Es noticia
Daniel Sánchez Arévalo camina con su espina
  1. Cultura
  2. Un Prado al día
Peio H. Riaño

Un Prado al día

Por
Peio H. Riaño

Daniel Sánchez Arévalo camina con su espina

El tiempo enseño al director de cine que 'El Espinario' es la metáfora perfecta de la vida, "porque todos llevamos una espinita clavada y hay que acostumbrarse a caminar con ella"

Foto:

“Yo rompí El Espinario. No el del Museo del Prado, pero con iguales o peores consecuencias. Un salto mal calculado por encima de una butaca obró la tragedia. Hasta ese día, esa escultura era el elemento decorativo estrella de nuestro salón. A mí me fascinaba. Y me pasaba horas observando la planta del pie del niño.

- Hijo, ¿qué buscas?

- La espina, para quitársela”.

La mayoría de las veces es invisible, y por mucho que la busquemos, no vamos a dar con la espina. Hay que dejar de hurgarse y acostumbrarse a caminar con ella

El niño y adulto es el cineasta Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970), director de La gran familia española (2013), Primos (2011), Gordos (2009) y AzulOscuroCasiNegro (2006). Ha señalado la copia del famoso bronce helenístico, que representa a un niño quitándose una espina del pie. El vaciado fue encargado en 1650 por Velázquez, durante su estancia en Roma, para la decoración del Palacio del Alcázar de Madrid. Se ha conservado en las colecciones reales hasta hoy. El hijo del gran ilustrador José Ramón Sánchez continúa su relato:

“Años después me reencontré con la escultura en el Prado. Lo primero que experimenté fueron ganas abrazarla. Luego de robarla. De llevármela a casa y restaurar mi honor. Pero no me pareció muy viable a juzgar por la cara con la que me miraba un guardia de seguridad. Lo segundo que me llamó la atención fue que era igual, pero no era igual. Nuestra réplica era de yeso, o escayola, blanca. Esta era de bronce”.

“Después no pude evitar buscar la espina. A lo mejor esta sí tenía la espina, sí se podía ver. Pero tampoco. Salvo el material y el color, era exacta. Por último me llevé una de las lecciones más importantes de mi vida. Era una copia. La original estaba en Roma. Y encima era obra de "Anónimo". Me impresionó mucho que algo que nadie sabía quién lo había hecho y que ni siquiera era original, había acabado expuesto en la colección permanente del Museo del Prado”.

“¿Por qué me castigaste si no era la buena? Yo pensaba que la de casa era la buena”, le dije a mi padre. Y él: "Porque todas son buenas, Dani. No importa si es o no la original. Lo que importa es el significado que tiene para ti. Todo en la vida es una copia, hijo. Lo que no es plagio es tradición. Está todo inventado. Lo único que cambia es tu visión”.

“El tiempo me enseñaría que El Espinario es la metáfora perfecta de la vida, porque todos llevamos una espinita clavada, y la mayoría de las veces es invisible, y por mucho que la busquemos, no vamos a dar con ella. Hay que dejar de hurgarse y acostumbrarse a caminar con ella. El Niño de la Espina eres tú. Y la espina es tu amiga”.

“Yo rompí El Espinario. No el del Museo del Prado, pero con iguales o peores consecuencias. Un salto mal calculado por encima de una butaca obró la tragedia. Hasta ese día, esa escultura era el elemento decorativo estrella de nuestro salón. A mí me fascinaba. Y me pasaba horas observando la planta del pie del niño.

Museo del Prado
El redactor recomienda