Si Elon Musk es idiota, ¿tú qué eres?

Según los parámetros de la OCDE, eres rico en España ganando algo más de 30.000 euros al año. Según mucha gente, Elon Musk es idiota. Estos umbrales indican que no sólo eras rico y no lo sabías, sino que también eres idiota y no lo asumes. Ingresando 2500 euros al mes, formas parte de la clase alta, y eso es agradable. No siendo dueño de X, ni fundador de SpaceX, ni cofundador de Tesla, ni fundador de PayPal, ni fundador de OpenAI (cuyo efectivo fundador es un idiota) te encuentras, sin duda, entre el elevado porcentaje de idiotas que hay en el mundo. El baremo es claro: del mayor éxito planetario posible hacia abajo, todo es imbecilidad.

Si uno escribe en Twitter (X) la frase “Elon Musk es idiota”, resulta que Elon es idiota todo entero hasta 2019. “Tonto”, sin embargo, lo era ya desde 2018. De nuevo desde 2019, “Elon Musk es subnormal”. Lo dicen Peibol (130 seguidores), Carlos (54) o Le Cuack (263). Elon Musk es el dueño de la red social donde lo están diciendo, lo que no deja de ofrecer un argumento favorable.

Como saben, Elon Musk compró Twitter por 44.000 millones de dólares, hizo numerosos cambios, despidió al 80% de la plantilla y mañana mismo todo el mundo se iba a ir de allí. De momento, no se ha ido nadie. El presidente de España, Pedro Sánchez, publicó su “Carta a la ciudadanía” exclusivamente en Twitter, dado que no quería que se leyera demasiado. En general, estamos todos en Twitter a la espera de ver cuándo nos quedamos sin likes.

El napoleónico movimiento financiero de la compra de Twitter parece haber sido un éxito. La marca de vehículos eléctricos Tesla parece ser un éxito. La Inteligencia Artificial parece ser el futuro. Hay algo en la idiotez de Elon Musk que supera con mucho nuestra idiotez, pues siempre está en primera línea de cualquier negocio que emprende. Su patrimonio neto es de 250.000 millones de dólares. Es muy inteligente la forma que tiene Elon Musk de ser idiota, ¿no les parece?

Antes, cuando teníamos direcciones de correo electrónico pintorescas, figuras como la de Elon Musk eran fácilmente comprendidas. Desde finales de los 90 y hasta (más o menos) 2010, se produjo la restitución social de lo que ahora hemos vuelto a llamar idiota: era el nerd. El nerd por antonomasia lo representaba Bill Gates. Se trataba de chicos y chicas estigmatizados en el instituto por su aspecto físico, sus aficiones obsesivas y su escasa habilidad social. Como luego todos fundaron Facebook, Amazon o Google, hubo que considerar que su anormalidad era genial, su estupidez, creatividad, y su éxito, de mucho mérito. Habían soportado que se rieran de ellos durante años antes de hacer aportaciones incalculables a la Humanidad.

Hoy, cuando todo se ha perdido (la moral, la Ilustración, la ética del esfuerzo), la gente vuelve a juzgar a los más talentosos de entre nosotros por sus pequeñas disfunciones y meteduras de pata. No entienden que, como estableció Donald W. MacKinnon a mediados del siglo pasado, la creatividad es “una habilidad para jugar”, lo que hace de las personas creativas sujetos a menudo “infantiles”.

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Cuando Elon Musk entra en la sede de Twitter con un lavabo en las manos, la gente sólo ve a un payaso. Probablemente, lo que hizo posible que Musk comprara Twitter es que era alguien capaz de comprar una empresa valorada en decenas de miles de millones de dólares y llegar el primer día con un lavabo en las manos. Si nunca se le hubieran pasado por la cabeza las estupideces que parecen compartir sitio en su mente con todo tipo de proyectos mastodónticos, Elon Musk sería notario, y no director de la empresa que fabrica el coche que te quieres comprar.

"Yo pongo cohetes en el espacio. ¿Tú qué haces?", dijo en otra ocasión, harto de las críticas

Esto explica también sus declaraciones, tuits, soflamas o afirmaciones fronterizas. Miren lo que dice sobre el tele-trabajo, y díganme si es una tontería: “¿Vas a hacer a todos los demás, a los que fabrican por ejemplo tu coche, ir a la fábrica?, ¿y los que hacen tu comida, que no pueden trabajar desde casa?, ¿y a los que vienen a reparar algo a tu domicilio, les vas a decir que no pueden trabajar desde casa, pero tú sí? ¿Nos parece que eso es moralmente correcto?”

A mí me parece una idea original, rara, incitativa. Sobre ser el hombre más rico del mundo, afirmó: “Creo que Putin es mucho más rico que yo. Yo no puedo ir por ahí invadiendo países y así.”

Sobre las grandes empresas que manifestaron su intención de no anunciarse en Twitter después de que él la adquiriera, soltó: “No os anunciéis. ¿Me vais a chantajear con dinero? Que os follen a todos”.

"Creo que Putin es mucho más rico que yo. Yo no puedo ir por ahí invadiendo países y así"

El nerd, cuando se cabrea, sorprende mucho. Está loco. “Yo pongo cohetes en el espacio. ¿Tú qué haces?”, dijo en otra ocasión, harto de las críticas.

Como nosotros no hemos triunfado tan galácticamente como Elon Musk o Kanye West, no podemos más que intuir lo que les pasa. “Se está muy solo en las alturas”, dijo Woody Allen. Hay algo en la total historicidad de una vida, en los logros descomunales, que hace perder pie, pues después del éxito hay que seguir viviendo, y normalmente a la vista de todo el mundo. Sería interesante ver qué hacían ustedes con 250.000 millones de dólares de patrimonio y 200 millones de seguidores en Twitter (X). Cuando la gente gana la lotería (apenas unos cientos de miles de euros), arruina su vida en dos años.

Con su posicionamiento contra “el virus woke” (sic), a favor de la libertad de expresión y muy a favor de que Donald Trump sea el próximo presidente de Estados Unidos, la imagen de Elon Musk ha empeorado mucho. De ser un idiota ha pasado a ser algo peor: un peligro. ¿Quién lo ha elegido para tener tanto poder?, se preguntan muchos, de pronto.

Lo que hay que entender es que esa elección ha sido suya, cuando en lugar de conformarse con ser funcionario en una oficina de tráfico decidió “cambiar el mundo”. Es curioso que la gente crea que, llegado a cierto punto, el éxito de los demás hay que someterlo a votación, como si la democracia fuera una herramienta deliberativa de los mediocres para destruir la excelencia.