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¿Merece la pena la "episteme", o es un rollo?
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Alberto Olmos

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¿Merece la pena la "episteme", o es un rollo?

Miguel Ángel Hernández nos lleva a las altas esferas del pensamiento con el excelente ensayo 'Yo estoy en la imagen'

Foto: (iStock).
(iStock).

Hay gente que trabaja recopilando fotos de carretas. Eso dicen. Dicen "mi proyecto", mi trabajo, y el trabajo durante unos meses es buscar por ahí fotos de niños subidos a carros tirados por burros u otros animales de tiro. Este trabajo recibe el nombre de arte contemporáneo.

Luego hay otro trabajo gracioso: historiador de arte contemporáneo. O sea, tienes a la gente que busca fotos de carretas o expone en museos las bragas de su abuela o se desnuda en museos sin que nadie se lo haya pedido, y tienes a las personas que van interpretando la cosa y flipándose con esos desnudos, esas bragas y esas fotos, sí, de carretas. Una de esas personas es Miguel Ángel Hernández.

Profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, y novelista recurrente ( El dolor de los demás), Hernández a veces se entrega a libros que nadie va a entender, pero que se le dan muy bien. Son los libros de pensamiento puro, sabiduría rizada, frases donde filosofía y perfume se confunden, y fotos, muchas fotos. Si un libro de adultos tiene fotos, ya le digo yo a usted que no es lo mismo que cuando sus libros de niño traían dibujitos.

Se trata de libros muy densos, donde la imagen incrustada sólo sirve para respirar un poco, porque en general se ve muy mal, dada la calidad de impresión, aunque luego vengan veinte páginas derivadas de la imagen.

Creerán que me río del arte contemporáneo. Vale, me río del arte contemporáneo. Pero no todo el tiempo

Creerán que me río del arte contemporáneo. Vale, me río del arte contemporáneo. Pero no todo el tiempo. En la vida tienes un momento, que a lo mejor dura cuatro años, en el que, sí, flipas. De pronto ves a esa gente que llama arte a ocurrencias curiosas, como Marina Abramovic mirando fijamente y una a una a cientos de personas, o Sophie Calle comiendo cada día comidas de un mismo color, o Bill Viola grabando vídeos eternos que parecen fotografías. Es guay. Pero la cosa no acaba ahí. Luego llega la artista cubana que tunea lavadoras, el otro que pone pan dentro del pan, el otro que mecanografía una novela clásica sobre el mismo folio con una máquina de escribir antigua y reduce el clásico literario a una hoja machacada de tinta y desgarrones… Y te cansas.

Velázquez sólo hubo uno, pero artistas contemporáneos hay medio millón. Todos geniales, a cargo del presupuesto de un ministerio cualquiera.

Pasa algo parecido con las prosas que dedicamos a estas obras de arte conceptuales. La verdad es que las pipas de cerámica de Weiwei o los pegotes de plastilina de Anish Kapoor no parecen dar mucho más de sí, pero, si te empeñas, puedes llegar a cimas muy altas de verbosidad luminosa.

Eso, en fin, es Yo estoy en la imagen, un puñado de ensayos apasionados, apisonados de referencias, apaisados de puntos de fuga. Estos libros también te fascinan un rato, sobre todo si te ha dejado la novia. Son libros para leer entre que te ha dejado una novia y te echas otra novia.

Velázquez sólo hubo uno, pero artistas contemporáneos hay medio millón

Miren qué prosa para cerrar bares: "Como sugiere José Luis Brea, las diversas epistemes escópicas conviven y se entrelazan". O: "Una mirada con-doliente, que duela-en-el-otro. Una óptica de co-afección".

Son citas escogidas a mala leche, claro.

En la primera, hay varias preguntas/desazones que asediarán al lector: ¿quién es José Luis Brea?, ¿qué significa "episteme"?, ¿qué significa "escópica"?, ¿qué significa "episteme escópica"? ¿Puede la episteme, sea lo que sea, "convivir y entrelazarse" con otras epistemes? ¿Y qué sale de esta conjunción? ¡Qué follón!

Sin embargo, estos libros son el caviar de la lectura, y es necesario haber probado mucho caviar para entrar en ellos. Hay que llegar con Roland Barthes y buena parte de la french theory leídos; con Walter Benjamin muy trabajado; con el mareo casi sofrónico de muchas lecturas similares, donde se pierde pie con la realidad y se vuela en la pura pornografía de las palabras sin las cosas. O sea, no son libros para regalar en Navidad.

placeholder 'Yo estoy en la imagen' de Miguel Ángel Hernández.
'Yo estoy en la imagen' de Miguel Ángel Hernández.

Miguel Ángel Hernández reúne en su libro diversos ensayos sobre fotografía. Es la imagen, y lo que la imagen nos dice, el centro de su trabajo. Apoyado en numerosos teóricos/poetas ("El espacio piensa", leemos, por ejemplo), Hernández va entrando en la obra artística de gente que, en efecto, reúne fotografías de niños subidos a carretas o que hace fotos a gente que espera dentro del coche (Mar Sáez), amén de analizar algunas imágenes periodísticas (guerras, atentados), que también pueden leerse desde estas complejidades.

Aunque no nos caigan bien, hay personas que investigan "el tiempo en el arte contemporáneo", como usted carga cajas en un camión o el otro vende fruta. Cada uno se gana la vida como puede.

Miguel Ángel Hernández yo creo que consigue aquí uno de sus mejores libros, bien que para lectores de paladar avezado, porque expresiones como "desestabilizar el placer de la mirada" o nociones como que la globalización es "un proceso de sincronización forzada a la hora occidental" no entran fácilmente en todas las cabezas, y menos en estos días en los que la alta cultura está mal vista y no sirve, según dicen, ni para ligar.

La alta cultura sirve, sobre todo, para divorciarse.

Hay gente que trabaja recopilando fotos de carretas. Eso dicen. Dicen "mi proyecto", mi trabajo, y el trabajo durante unos meses es buscar por ahí fotos de niños subidos a carros tirados por burros u otros animales de tiro. Este trabajo recibe el nombre de arte contemporáneo.

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