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Las preocupantes señales que me llegan de la sociedad española
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Marcos Eguiguren

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Las preocupantes señales que me llegan de la sociedad española

Hace semanas que recibo señales. No se preocupe demasiado, no anticipo una invasión extraterrestre, ni un apocalipsis zombi, aunque lo que pueda ocurrir sea también preocupante

Foto: María Jesús Montero, ministra de Hacienda en funciones. (EFE/Zipi)
María Jesús Montero, ministra de Hacienda en funciones. (EFE/Zipi)
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Hace un par de semanas se nos alertaba de que los técnicos de Hacienda estaban solicitando eliminar la deducción por declaración conjunta en el IRPF, lo cual afectaría negativamente a unos tres millones de contribuyentes. Mientras tanto, la propaganda gubernamental lleva tiempo bombardeándonos con la campaña “No es magia, son tus impuestos”, en la que nos recuerda la de cosas magníficas que se hacen gracias a estos. En los últimos meses, hemos visto cómo se llevaban a cabo numerosas oposiciones relacionadas con las ofertas de empleo público. Hace poco, se nos anuncia como gran noticia que los jubilados verán revalorizadas sus pensiones alrededor de un 4% como consecuencia de la inflación y, a las pocas horas, el FMI avala la previsión delGobierno de España de reducir el déficit público hasta el 3% en 2024. A todo ello, añádale usted que los crecientes tipos de interés poco a poco irán influyendo en la carga de la ingente deuda pública nacional y en los costes que habrá que pagar por la misma o que la geopolítica nos empuja, como a otros países, a un incremento de los gastos de defensa.

Pueden parecer noticias inconexas, pero ¿no le parece a usted que son señales? Hay muchas más, se lo aseguro, pero casi todas ellas apuntan en la misma dirección. En los próximos meses y años, de no remediarlo un milagro, las administraciones públicas del país se lanzarán, cual Indiana Jones, en busca de la base imponible perdida. Y lo harán con todas las herramientas, que no son pocas, a su alcance. Tiemble.

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No quiero detenerme en ninguna de las señales en particular, pero, si me permite una sencilla reflexión acerca del incremento de las pensiones —aunque yo estoy a punto de ser un beneficiario de las mismas y a nadie le amarga un dulce—, le juro que me inquieta esa continua revalorización con base en el IPC sin un debate más sosegado. Según relaté en estas mismas páginas el pasado 1 de septiembre en el artículo “Pensiones: quo vadis?”, no creo que el sistema del que disfruta España sea el más adecuado, por muy diversas razones. Existen evidencias de que, por término medio en los últimos años, las pensiones se han revalorizado más que los salarios medios. Además, si esos salarios medios en España son inferiores a los de otros países europeos y ello puede explicarse por una productividad relativamente más baja de la economía española, no entiendo por qué la revalorización de las pensiones, que no dejan de ser salarios diferidos, se escapa de esa mirada hacia la productividad. Habría que echarle un pensamiento al tema. En fin, ya se lo decía, me inquieta.

Pero, volvamos a nuestras señales. La más impactante que he recibido recientemente han sido los mensajes que intercambié hace un par de semanas con un buen amigo y excelente profesional que ocupa un cargo relevante en uno de los ministerios del ámbito económico. Como comentario a mi artículo “Nueva coalición de progreso en España. ¿Cuánto nos va a costar la broma?”, publicado en estas páginas el 29 de septiembre y en el que yo criticaba la querencia del actual Gobierno por las subidas de impuestos, me respondía ese amigo que no estaba siendo justo porque, según él, en la próxima legislatura, dada la coyuntura y la vuelta a la disciplina fiscal europea, cualquier Gobierno, fuera del color que fuera, se vería obligado a apretar las tuercas a los contribuyentes.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (EFE/Javier Lizón)

Lo cierto es que debo reconocer que mi amigo, persona brillante, aunque no siempre estemos de acuerdo en todo, lleva razón. Es muy probable que, sea el que sea el Gobierno que nos acompañe en los próximos cuatro años, en mayor o menor medida, se vea obligado a subir la presión fiscal. La coyuntura obliga y los compromisos adquiridos son mayúsculos. Pero, cuando escribía aquellas líneas, yo estaba pensando en una visión de más largo plazo. Un Gobierno determinado puede verse obligado a subir cargas temporalmente mientras en el largo plazo facilita una cultura austera y razonable de la gestión de lo público y con una visión clara de país, o puede subir esas cargas porque siempre está en su ADN intentar solucionar supuestos problemas dando preeminencia a lo público y con cargo al bolsillo del contribuyente.

Las muchas señales a las que me refería no solo indican que asistiremos a subidas impositivas. Indican algo peor, que lo seguiremos haciendo sin una revisión en profundidad del gasto público y del sistema impositivo español, que hace décadas que se precisa. Seguiremos parcheando, quitando un poco de allí y poniendo otro poco allá, a ver si nos salen las cuentas, sin una visión clara y sensata de lo que debe ser lo público y de su porqué. O, como decíamos en el sector financiero, hace muchos años cuando yo era un joven ejecutivo, seguiremos cuadrando balances a martillazos.

Seguiremos parcheando a ver si nos salen las cuentas, sin una visión clara y sensata de lo que debe ser 'lo público' y de su porqué

Me gustaría ver otro tipo de señales. La de los principales actores políticos llegando a acuerdos de largo plazo. Consensuando, para los próximos 25 años, cuál ha de ser la estructura de gasto público del país, qué Administración tiene que hacer qué y cuáles son los gastos necesarios y cuáles los superfluos, con una visión no ideologizada ni subvencionada de la sociedad. Cómo gastamos el dinero de todos y, sobre todo, por qué tenemos que gastarlo. Me gustaría ver cómo se debate una revisión en profundidad del sistema fiscal para hacerlo mucho más sencillo, transparente y justo. Progresivo sí, pero extractivo no. Respetando la creación de riqueza que representa el sector privado en todas sus acepciones: talento, trabajo y capital, y aceptando su papel preeminente en la búsqueda del bienestar. Me gustaría que se debatiera sobre cómo las administraciones públicas pueden ayudar al incremento de la prosperidad de todos haciendo las cosas fáciles y no entrometiéndose en ellas más de lo imprescindible. Me gustaría que la acción de lo público incentivara la actividad y la igualdad de oportunidades en lugar de desincentivarlas o limitarlas. Me gustaría…

Sí, querido lector, me gustaría observar otro tipo de señales, pero lamento decirle que no se adivinan en el horizonte. Mientras seguimos esperando un milagro y que algún día se dé un cambio copernicano en el ámbito político que permita una segunda transición en la definición del rol y la financiación de lo público, vaya preparando su chequera. Ya sabe: son señales.

Hace un par de semanas se nos alertaba de que los técnicos de Hacienda estaban solicitando eliminar la deducción por declaración conjunta en el IRPF, lo cual afectaría negativamente a unos tres millones de contribuyentes. Mientras tanto, la propaganda gubernamental lleva tiempo bombardeándonos con la campaña “No es magia, son tus impuestos”, en la que nos recuerda la de cosas magníficas que se hacen gracias a estos. En los últimos meses, hemos visto cómo se llevaban a cabo numerosas oposiciones relacionadas con las ofertas de empleo público. Hace poco, se nos anuncia como gran noticia que los jubilados verán revalorizadas sus pensiones alrededor de un 4% como consecuencia de la inflación y, a las pocas horas, el FMI avala la previsión delGobierno de España de reducir el déficit público hasta el 3% en 2024. A todo ello, añádale usted que los crecientes tipos de interés poco a poco irán influyendo en la carga de la ingente deuda pública nacional y en los costes que habrá que pagar por la misma o que la geopolítica nos empuja, como a otros países, a un incremento de los gastos de defensa.

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