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Alberto Olmos

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¿Qué vais a dejar para 2036?

Andrés Trapiello suma 'Me piden que regrese' a la nómina de grandes novelas sobre la guerra civil y la posguerra

Foto: 'Me piden que regrese', la última novela de Andrés Trapiello. (EC Diseño)
'Me piden que regrese', la última novela de Andrés Trapiello. (EC Diseño)
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Llevo años esperando con ilusión el centenario de la Guerra Civil Española. No me negarán que no hablamos de un centenario cualquiera. Nadie que asista a esta efeméride volverá a contemplar nada similar en toda su vida. Será la resurrección, reparación, reinserción y recauchutado de todos los fantasmas nacionales. Yo esperaba un aparatoso aquelarre cultural, fanático hasta el delirio, muy concurrido. Esperaba, de hecho, otra guerra civil, pero con libros y películas y declaraciones. Sin embargo, algo me dice que vamos a llegar a 2036 un poco desinflados.

¿Qué habéis dejado para 2036? Amén del corpus natural sobre la contienda (o sea, de los libros escritos por los que la vivieron, de Rafael García Serrano a Max Aub, que casi nadie lee), la mayoría de los autores principales de España se han apresurado a levantar literatura con las ruinas de la batalla. Javier Cercas, Arturo Pérez Reverte, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina… Yo creo que, quien no haya hecho su novela sobre la Guerra Civil, tantas ganas no tendrá, y ya no la va a hacer. Además, no quedan temas, entretelas, episodios novedosos, pues todos han sido minuciosamente destapados en las últimas décadas.

Confiaba uno en el olfato comercial de nuestros autores, que estarían reservando para 2036 su Gran Novela Española Fratricida, pero al final, dentro de doce años, no tendremos otra cosa que una serie de Netflix sobre los asnos muertos en la batalla del Ebro. Es lo único que nadie ha contado: esos asnos muertos.

placeholder El escritor Andrés Trapiello. (EFE/Carlos Ruiz B)
El escritor Andrés Trapiello. (EFE/Carlos Ruiz B)

Viene todo esto a que Andrés Trapiello ha escrito un libro muy bueno sobre los arrastreros de la Guerra Civil, o sea, sobre los primeros años de posguerra. Como es obvio, todo en su relato toca Guerra Civil, pues el arco de los personajes, como dicen en las series de televisión, empieza con lo que sea que hicieron en el 36. El destino de los españoles empezó en 1936. Antes no había destino, más allá de la taberna.

El libro se titula Me piden que regrese (Destino) y es la tercera intentona o iteración del autor sobre los mismos materiales. ¡Al final le ha salido una bien! Iterar, como saben en ciencias, es probar varias veces, ir acercándose, refinar y replantear al objeto de dar alguna vez en el clavo. La obsesión de Trapiello es un atentado de la guerrilla antifranquista contra una sede de Falange en Cuatro Caminos (Madrid). Lo abordó verazmente en La noche de los Cuatro Caminos (2001), y lo amplió en doscientas páginas con Madrid 1945 (2022). ¿Se quedó contento? No, tenía que hacer una novela, también. Al final es mejor inventarse las cosas.

La novela tiene unas primeras cien páginas maravillosas. Por un lado, sacude un patrón que Arturo Pérez Reverte también ha reverdecido con sus últimas novelas, como es el relato de espías. Por otro, abunda en el retrato casi sensitivo de la vida del Madrid en los años 40, a la manera de Castillos de fuego, de Ignacio Martínez de Pisón. Es muy interesante pensar qué diferencia a unos autores de otros, y qué hace sus novelas, tan parecidas, libros completamente distintos. Podemos hablar de quién escribe mejor y de quién se ha documentado más, pero en realidad hay algo tonal, fondeado, que se impone a esas disciplinas. Es carisma, la propia mirada moral del autor.

Así, si en Pérez Reverte (Línea de fuego) prima la acción, y en Martínez de Pisón, los personajes, en Trapiello hay como una climatología del objeto (¡valga el rizo!), un amor inverosímil por las cosas. Me piden que regrese, es, aparte de otros méritos, un evangelio del objeto antiguo, de la calle desaparecida, del calor y del frío que ya no existen.

Si algo deslumbra en la novela son las descripciones, un parrafito para cada personaje que entra, para toda casa que se penetra

Por ello, si algo deslumbra en la novela son las descripciones, un parrafito para cada personaje que entra, para toda casa que se penetra, y para toda calle y todo paisaje. Es normal, obligatorio, describir de arriba abajo a un protagonista, y a su novia, pero no tiene mayor sentido dar cuenta de las pintas de un malandrín que va a ocuparnos sólo una página. Sin embargo, esas descripciones innecesarias son el cimiento de la propuesta de Trapiello. No dice ninguna tontería (por una vez) la editorial en la contracubierta cuando afirma: "Madrid como nunca lo habías visto". Es verdad.

En una extraña vinculación con lo anterior, tenemos los diálogos, asimismo magistrales. Diría uno que la práctica específica del diálogo deberían dominarla autores más bien asilvestrados, con mucha calle y algo menos lecturas, y no un señor, Trapiello, embotado en libros durante toda la vida. Sin embargo, sus diálogos de hombres y mujeres de los años 40 suenan casi magnetofónicos, nutridos quizá por la lectura de decenas de novelas de la época, y por las películas del periodo. Como digo, hay algo aquí, en la cosa y la palabra, en la atmósfera y la oralidad que va de la mano, como si Trapiello acertara lo mismo a describir una covacha que un piropo en la Gran Vía.

Finalmente, la novela que quieren que leamos trata de Benjamin Smith, americano/español de vuelta a casa con una misión largamente misteriosa. Trapiello vuelca aquí muchas lecturas y saberes, y nos lleva por las inclusas (orfanatos), la Dgs (donde ahora está Ayuso), las infraviviendas del Rastro y los pisazos del barrio de Salamanca. Todo lo conoce como si lo hubiera edificado él. Vemos comunistas huidizos y diplomáticos comparseros, policías miserables, presos innecesarios y un gran dolor de ciudad destruida. La trama se sigue con gusto y entereza, incluso cuando sale de Madrid y vive sus zarandeos montaraces. Es muy de hacer una película, este libro, también les digo.

El libro, como supondrán, no es de derechas ni de izquierdas, así que será considerado excesivamente de derechas

Con todo, hay un par de tramos un tanto desacertados, donde los personajes hablan de más, pero no en parlamentos recíprocos chispeantes, como en el resto, sino en largos monólogos entreverados que duran más de lo que este lector desearía. Uno de esos tramos aborda la política, muy por lo menudo; y el otro, el amor, también minuciosamente. No tengo nada contra las novelas de amor, salvo si lo ponen todo perdido de caramelo.

Pasados estos baches, la novela vuelve a su ser, que es contar el Madrid de 1945 tomando como pulso un atentado y siguiendo la vida de un hombre de clase baja que enamora a una niñata con plaza en el Palace. El libro, como supondrán, no es de derechas ni de izquierdas, así que será considerado excesivamente de derechas. Ahí hila fino el autor, dando espacio a la mezquindad de ambos lados y sabiendo que con esto no vamos a ganar el premio Nacional.

Pero ganamos una gran novela para la posteridad, que es más digno.

Llevo años esperando con ilusión el centenario de la Guerra Civil Española. No me negarán que no hablamos de un centenario cualquiera. Nadie que asista a esta efeméride volverá a contemplar nada similar en toda su vida. Será la resurrección, reparación, reinserción y recauchutado de todos los fantasmas nacionales. Yo esperaba un aparatoso aquelarre cultural, fanático hasta el delirio, muy concurrido. Esperaba, de hecho, otra guerra civil, pero con libros y películas y declaraciones. Sin embargo, algo me dice que vamos a llegar a 2036 un poco desinflados.

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