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Ricardo Menéndez Salmón

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Los templos del porvenir

Bruce Bégout (Francia, Talence, 1967) es un reputado filósofo. Experto en la fenomenología de Husserl, Bégout viene combinando hace tiempo dos pasiones literarias que en Francia,

Foto: Castillo de la Cenicienta en Disneyworld. (EFE)
Castillo de la Cenicienta en Disneyworld. (EFE)

Bruce Bégout (Francia, Talence, 1967) es un reputado filósofo. Experto en la fenomenología de Husserl, Bégout viene combinando hace tiempo dos pasiones literarias que en Francia, su país de origen y creación, no se consideran incompatibles, sino complementarias: la escritura ensayística y la escritura de ficción. Le ParK (Siberia), obra aparecida originalmente en 2010, conduce esta simbiosis a su expresión más lograda, pues disfrazando de novela la peripecia que narra, propone una lectura filosófica de uno de los asuntos capitales de nuestro tiempo: la conversión del parque temático en templo y epítome de la urgencia histórica.

Novela de ideas o ensayo narrativo, el marbete que escojamos para contemplar dicho propósito resulta secundario. Lo decisivo es que Le ParK puede y admite ser leído como distopía desasosegante, como work in progress a propósito de la desmesura simbólica y como reportaje a pie de obra sobre un plausible escenario baudrillardiano. Lo escueto del rótulo no debe ocultarnos la ambición que esconde. La K mayúscula es la clave. Porque Le ParK, el espacio físico al que el título del libro alude, es la suma de todos los parques soñados por la humanidad: el zoológico, el Lager, el centro de atracciones, el camposanto, el espacio para los desplazados del hambre y de la guerra, el dique seco para ancianos y, cómo no, el panóptico genuino, figura emblemática de todas las formas de parcage (un neologismo afortunado) que en el mundo han sido.

placeholder Parque acuático Wet n Wild.

Bégout es muy preciso al plasmar la tesis que anima estaobsesión de nuestra especie por la concentración: "Al hombre le cuesta abrirse por completo al mundo. La ausencia de límites le salta al cuello y lo estrangula sin compasión. Es esta experimentación dolorosa del abismo sin fronteras ni límites lo que le impele a rechazar continuamente el espacio infinito y a enclaustrarse tras las fronteras materiales y simbólicas de su propia producción artificial. El hombre no crece ni prospera sino dentro de los límites que él mismo erige y tras las murallas que lo protegencontra la indeterminación del exterior. Elparcagees la solución práctica al temor paralizante de lo ilimitado. Encerrar a los hombres en parques como a animales es admitir la necesidad acuciante de la autodomesticación".

Un multimillonario apellidado Kalt (Frío, en alemán) y un arquitecto visionario, fundador de la neuroarquitectura ("La belleza de un edificio será juzgada en función de su capacidad para inquietar a sus inquilinos"), apellidado Licht (Luz, en alemán), son, respectivamente, el propietario y el muñidor de esta alucinada maquinaria, más cercana al capítulo de horrores fabulado por el conde de Lautréamont que a las inspiraciones del fascismo infantiloide propias de la Factoría Disney. La Luz Fría que desprende el texto, trasladada por un narrador aséptico pero asertivo, nos hiere con la punzante cualidad de un bisturí. No hace falta mostrar sangre, vísceras o decapitaciones para conmover. El gore es un juego de niños al lado de las elucubraciones de ciertas conciencias forenses.

Disney World cumple 40 años como el parque de fantasia mas visitado del mundo.Encerrados hace tiempo en el pesebre de la indolencia y la risa estúpida, los peatones del universo 2.0, los mismos que juran haberlo visto ya todo, descubren al fin que la felicidad era un puerto de llegada ineluctable y por ello mismo fatal. Pertrechados tras ese gesto repetido y cansino del dinero que todo lo puede adquirir, sólo las estrategias de la crueldad alcanzan a socavar los cimientos de un mundo en paz consigo mismo, que aspira a la quietud de los tibios. El gigantesco espacio de Le ParK, con su elenco de angustias, atrocidades y disparates, se resuelve así como el antídoto más eficaz y, al tiempo, como la receta más pueril contra el tedio de quien todo lo posee. Su mera plasmación, el sueño icónico de una pesadilla de mil facetas, eleva a rango de metáfora de nuestro tiempo cierta evidencia incuestionable: que sólo la verdad más extrema, el elogio del exceso y la carnicería del gusto, poseen "la potencia desrealizante de la ficción".

Memorable por su poder visual y sugestiva por su vuelo conceptual, Bégout ha firmado una obra que se desvela como una falla corrosiva en la vanguardia del porvenir. Si Ballard pudo asegurar en el prólogo a Crash que el hecho capital del siglo XX era la aparición del concepto de posibilidad ilimitada, la identidad de facto entre la enunciación de un deseo y su plasmación, Bégout traslada en Le ParK la intuición del maestro inglés al terreno de un ocio corrupto y redentor. Como el narrador afirma sin recato: "El fantasma ha tomado cuerpo en forma de delirio". Bienvenidos al simulacro de simulacros; bienvenidos a la continuidad de los parques.

Bruce Bégout (Francia, Talence, 1967) es un reputado filósofo. Experto en la fenomenología de Husserl, Bégout viene combinando hace tiempo dos pasiones literarias que en Francia, su país de origen y creación, no se consideran incompatibles, sino complementarias: la escritura ensayística y la escritura de ficción. Le ParK (Siberia), obra aparecida originalmente en 2010, conduce esta simbiosis a su expresión más lograda, pues disfrazando de novela la peripecia que narra, propone una lectura filosófica de uno de los asuntos capitales de nuestro tiempo: la conversión del parque temático en templo y epítome de la urgencia histórica.

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