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'Mujeres radicales del mundo': el libro de las valientes que la Historia borró
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Henar Álvarez

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'Mujeres radicales del mundo': el libro de las valientes que la Historia borró

El volumen recorre la historia de algunas mujeres valientes que llevaron vidas salvajes, emocionantes, que con su ímpetu y afán revolucionario cambiaron el mundo

Foto: Ilustración de Mirimam Klein para 'Mujeres radicales del mundo'. (Capitán Swing)
Ilustración de Mirimam Klein para 'Mujeres radicales del mundo'. (Capitán Swing)

Me gusta la palabra radical. Me encanta. Sobre todo cuando se trata de derechos humanos. Explicadme cómo se puede pelear a medias por un mundo más justo. Radical es una palabra denostada que los medios de comunicación han explotado para deslegitimizar causas loables. En la lucha por los derechos de la mujer se alude constantemente a la radicalidad de aquellas comprometidas con el fin de, tirando de cliché, dibujar a estas incansables como histéricas, exageradas, odia hombres y malfolladas. Qué absurdez. Son radicales porque no se conforman con las migajas. ¿Qué significaría ser moderada cuando hablamos de feminismo? ¿Qué nos peguen pero poco? ¿Una vez al año como en Rusia? Después de 300 años de lucha por la igualdad seguir demandándonos pedagogía, paciencia y un tono calmado ante innegables injusticias es una completa tomadura de pelo. El tiempo se ha acabado.

Pero además de este significado, cuando hablamos de feminismo con el apellido radical, también nos referimos a una corriente que se asienta durante la década de los setenta y que defiende buscar la raíz del sistema de dominación del hombre sobre la mujer. Aquellas pensadoras se preguntaron por qué en una sociedad en la que las leyes no discriminan por sexo se continuaba perpetuando el régimen patriarcal. Llegaron a la conclusión de que lo personal era político y que la opresión se ejercía a través de las relaciones de dormitorio. Las dos obras fundamentales de este periodo son 'Política sexual' de Kate Millet y 'La dialéctica del sexo' de Sulamith Firestone. Defendían que no bastaba con rescatar el espacio público que nos pertenece, también había que transformar el privado.

Foto: Leticia Dolera, en una imagen de archivo. (Gtres)

Además, las feministas radicales destacaron por sus protestas mediáticas. Una de las primeras acciones en convertirse en noticia consistió en boicotear la edición de Miss América de 1968. Lanzaron maquillaje, zapatos de tacón y sujetadores. Denunciaron así que estaban cansadas de que nos catalogaran como a un mueble que necesita tener unas medidas determinadas para encajar en un rincón. Teniendo en cuenta ambas acepciones, yo me definiría como mujer radical radical.

placeholder 'Mujeres radicales del mundo'. (Capitán Swing)
'Mujeres radicales del mundo'. (Capitán Swing)

Hace unos días cayó en mis manos el libro 'Mujeres radicales del mundo', de Kate Schatz y Miriam Klein Stahl (Capitán Swing). El título llamó mi atención. Soy muy partidaria de adueñarnos de los términos que se utilizan para desacreditarnos: hacerlos propios es la mejor forma de desactivarlos como insulto. El libro recorre la historia de algunas mujeres valientes que llevaron vidas salvajes, emocionantes, que con su ímpetu y afán revolucionario cambiaron el mundo. Sin duda, eran mujeres radicales. Presidentas, futbolistas, músicas, médicos, pintoras, faraonas, activistas. Son todo aquello que los libros de texto que estudiamos en los colegios e institutos negaron que pudiéramos ser. Porque quienes manejaban los hilos, en un acto de radicalismo del malo, nos borraron de un plumazo.

placeholder La momia de la reina Hatshepsut.
La momia de la reina Hatshepsut.

En este sentido, me sorprendió especialmente la biografía de Hatshepsut, la primera y única faraona del Antiguo Egipto. Cuando su hermanastro murió el poder recayó sobre su hijastro Tutmosis III. Ella gobernó durante unos años como regente y después se proclamó faraón(a). Ordenó que se la representara con barba y turbante. En algunos grabados aparece también con un musculoso cuerpo masculino. Utilizó las imágenes para transmitir a su pueblo que podía gobernar igual que lo habían hecho los hombres. Encargó cientos de proyectos arquitectónicos, levantó templos e importantes monumentos y su templo funerario ha sido reconocido como una de las más importantes obras de la arquitectura egipcia. Con semejante herencia, ¿cómo es posible que no supiéramos de su existencia? Es obvio que Hatshepsut pretendía ser inmortal a través de su obra, quizá pretendía que todas las generaciones posteriores supieran que una mujer reinó en Egipto. Sin embargo, borraron su rastro. No quedó ni una sola inscripción con su nombre y su cara fue eliminada de los bustos.

Esto sigue sucediendo. Los libros de texto, las colecciones de pensadores, las exposiciones y series documentales de diversas etapas de la humanidad continúan sin tener en cuenta a todas las mujeres radicales que dieron los primeros pasos para que esta semana, este jueves 8 de marzo, vaya a pasar a la historia. Esta vez no podrán eliminarlo. La próxima vez que alguien te tache de radical, asiente con la cabeza y sonríele de medio lado. Y apostilla: “Radical, radical, para ser exactos”.

Me gusta la palabra radical. Me encanta. Sobre todo cuando se trata de derechos humanos. Explicadme cómo se puede pelear a medias por un mundo más justo. Radical es una palabra denostada que los medios de comunicación han explotado para deslegitimizar causas loables. En la lucha por los derechos de la mujer se alude constantemente a la radicalidad de aquellas comprometidas con el fin de, tirando de cliché, dibujar a estas incansables como histéricas, exageradas, odia hombres y malfolladas. Qué absurdez. Son radicales porque no se conforman con las migajas. ¿Qué significaría ser moderada cuando hablamos de feminismo? ¿Qué nos peguen pero poco? ¿Una vez al año como en Rusia? Después de 300 años de lucha por la igualdad seguir demandándonos pedagogía, paciencia y un tono calmado ante innegables injusticias es una completa tomadura de pelo. El tiempo se ha acabado.

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