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Mi primera comunión comunista
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Alberto Olmos

Mala Fama

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Mi primera comunión comunista

La séptima mujer consecutiva ganadora del premio Tusquets nos presenta un libro que nada tiene que ver con lo que dicen que es

Foto: Una mujer contempla el palacio del presidente Ceausescu en Bucarest en 1989. (Bernard Bisson/Sygma via Getty Images)
Una mujer contempla el palacio del presidente Ceausescu en Bucarest en 1989. (Bernard Bisson/Sygma via Getty Images)
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Supongo que a usted Rumanía le interesa tanto como a mí. Por desgracia, me persiguen los libros sobre Rumanía. No tengo ni el más mínimo interés en Rumanía, pero ya he leído dos novelas sobre Ceaucescu. Me parecen muchas, dado mi afán por no leer sobre Ceaucescu. Una de esas novelas fue La libertad (1998), de Ignacio Vidal-Folch. La otra es ésta que hoy les traigo al albero.

La casa limón ganó el XX premio Tusquets de Novela. Su autora es Corina Oproae, traductora mientras tanto. Se impuso a más de 700 concursantes, gracias al ojo clínico de Antonio Orejudo y Bárbara Blasco, entre otros árbitros.

Por masoquismo, abrí sus primeras páginas en Amazon, cuyo servicio de "vista previa" frecuento mucho. Me parecieron tan malas que se las pasé a un amigo escritor. "Bochornoso", me dijo. Estábamos los dos muy felices de saber distinguir la mala literatura en Amazon.

placeholder 'La casa limón' de Corina Oproae.
'La casa limón' de Corina Oproae.

Como no puedo estar más harto de la "completa basura", me hice con el libro en papel y no era otra mi intención que ponerlo a parir. Lo abrí con ese deseo muy adentro, en plan mala persona. Nada indica que Corina Oproae vaya a salir de esta reseña pensando que soy una buena persona, también les digo.

Pasa algo raro con los libros, los buenos y los malos, y con las expectativas que uno arroja sobre ellos. Recuerdo, a mis 18 años, decirle a una amiga que La colmena era increíble (la de Cela, claro), absolutamente maravillosa. Luego, por reafirmarme, ya a solas, me volví a leer su primera página. Y no me dijo nada.

En rigor, 'La casa del limón' es la misma cosa insoportable que llevamos toreando casi diez años: te voy a contar mi vida, amiguito, mis vicisitudes una detrás de otra

El caso es que La casa limón, en papel, y por las malas, no era realmente tan horrible. La prosa fluye, sencilla, inocentona, y va construyendo un pasado. En rigor, es la misma cosa insoportable que llevamos toreando casi diez años: te voy a contar mi vida, amiguito, mis vicisitudes una detrás de otra. Como la autora es rumana, sus vicisitudes son rumanas, que es mucho mejor que si fueran de Valladolid.

El libro no me ha gustado, pero ya no lo sitúo en la caja de la "completa basura". Lo más curioso de La casa limón es lo que Tusquets cree que ha publicado, y lo que el jurado cree que ha premiado. Ojito: "Narra los últimos años de la dictadura en Rumanía" (Orejudo). "Cuenta la historia de un país" (Silvia Hidalgo, ganadora de la edición anterior). Y: "La casa limón cuenta los años de descomposición del régimen de Ceaucescu desde los ojos de una niña (…), una novela extraordinaria y singular por el testimonio de vivencias históricas de la Europa del Este." (acta del jurado)

A la protagonista le pica una abeja. No sé si eso es una vivencia histórica. Se le muere el padre. O: "Las amígdalas se me llenan de pus semana sí, semana no".

¿Estas cosas sólo pasan en Rumanía, cuando hay comunismo?

Yo no había visto ningún régimen, ninguna descomposición, supongo que porque me leí el libro

Me había acabado el libro y me salió en Discover una reseña en La Razón, firmada por Jesús Ferrer. Ojito: "Logra con este libro un punzante retrato de la descomposición de aquel régimen político."

Yo no había visto ningún régimen, ninguna descomposición, supongo que porque me leí el libro. Ya saben que mi principal defecto como crítico literario es leerme enteros los libros que comento.

Así que volví al volumen y pasé sus páginas una a una. En la página 24 aparece Ceaucescu, en un retrato; en la página 69 se cita la Securitate y al Gran Dirigente. En la página 174, dos palabras: “¡Abajo Ceaucescu!”. En el episodio final (236-248) se relata lo de los Ceaucescu fusilados. En el ABC Historia te lo cuentan mejor y con fotos.

Si le quitamos este puñado de referencias, La casa limón puede ser un retrato de la decadencia de Polonia, de Albania o de Torrevieja, a su gusto. Hay muchas más flores, corazoncitos y mazapanes que comunismo.

placeholder Nicolae Ceausescu y Elena, su mujer, en 1985 con un montón de niños vestidos con el traje nacional rumano. (Getty Images)
Nicolae Ceausescu y Elena, su mujer, en 1985 con un montón de niños vestidos con el traje nacional rumano. (Getty Images)

El libro es muy cursi. Al estar escrito en presente, cuesta. No hay conflicto ni trama, sólo la sucesión de pesares y sentires de la niña. Echa uno de menos maldad, el tono de Fleur Jaeggy en Los hermosos años del castigo o de Agota Kristof en Claus y Lucas. Es como un cuaderno de primera comunión con fusilamientos al final. No en vano, la autora le dedica su novela a quinientas personas por lo menos, muy entusiasmada.

Casi cada pasaje empieza con un verbo, lo que genera una salmodia pesadísima, muy monótona. Hay un empacho de olores y cuquerías de la infancia, con abuelas y eso. Luego se muere mucha gente, lo que le da algún sentido a convertir tu vida en literatura.

Supongo que todos los que no lo han leído dirán que es muy bueno, y que va de los últimos años del comunismo en Rumanía; y los que lo hemos leído, sabiendo que Rumanía no sale, pues no tendremos a nadie con quien hablar de él.

Supongo que a usted Rumanía le interesa tanto como a mí. Por desgracia, me persiguen los libros sobre Rumanía. No tengo ni el más mínimo interés en Rumanía, pero ya he leído dos novelas sobre Ceaucescu. Me parecen muchas, dado mi afán por no leer sobre Ceaucescu. Una de esas novelas fue La libertad (1998), de Ignacio Vidal-Folch. La otra es ésta que hoy les traigo al albero.

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