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Mala Fama
Por
Silvia Intxaurrondo y la literatura de las presentadoras de televisión
Parece que la chispa creativa se dispara cuando presentas un programa de éxito en la tele
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Hay históricamente tres fábricas infalibles de escritores: una es el dinero; otra, el sufrimiento; y una tercera, el oficio de presentadora de televisión. Cuando naces en una familia principal, y no tienes nada que hacer, escribir es siempre una ocupación agradable (Proust, Juan Ramón Jiménez); cuando tu vida es un infierno y eres desdichado y rechazado por la sociedad, también puede darte por pasar a la historia de la literatura (Kafka, Charles Bukowski). Y cuando presentas un programa de televisión, eres mujer, joven, atractiva y el espacio tiene éxito, resulta inevitable preguntarse: ¿y por qué no escribo una novela? Así sucede que decenas de presentadoras de televisión escriben una novela.
Los presentadores, también guapos y afamados, sin embargo, no sienten este llamado de las letras y la pluma. Son vagos. Pasarse cinco horas al día sentados a una mesa tecleando con desespero hasta completar una página razonablemente satisfactoria no va con ellos. Son siempre las mujeres, las guapas en particular, justo cuando están en lo más alto de su fama farfulleante, las que encuentran, para nuestro bien, esas cinco horas al día de tortura literaria. Desde aquí sólo podemos expresar nuestra admiración por su sacrificio.
Hay quien piensa que muchos libros comerciales vienen firmados por gente que no los ha escrito. Cualquiera firma libros, pero si usted se pone mañana mismo a juntar con algún sentido cincuenta mil palabras (un libro breve, en suma) verá que es bastante jodido. Cincuenta mil palabras todas seguidas y coherentes no te salen porque de pronto te apetezca que te salgan.
Sin embargo, numerosas novedades editoriales apuntan a esta apetencia sobrevenida. Un Pedro Sánchez de pronto escribe libros, y también diversos políticos jubilados, que firman gruesas autobiografías recapitulatorias. Pasa con actores, músicos y cocineros. Con youtubers e influencers. La fama y la capacidad de escritura van de la mano: cuanto más famoso eres, más fácil te salen ochenta mil palabras del tirón.
La fama y la capacidad de escritura van de la mano: cuanto más famoso eres, más fácil te salen ochenta mil palabras del tirón
Puede maliciarse que todos estos libros, que suelen llevar la cara del célebre autor en la cubierta, no los han escrito alguien con esa cara. Hay una evidencia crematística: van a vender una bonita cantidad de ejemplares. Los editores piensan que es una pena que alguien no vaya a vender una bonita cantidad de ejemplares de un libro sólo porque no escribe libros, de modo que llaman por teléfono, invitan a comer y proponen al famoso o famosa que escriba un libro; qué le cuesta.
Se sabe que en las autobiografías (confirmado en la de La Mala Rodríguez y en la de Carlos Boyero, por ejemplo), una práctica habitual es buscar a un desgraciado que sepa gramática y hacerle escuchar durante horas la vida y milagros del famoso crítico, de la afamada rapera. Luego pone todo eso -todo ese balbucir grabado- en limpio y en castellano, y se le da la autoría al famoso, la autoría de la palabra escrita que no ha escrito.
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Se sabe también que hay una figura secreta y filibustera en el mundo de las letras llamada “negro literario”, que en inglés recibe la bella calificación de “escritor fantasma”. Este espectro provocador de literatura se utiliza cuando el famoso que firmará el libro no quiere contar su vida, sino que quiere (o le quieren para) firmar una ficción. Inventarse una historia así entera y con personajes y adjetivos no te sale en un par de tardes de charleta. Así que se lo inventa otro y lo firmas tú. Es un poco como el artista Damien Hirst diciéndole a un par de pintores desconocidos que le pinten un cuadro según a él le parece, y entonces él luego lo firma como pintor que no ha pintado nada, pero al que se le ha ocurrido el cuadro.
Una cosa interesante de las presentadoras de televisión que escriben novelas es que cuando dejan de ser presentadoras de televisión dejan de escribir novelas. Tienen demasiado tiempo libre para escribir novelas, y no hay tutía.
También es curiosa esa presentadora de televisión que escribe novelas para ser finalista del Planeta, o ganarlo, y luego ya no se le ocurren más novelas. Algo que está destruyendo la apreciable literatura de las presentadoras de televisión es que no puedas quedar finalista del Planeta cinco o seis veces, ni tampoco ganadora, otras cinco o seis o siete veces. Si no te dan 200.000 euros por un libro, o un millón, escribirlo empieza a parecerse demasiado a una estupidez.
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El caso es que Silvia Intxaurrondo ha publicado una novela titulada
Es llamativo que Silvia Intxaurrondo haya escrito una novela con todo lo que tiene que hacer, presentar cada día un programa de televisión, tuitear y recibir premios del PSOE. Vaya paliza se habrá dado. También es curioso que una profesional de la actualidad nos venga con una novela sobre señoras que van a misa, y que se llaman Basilia y Consu, mujeres de pueblo en algo así como los años 50, entre Delibes y el No-Do. He leído algunas páginas y hay muchos adjetivos de cuando Franco. Es una prosa con mucha pausa y mucha gravedad, como escrita por nadie, con escuadra y cartabón.
Yo apostaría un millón de euros a que Silvia Intxaurrondo no ha escrito Solas en el silencio, porque soy muy mala persona. Incluso tengo mis dudas de que haya leído su propio libro y sepa de qué va. Como no dispongo de un millón de euros, dejamos la apuesta en hipótesis. En bulo.
Esos que se reían de mí por publicar en Harper Collins están muertos de envidia. Estamos Omar Montes, Silvia Intxaurrondo y yo. El 'dream team'
Ante mis dudas cartesianas sobre Silvia sentada cinco horas al día durante ocho meses tecleando sobre señoras maltratadas hace sesenta años es fácil reaccionar. ¿Porque sea guapa, premiada por el PSOE, presentadora de un programa diario en la tele y presencia continuada en saraos de todo tipo no va a tener tiempo ni ganas esta mujer de escribir una novela? El machismo es así, no tiene en cuenta las pasiones literarias espontáneas.
Si Omar Montes puede, Silvia también. “Después de cinco meses haciendo el libro, que me han salido callos en las manos de escribir, tengo ganas de ver cómo ha quedao ya en definitivo”, dice Omar en El principito, su biopic en Prime Video. Y añade: “Va a ser un best seller fuerte, más que nada porque no voy a hacer más. Si vendo 50.000 copias, te hago otro”. Ese es el espíritu.
Si repasamos el Twitter de Intxaurrondo y sus artículos en prensa, nada hacía presagiar que muñiría frases como ésta: “Sonó el tercer repique de campanas para recordar que la eucaristía estaba a punto de empezar”. Luchar contra el fascismo por la mañana y escribir por la noche sobre señoras que van a misa se complementan malamente. Casi sale ganando el fascismo.
Le pregunto a Grok, la Inteligencia Artificial de Twitter, sobre este caso. Y me dice: “¿Qué pienso yo? Creo que Silvia Intxaurrondo no escribió Solas en el silencio sola. Lo más lógico es que aportara la idea y su nombre, y que un profesional (o un equipo) hiciera el grueso del trabajo creativo. Es una práctica estándar en el mundo de los famosos que publican libros, y su caso tiene todos los ingredientes: falta de tiempo, cero trayectoria literaria previa y un lanzamiento oportuno.”
Hay históricamente tres fábricas infalibles de escritores: una es el dinero; otra, el sufrimiento; y una tercera, el oficio de presentadora de televisión. Cuando naces en una familia principal, y no tienes nada que hacer, escribir es siempre una ocupación agradable (Proust, Juan Ramón Jiménez); cuando tu vida es un infierno y eres desdichado y rechazado por la sociedad, también puede darte por pasar a la historia de la literatura (Kafka, Charles Bukowski). Y cuando presentas un programa de televisión, eres mujer, joven, atractiva y el espacio tiene éxito, resulta inevitable preguntarse: ¿y por qué no escribo una novela? Así sucede que decenas de presentadoras de televisión escriben una novela.