoir Books)

-David Remnick, La tumba de Lenin (Debate)

-Nora Ephron, No me gusta mi cuello ni me acuerdo de nada (Asteroide)

-Jia Tolentino, Falso espejo (Planeta)

Es la revista más esnob del mundo literario, pero también la más rentable. Muchos jóvenes de todo el planeta se han suscrito a ella porque aspiran a ser escritores, aunque quizá influya que el precio incluye una idiosincrásica bolsa de tela de la que luego puedes presumir. Ha publicado el reportaje más influyente de la historia moderna del periodismo, un relato de 30.000 palabras sobre el impacto de la bomba nuclear en Hiroshima, y a decenas de premios Nobel, autores de culto y best-sellers. A quien no le gustan sus habituales perfiles de celebrities o su izquierdismo pijo, le gustan sus portadas, sus chistes gráficos o sus ilustraciones. Es el New Yorker. Este mes cumple cien años. Parece un milagro.

Literatura
El redactor recomienda