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¿Qué quieren los hombres?
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Alberto Olmos

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¿Qué quieren los hombres?

Nina Power busca caminos de entendimiento entre los dos sexos en su nuevo ensayo, aún sin traducir al español

Foto: Tom Cruise en 'Magnolia', donde interpreta a un hombre que da charlas sobre seducción y que dice a sus seguidores: 'Respetad la polla'.
Tom Cruise en 'Magnolia', donde interpreta a un hombre que da charlas sobre seducción y que dice a sus seguidores: 'Respetad la polla'.

Con la que está cayendo, no me extraña que un libro que pretende ayudarnos a pasar página del armagedón feminista no tenga visos de ir a traducirse a nuestro idioma. En España siempre se está mejor en medio de una guerra civil, y la concordia sexual, compañera y animosa nos quitaría las ganas mismas de vivir, que son ganas mayormente de hundir la vida de alguien. Los ligones están asustados. Los ligones ligaron tanto que alguna que otra vez se pasaron de frenada, y son esos derrapes los que ahora pueden volverse fatalmente contra ellos. Tanto reírse de los incels y al final eran los ligones los que hacían todo el mal. De ligón a incel sólo hay un paso, una denuncia, un linchamiento. España es ahora mismo una fábrica de incels por cancelación.

El libro pacífico que les digo se titula ¿Qué quieren los hombres? (What do men want?, Penguin, 2022), y también les va a sorprender quien lo firma: una mujer, Nina Power. O sea, una mujer se pregunta qué quieren los hombres, qué temen, cuales son sus insatisfacciones (Masculinity and its discontents es el subtítulo) y cómo podemos ayudarlos. Estos libros en España no pasan.

placeholder Portada de 'What do men want', de Nina Power, aún no traducido al español.
Portada de 'What do men want', de Nina Power, aún no traducido al español.

Al volumen, siendo cortito, le sobran treinta o cuarenta páginas, pues hay mucha palabrería recitativa, como de escribir columnas en el diario El País. Con todo, salvando esos mareantes párrafos sobre nada, contiene verdades e intuiciones de gran valor. La ideología de su autora diría que es la mía: el sentido común. Es también la ideología de Mithu M. Sanyal o de Nancy Huston, por decirles otras autoras que me acunan.

Nina aboga por el respeto mutuo, por un "proyecto de reconciliación", y supongo que por las tardes de paseo por el parque de la mano

La primera frase es ya determinante: "Los hombres y las mujeres existen. A veces, incluso nos gustamos". Nina Power viene a ahondar en ese gustarnos tan bonito, y hace un repaso de los años de odio, agresión y delirio piramidal que nos preceden (libros como Hombres, los odio, de Pauline Harmange). "Los hombres y las mujeres han sido a menudo lanzados los unos contra los otros, normalmente para provecho de alguien". Nina aboga por el respeto mutuo, por un "proyecto de reconciliación", y supongo que por las tardes de paseo por el parque de la mano, que tampoco estaban tan mal.

El libro pierde el tiempo listando los porcentajes letales que acompañan la masculinidad, que son iguales en todo el mundo. 70% de suicidios, 100% de fallecidos en accidentes laborales, 70% de personas sin hogar. Nada muy alarmante comparado con el horror de que un hombre te explique una cosa, en efecto.

El punto crucial de este ensayo es la necesidad de Power de poner negro sobre blanco una obviedad: "Ser hombre no es malo en sí mismo"

Porque el punto crucial de este ensayo es la necesidad de Nina Power de poner negro sobre blanco una obviedad, lo cual siempre despierta una extraña mezcla de ternura y espanto. La obviedad es esta: "Ser hombre no es malo en sí mismo". Les invito a leer la obviedad dos veces.

Vamos, ser hombre no es como ser un tumor maligno, un infectado de serie de Netflix o un veneno para caballos. Por lo que sea, Nina cree que es algo que debemos recordar: que los hombres no son veneno para caballos. "Hay más legislación para proteger a los animales que para proteger a los padres", leemos.

¿Qué es la masculinidad? Nina nos trae una definición fascinante de Phil Christman: "La masculinidad es una pulsión abstracta por proteger". En el texto de origen, el autor explica que las mujeres se preocupan del día a día, mientras que el padre de familia está obsesionado con futuros apocalípticos que le exigirán sacrificarse el primero. De ahí que (aporto yo) las madres se ocupen de apuntar a los niños a extraescolares mientras el padre da una nueva capa de pintura al búnker que ha construido en el jardín trasero de la casa. La masculinidad es una fantasía de heroicidad.

placeholder Una imagen de la película 'El club de la lucha'.
Una imagen de la película 'El club de la lucha'.

Así, muchos hombres jóvenes necesitan sentirse "fuertes y valientes" y reniegan del hombre blandengue (venturosamente en inglés es parecido: soft male), y por ahí seguido se aficionan a los libros de Jordan Peterson y ven muchas veces El club de la lucha. "¿Hay algo malo en esta visión de la masculinidad?", se pregunta Nina Power. Y se responde: no.

Pero la autora no es ajena a las tonterías masculinas, y enseguida nos lleva al mundo de los pick-up artists. Se trata de hombres que se consideran versados en el arte de seducir mujeres, y que comúnmente darán un curso para enseñar a otros hombres a seducir mujeres. El gran problema de los hombres no son las mujeres, sino su deseo por las mujeres.

El gran problema de los hombres no son las mujeres, sino su deseo por las mujeres

Es un problema que puede considerarse menguante, dado que (al menos en el ámbito anglosajón) estamos en plena "recesión sexual", y los estudiantes de instituto tiene ahora menos sexo que hace veinticinco años. Sumado a los incel, a los videojuegos y a llevar veinte años juntos, hay más sexo en Heidi que en el mundo real.

Nina Power vuelve a la ternura en las páginas finales de su libro: "Los hombres también son personas. (…) ¿Quién quiere que pensemos que los hombres son malos?"

¿Quién?

Como dice Sartre: "Supongo que usted es mitad víctima, mitad cómplice, como todo el mundo".

Con la que está cayendo, no me extraña que un libro que pretende ayudarnos a pasar página del armagedón feminista no tenga visos de ir a traducirse a nuestro idioma. En España siempre se está mejor en medio de una guerra civil, y la concordia sexual, compañera y animosa nos quitaría las ganas mismas de vivir, que son ganas mayormente de hundir la vida de alguien. Los ligones están asustados. Los ligones ligaron tanto que alguna que otra vez se pasaron de frenada, y son esos derrapes los que ahora pueden volverse fatalmente contra ellos. Tanto reírse de los incels y al final eran los ligones los que hacían todo el mal. De ligón a incel sólo hay un paso, una denuncia, un linchamiento. España es ahora mismo una fábrica de incels por cancelación.

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