Mala Fama
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¿Y a mí qué me importa la casa de Vicente Aleixandre?
Quizá ha pasado el tiempo de las casas-museo de los escritores
Más como reclamo turístico que como salvaguarda cultural, las viviendas de los escritores empezaron a preservarse en forma de casa-museo y a ofrecer recorridos por su interior que llevaran al visitante a conocer mesas, sillas y escaleras, picaportes y tazas, cuartos de baño y camastros que, a fin de cuentas, fueron fundamentales para la elaboración de una obra literaria. El turista no salía de la casa de Balzac sabiendo más de Balzac, pero se hacía una idea de lo que era tener que levantarse por las mañanas. Como es lógico, una condición indispensable para hacer una casa-museo es que el escritor no viviera en un 4º izquierda interior, sino en una mansión o palacio. Por eso no hay casa-museo de Roberto Bolaño.
La casa-museo se dice casa del autor canónico durante varias décadas o durante sus últimos años de vida, y las cosas que hay dentro se presentan como ciertas en las manos del genio difunto. Es fácil suponer que a lo mejor se lo han inventado todo, pero al visitante no le va a importar demasiado.
Para hacer bonito, ponen en atriles o facistoles viejas hojas con letra enrevesada, manuscritos y cuadernos, muchos libros (la "biblioteca personal") y algunas plumas con la tinta seca hace un siglo. Si escribían con un Bic, es más complicado.
El caso es que estos enclaves turísticos aportan un epígrafe más a las guías de viajes, y a lo mejor hasta los visita alguien y, ciertamente, no le hacen daño a nadie. Pero yo ya creo que están pasados de moda, como el reloj de cuco.
Así, a la Comunidad de Madrid, con la tardanza cultural propia de la derecha, se le ha ocurrido comprar ahora la casa de Vicente Aleixandre, sita en la calle Vicente Aleixandre número 3 y muy cercana a la parada de metro Vicente Aleixandre, amén de a seis minutos andando del monumento a Vicente Aleixandre. Parece que Vicente Aleixandre estaba a punto de ser olvidado en la capital de España.
En Pinto, hay un instituto llamado Vicente Aleixandre. En Miraflores de la Sierra, hay una placa en la casa de verano de Vicente Aleixandre.
La casa del poeta en la calle que lleva su nombre (antes, Wellingtonia, epónimo de Velintonia) cuesta 4,5 millones de euros, aunque podría adquirirse por 3,1. Sus actuales dueños llegaron a poner la vivienda a la venta en Idealista. Luego un juez les obligó a subastarla por los precios antedichos, pero nadie la compró.
A mí estos millones me han recordado una frase que repetía mucho Francisco Umbral, adjudicada a Vicente Aleixandre: "La poesía no da ni para merendar". Ya ven que, en su casa de cuatro millones de euros, el poeta no merendaba.
Desde Umbral, y luego con Javier Marías y muchos otros, conozco yo la existencia de esta casa, su mito y su fetiche. Es bonito el relato de una casa donde, siendo poeta en ciernes, ibas y Aleixandre te ayudaba a medir los alejandrinos.
Sin embargo, así de pronto, me ha parecido una tontería que la Comunidad de Madrid compre la casa, la reforme y reconstruya, la llene de cuadritos y ponga a cuatro primos y amantes a cobrar un sueldo. Sinceramente, no lo veo.
En un mundo limpio, la casa invendida durante cuarenta años sería donada a la ciudad de Madrid, y santas pascuas
La casa, su mito, es verbal y testimonial, y, por ello, imperecedero. La casa en sí, con sus muros macilentos y un vacío de cuatro décadas en su interior, es sólo un inmueble más con el que especular y comprarse Ferraris. Los herederos de la vivienda, que me da que saben de Vicente Aleixandre y de su poesía más o menos lo mismo que el ministro de Cultura, señor Urtasun; los herederos, digo, esperan frotándose las manos que el súbito prurito cultureta de un consejero madrileño les haga millonarios, quién sabe si más millonarios de lo que ya son. En un mundo limpio, la casa invendida durante cuarenta años sería donada a la ciudad de Madrid, y santas pascuas. Una sobrina segunda del poeta, dueña del 60% de la propiedad, declaró en su día que le bastaba con que la casa fuera "un centro cultural y se salve". Si le basta con eso, sólo tiene que traspasar graciosamente la finca.
Sin embargo, después de tratar infructuosamente de venderla en Idealista, la liquidación de la casa, abandonada durante tantos años que de Vicente Aleixandre no queda en ella ni el aire que respiró, depende de nuestros impuestos, interpretados culturalmente. Yo creo que esto expresa más cosas sobre el problema de la vivienda en Madrid que sobre poesía, así en general.
"El inmueble conocido como Velintonia es de propiedad privada, y este derecho cuenta con amparo constitucional, tal y como consta expresamente reconocido en el artículo 33", dijeron los herederos de Aleixandre en un momento en que algunos escritores creyeron en efecto que la casa tenía que ver con la poesía. Los actuales dueños también fueron a juicio para despojar a la propiedad de su categoría como Bien de Interés Patrimonial de la Comunidad de Madrid, dado que esa distinción entorpecía su venta libre.
Así las cosas, sale más barata la dignidad. O sea, poner una placa en la pared que diga: "Aquí vivió Vicente Aleixandre".
Y adiós líricas.
Más como reclamo turístico que como salvaguarda cultural, las viviendas de los escritores empezaron a preservarse en forma de casa-museo y a ofrecer recorridos por su interior que llevaran al visitante a conocer mesas, sillas y escaleras, picaportes y tazas, cuartos de baño y camastros que, a fin de cuentas, fueron fundamentales para la elaboración de una obra literaria. El turista no salía de la casa de Balzac sabiendo más de Balzac, pero se hacía una idea de lo que era tener que levantarse por las mañanas. Como es lógico, una condición indispensable para hacer una casa-museo es que el escritor no viviera en un 4º izquierda interior, sino en una mansión o palacio. Por eso no hay casa-museo de Roberto Bolaño.
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