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Los cuatro fantásticos contra los superhéroes
Es, a diferencia de las producciones de Marvel Studios, un 'blockbuster' de superhéroes que falla estrepitosamente a la hora de comprender lo que les hace únicos
Oh-oh.
Exacto. Cuatro Fantásticos, con su más que accidentada producción, sus críticas abisales y sus para-nada-fantásticos resultados en taquilla, parece la oportunidad que los partidarios de una purga masiva de superpoderes en el mainstream contemporáneo estaban esperando. A principios de este año, Alejandro González Iñárritu decidió nombrarse a sí mismo portavoz de este grupo con Birdman, trabajo que contemplaba a Hollywood en general, y a su reciente historia de amor con las franquicias superheroicas en particular, como la muerte del arte. Por si no quedaba claro en su épica tragicómica sobre un actor en busca de su alma perdida, el cineasta fue inequívoco en sus declaraciones a la prensa: “Este genocidio cultural está siendo venenoso”, dijo de películas como el Iron Man de Robert Downey Jr.
¿Y cómo se lo tomó Robert Downey Jr.?
Comprensiblemente, no demasiado bien.
Wow. ¿Pero acaso Iñárritu no tiene parte de razón? ¿Acaso las películas basadas en cómics no están saturando el panorama cinematográfico?
Es cierto que nunca se habían estrenado tantas, y también es cierto que los superhéroes nunca habían alcanzado el papel central que tienen ahora mismo en la textura cognitiva de nuestra sociedad. ¡Pero! Sólo dos de las diez películas más taquilleras del año (Vengadores: La era de Ultrón y Kingsman: Servicio secreto) están basadas en tebeos. Y, si nos ponemos puntillosos, siempre se van a estrenar más ejemplos del género que cultiva Iñárritu, los dramas oscarizables, que del que cultiva Downey Jr. Otra cosa es que un blockbuster como Guardianes de la Galaxia, de James Gunn, tenga toda la pinta de confirmarse, dentro de unos años, como una de esas piezas culturales que definen toda una era.
¿La del mapache que habla? ¿Y eso?
'Cuatro Fantásticos' parece la oportunidad que los partidarios de una purga masiva de superpoderes en el mainstream estaban esperando
Son varias razones. Para empezar, su discurso sobre la nostalgia pop como motor de sensibilidad íntima (la cinta que su protagonista escucha en el walkman, llena de temazos de los 70 y 80, es realmente un anclaje con su madre muerta) no podría resultar más relevante en una década caracterizada por la retromanía. Pero después está el hecho de que sea uno de los mejores ejemplos de la fórmula Marvel, un secreto alquímico que les lleva a conquistar la taquilla incluso cuando se fían de la visión personal de un director excéntrico (veló sus armas en la Troma, nada menos) sobre un grupo de superhéroes de segunda. Guardianes de la Galaxia es el punto exacto en el que se confunden el cine de autor con el blockbuster de universo compartido que domina el paisaje del entretenimiento ahora mismo. Es, en pocas palabras, todo lo que Cuatro Fantásticos quiso y no ha podido ser.
Entiendo: el director Josh Trank venía de firmar una joya tan refrescante y avanzada como Chronicle. ¿Qué ha podido salir mal?
Es muy difícil de saber en estos momentos, cuando el cadáver aún está caliente y todo son conjeturas, rumores de fuentes anónimas y un buen puñado de medios de comunicación haciendo leña del árbol caído. Lo que sabemos hasta ahora se puede resumir así: 20th Century Fox necesitaba rodar para ayer una nueva adaptación de Los Cuatro Fantásticos, o los derechos revertirían a la todopoderosa Marvel. Encargó un primer guión que resultó demasiado caro y complejo para lo que tenía en mente, así que contrataron a un hombre de confianza (Simon Kinberg) para escribir una segunda versión más sencilla —que algunos espectadores han definido como “gente hablando en pasillos durante 90 minutos”— y a Trank para llevarla a cabo.
El tipo hizo maravillas con un presupuesto como el de Chronicle, así que parecía una opción sensata. Si alguien podía convertir Cuatro Fantásticos en una película de acción intimista (por paradójico que eso suene) sobre jóvenes explorando las horribles mutaciones que acaban de sufrir sus cuerpos, ese era el director de Chronicle. Y entonces llegaron los problemas.
Volvemos al “oh-oh”.
Sí, volvemos al punto número uno. Dependiendo de a quién escuches, tenemos dos escenarios posibles: a) Trank descubre demasiado tarde que un proyecto de esta envergadura (lo que se conoce como una tentpole movie, o una de esas pelis que espolean una franquicia) le queda grande y empieza a actuar de forma errática en plató, enemistándose con todo su reparto y, por supuesto, con los productores; o b) esos productores asumieron el control desde el primer momento, desconfiando del talento joven que habían absorbido y saboteando sus decisiones.
Lo más probable es que la realidad se acerque más a una tormenta perfecta entre las dos alternativas, pero la verdad evidente que uno descubre al ver la película es más desoladora: sencillamente, aquí no parece haber una visión creativa coherente por ningún lado. Cuatro Fantásticos es, a diferencia de las producciones de Marvel Studios, un blockbuster de superhéroes que falla estrepitosamente a la hora de comprender lo que hace únicos a esos superhéroes. Todo es una compota sub-nolaniana que acaba con cinco personas lanzándose cosas sobre una evidente pantalla verde. Un choque de trenes, amén de la suma de todos los vicios que componen la faceta menos amable del blockbuster actual.
¿A qué te refieres?
A la necesidad de Fox de producir a granel para mantenerse en el juego de las franquicias, a la tendencia de la industria a asimilar voces interesantes ya en su segunda película, a los actores y actrices más preocupados por los royalties de sus contratos por varias secuelas que por encontrar el alma de sus personajes, a los medios de comunicación decidiendo por comité cuándo es la hora de las tortas para una película que ingresaría muerta al llegar en la cartelera estadounidense (aunque eso no sería suficiente para parar el festival de la schadenfreude atrapaclicks, claro)... Cosas como Cuatro Fantásticos me molestan porque, maldita sea, por un segundo hacen que parezca que Iñárritu tiene razón.
¿Y no la tiene?
Por supuesto que no. Al final, quizá todo en estas propiedades multimillonarias se reduzca a algo tan sencillo como el corazón. Nadie en Cuatro Fantásticos estaba a menos de mil kilómetros de distancia de creer en lo que estaba haciendo, mientras que gente como Robert Downey Jr. o James Gunn sí tienen un genuino cariño por unos personajes o unos conceptos que pueden parecer ridículos, pero que significan mucho para mucha gente. Y esa es la razón que, en el fondo, salvará al género de fracasos puntuales.
Gunn lo expresó a la perfección en una carta abierta publicada poco después de las declaraciones destructivas de Iñárritu: “Si crees que los que hacemos películas de superhéroes somos tontos, sal y di que somos tontos. Pero si, como cineasta independiente o serio, piensas que pones más amor en tus personajes que los hermanos Russo en el Capitán América, Joss Whedon en Hulk o yo en un mapache que habla, estás sencillamente equivocado”.
Oh-oh.
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