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Lo que Francis Ford Coppola me dijo a mí personalmente
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Alberto Olmos

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Lo que Francis Ford Coppola me dijo a mí personalmente

Algunos libros pueden generar rechazo por el estatus privilegiado de sus autores; sucede con 'Un puñado de flechas', de María Gainza

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Debemos llevar veinte años en los que a no saber escribir una novela se le llama "explorar nuevas formas de escritura", y también: "romper las barreras estancas entre los géneros". Creo que esto empezó en España con Vila-Matas, y siguió con algunos autores de la generación Nocilla. En Latinoamérica tendrán sus propios pioneros de inutilidad. Todo el siglo XXI en literatura en español es como de gente que no puede hacerte una simple novela, pero te hace toda una revolución. Es agotador que todo el mundo esté revolucionando los géneros literarios, como supondrán.

María Gainza se suma a este festival de rebeldía ridícula con Un puñado de flechas (Anagrama). Los entrecomillados de arriba, más o menos, figuran en la contracubierta del libro. En rigor, el volumen es el típico batiburrillo de cosas que se ponen todas juntas para superar las doscientas páginas y cobrarte 17 euros. Lo que se llama "subvertir los géneros" no es otra cosa que gente que no sabe qué escritor quiere ser, pero que tampoco le importa demasiado. Hoy escriben un cuento, mañana una columna, luego un recuerdo infantil y luego un sueño que han tenido y luego un asiento del día vivido. Lo ponen todo seguido y lo llaman vanguardia.

Esto antes eran libros menores de autores importantes; el sumatorio de los papeles perdidos del autor que encontraba su viuda en los cajones.

María Gainza charla con Francis Ford Coppola en la primera pieza de su libro. Es un texto estupendo, donde se ilumina el sentido del título de la obra y, por lo menos, pasas un rato con el director de El Padrino. La cosa es que no todo el mundo en Buenos Aires queda a cenar con el director de El Padrino, por mucho que la autora parezca dar a entender que estas cosas le pasan casualmente a ella como te podrían pasar a ti.

Hoy escriben un cuento, mañana una columna, luego un recuerdo infantil y luego un sueño que han tenido y luego un asiento del día vivido

Luego María sufre. Los escritores sufren más que nadie, porque su escritura "había llegado a un callejón sin salida". Son escalofriantes los problemas de los escritores. Es como que se te desgarran las entrañas cuando un escritor no sabe qué más escribir. Eso y el cáncer es lo que más empatía genera.

Luego Gainza nos habla de coleccionar obras de arte carísimas, que siempre relaja. Luego, no es coña, nos va a contar que una paloma visita su jardín. María tiene jardín, y tiene paloma, y tiene una editorial que le publica los textos que escribe sobre su paloma y su jardín.

Sigue un recuerdo: "Cuando fui a estudiar a Boston elegí Concord como lugar de residencia". Pero no todo puede ser felicidad y cenas con Coppola en esta vida, pues siempre llega la desgracia y el horror. Leemos, en el arranque de un nuevo giro de esa revolución de los géneros literarios que es Un puñado de flechas: "Dos veces al mes tengo migrañas".

placeholder La escritora argentina María Gainza, en 2018 en la Feria del Libro de Guadalajara. (EFE)
La escritora argentina María Gainza, en 2018 en la Feria del Libro de Guadalajara. (EFE)

Sin que nadie se lo haya pedido —eso es lo llamativo—, la autora decide de pronto ofrecernos esta reflexión: "Quizás la menos manejable de las consecuencias de una buena fortuna en el mundo editorial sea la percepción que tiene la gente sobre tu agenda de contactos. ¡Qué nivel de distorsión!". Esto guarda relación con que su primer libro fue traducido a quince idiomas, y todo el mundo dijo que era muy bueno.

En la solapa del libro no pone en qué año nació la autora. En la Wikipedia sí; señala que en 1975. También dice la enciclopedia digital que María Gainza es hija de "Máximo Gainza Castro, quien fue director propietario del diario argentino La Prensa".

También dice la enciclopedia digital que María Gainza es hija de "Máximo Gainza Castro, quien fue director propietario del diario 'La Prensa'"

Volvamos al libro, donde se lee: "Durante diez años de mi vida fui crítica de arte. (…) Había conseguido ese puesto por un golpe de suerte. Alguien me recomendó para el trabajo sin haber leído jamás un texto mío y de la noche a la mañana estaba escribiendo en el suplemento cultural que más me gustaba".

Quizá en Argentina y en España tenemos ideas muy distintas de lo que significa "un golpe de suerte". En España, que te recomienden de la forma en que describe la autora se llama "enchufe". Suerte es cuando presentas tu currículum, pasas entrevistas, haces una prueba y eres elegida entre un puñado de candidatos prácticamente igual de válidos que tú.

Representa a un tipo de autor que me antipatiza. Sólo tienen que desear ser escritores y, zas, lo son, en Anagrama y con el aplauso

"Envalentonada por mi círculo familiar, busqué editorial", nos dice sobre la publicación en Anagrama de su primer libro. "Una escritora que apenas conocía de nombre le mandó mi libro a su agente literaria en España". Otro golpe de suerte argentino.

María Gainza representa a un tipo de autor que me antipatiza. Clase alta, grandes contactos, autoindulgencia mayúscula. Solo tienen que desear ser escritores y, zas, lo son, en Anagrama y con el aplauso instantáneo de la prensa cultural. Muchos autores se apresuran a alabarlos porque algo bueno les caerá a ellos también. Yo a esto no lo llamo hacer la revolución, desde luego.

"Siempre viví muy mal", dijo el escritor argentino Carlos Busqued (1960-2021). Y también: "La gente que hace literatura del yo y toda esta cosa autorreferencial está en un circuito de gente que se garchan entre ellos, se juntan a comer, la pasan bien. No está mal, ya quisiera yo hacer eso porque la relación costo-beneficio es infinitamente mejor".

Como supondrán, Carlos Busqued nunca tuvo "suerte".

Debemos llevar veinte años en los que a no saber escribir una novela se le llama "explorar nuevas formas de escritura", y también: "romper las barreras estancas entre los géneros". Creo que esto empezó en España con Vila-Matas, y siguió con algunos autores de la generación Nocilla. En Latinoamérica tendrán sus propios pioneros de inutilidad. Todo el siglo XXI en literatura en español es como de gente que no puede hacerte una simple novela, pero te hace toda una revolución. Es agotador que todo el mundo esté revolucionando los géneros literarios, como supondrán.

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