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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Ñoquis también en España

Los ñoquis de aquí son más correosos, pendencieros y hábiles. Algunos infantiles. Están infiltrados en la Administración y la política. Se protegen entre ellos, anulando el trabajo del buen funcionario

Foto: Los jugadores de póquer son buenos 'traders'. (iStock)
Los jugadores de póquer son buenos 'traders'. (iStock)

El infantilismo sustituye al bipartidismo. ¿Qué fue si no la sesión circense inaugural del pasado miércoles en el Congreso? ¿Otra generación de ñoquis electos?

La primera medida de Macri, flamante presidente argentino, es poner a los ñoquis en la calle. Los ñoquis de aquí son más correosos, pendencieros y hábiles. Algunos infantiles. Están infiltrados en la Administración y la política. Se protegen entre ellos, anulando el trabajo del buen funcionario, toda iniciativa parlamentaria que afiance los derechos humanos en vez de recortarlos y el buen funcionamiento de este país.

La diferencia entre los ñoquis argentinos y los españoles es que los de allí cobran sin trabajar y no toman decisiones, lo cual es un alivio. Los de aquí legislan y dan lecciones de eficacia y buen gobierno, sin darse cuenta de que son los besugos del póquer.

Besugo o ñoqui

Si un jugador de póquer no sabe quién es el besugo de la mesa, es que el besugo es él. Si un legislador, gobernante o juez no sabe quién es el ñoqui del negociado, es que el ñoqui es él.

Mientras en Argentina no es demasiado difícil identificar a los ñoquis, la mayoría solo aparecen en su lugar de trabajo el día de cobro, en España están infiltrados en la Administración y la política. No solo cobran. Hacen como que trabajan. Y toman decisiones, lo cual es peor.

Peores son los ñoquis que, a cambio de prerrogativas injustas y emolumentos que no son merecidos, aprueban leyes que ni leen ni entienden. La disciplina de voto, el totalitarismo infiltrado en los partidos, les obliga a validarlas, so pena de ser excluidos de las listas de la siguiente legislatura o privados de poltrona giratoria o un exilio dorado, una vez cesen y dejen de hacer daño. ¡Qué hábiles se han vuelto las élites extractivas!

Si su analfabetismo funcional se lo permitiera, constatarían cómo durante las últimas legislaturas, incluyendo la que acaba de finalizar, han aprobado baterías de leyes infumables y mal redactadas, indignas de una democracia liberal que base su funcionamiento en el imperio de la justicia, el respeto a la presunción de inocencia y la clase media.

No se quejen de que pierdan votos. A lo mejor lo que pretenden es instaurar una “democracia no liberal”, como en Polonia. Vamos camino de ello, acercando al mismo extremo la izquierda y la derecha, hermanando la intransigencia.

Una legislación medioambiental hipócrita

Leyes siempre dispuestas a ser aplicadas por elementos ñoquis de la justicia, dejando desprotegido al ciudadano normal. No así a los integrantes de la casta, que para eso disfrutan de exclusivo tribunal protector de tropelías y cacicadas, y una fiscalía que aplica doble rasero. Hasta que la radicalidad emergente utilice tales leyes para tomar revancha, intentando dar la vuelta a la tortilla, a la manera venezolana.

Leyes hipócritas que anulan la presunción de inocencia y criminalizan por defecto al buen empresario, por ejemplo, mientras el corrupto o el miembro de la casta queda impune, para variar.

Como las que dificultan el reciclaje y tratamiento de residuos peligrosos, siendo preferible abandonarlos o exportarlos, para que los negritos se envenenen con sus componentes químicos a cambio de un mísero sustento y enfermedades de por vida, como pasa con los ordenadores viejos o los móviles enviados por barco a África. Ojos que no ven, corazón que no siente.

No extrañe, pues, que se quieran venir. Sorprende más que, cuando ya están aquí, unos pocos puedan cometer atropellos como los de Colonia. ¡Qué extraño es el ser humano!

Temor que Merkel pretende atajar, porque uno vejó y 99 no lo hicieron, promulgando leyes demenciales a la manera española. O cagaleras como las del presidente Hollande que le obligan a replicar con precipitación, en vez de decidir con serenidad, cual estadista que no es. Endurecer la ley es la palabra maldita, santificada por la corrección política en Europa y en EEUU. ¿Qué fue de la sociedad civil?

Un equilibrio entre libertad y seguridad

Las democracias occidentales siempre han basculado entre libertad y seguridad, buscando un equilibrio. En tiempos de ETA, España no se dejó llevar por el pánico. Legislador, Gobierno y policía actuaron con serenidad y paciencia. Desapareció.

Durante las últimas legislaturas, el soniquete de moda pregona endurecer leyes sin necesidad ni demora. En España hemos instaurado la cadena perpetua y múltiples mordazas preventivas que imponen la autocensura, cuando en los años del horror terrorista se consideró innecesario. El nuevo Código Penal y las nefastas leyes integrales promulgadas, avaladas por sectores extremistas de la judicatura, han privado de la presunción de inocencia al ciudadano normal.

Sistema que genera 'ninis' y delincuentes futuros, al obligar a niños y adolescentes a crecer en ambientes agresivos, a causa de sus decisiones judiciales disparatadas. Que no respetan el Convenio Europeo de Derechos Humanos, debido a que demasiados jueces y fiscales, desgraciadamente, se pasan por el arco del triunfo la Constitución y toda decencia igualitaria.

Sistema que genera ninis y delincuentes futuros, al obligar a niños a crecer en ambientes agresivos, a causa de sus decisiones judiciales disparatadas

La nueva doctrina legal no distingue entre falta, pecado y delito. Arresta, enjuicia y condena mediante el abominable procedimiento abreviado al ciudadano normal, nunca a la casta. Que anula 'de facto' la doble instancia judicial, por temor a la corrección política y la dictadura mediática. Que aplica protocolos policiales presuntamente ilegales y financia publicidad con dinero público europeo que atenta contra los derechos humanos más elementales, fomentando la delación y el enfrentamiento.

Basta una acusación sin base alguna ni investigación previa, como en tiempos pretéritos, para destruir vidas y reputaciones. Recuérdese el caso Montesinos. Hay otros muchos no tan conocidos. ¿No hay responsables?

La nueva legislación y su aplicación arbitraria, haciendo el juego a la educación acrítica actual, la contribución sofisticada de las nuevas tecnologías y las ideologías totalitarias emergentes, contribuye a formar adolescentes sin criterio embobados en las redes sociales, que muestran los excrementos intelectuales dominantes, que antes o después se convertirán en víctimas del sistema o en extremistas radicales que no respeten el sistema que destruyó su infancia.

No ya en ciudadanos, sino en futuros delincuentes que, al alcanzar la mayoría de edad, se encontrarán en las manos entusiastas de un sistema judicial inquisitorial, que los incriminará sin preguntar cuál fue la causa. Fue el sistema mismo.

Arbitrariedad legal creciente

La arbitrariedad que emana de las leyes promulgadas, la casta judicial que se está imponiendo poco a poco entre las generaciones más recientes que no conocieron la Transición, apadrinadas por lo peor de la profesión, impide a los mismos jueces y fiscales ser ecuánimes e impartir justicia de manera racional, al estar cada vez más imbuidos en la nueva ideología letal y la dictadura de lo políticamente correcto, aplaudidos por los medios más zafios e interesados.

La justicia española está dividida en dos. En jueces y fiscales que se rebelan impotentes a la nefasta ideología que les pretenden imponer, defendiendo como pueden la libertad y los cimientos presuntamente podridos de la justicia. Cada vez son menos.

Y aquellos otros que la han abrazado durante los últimos 15 años. Que aplican con entusiasmo la discriminación positiva, ideología neofascista políticamente correcta cuyo único objetivo es anular los derechos elementales de una parte importante de la población, destrozando sus vidas.

La naturaleza amenazada por la legislación

Justicia que convierte en delito cualquier falta administrativa inocua, porque carecía de papel timbrado o póliza de peseta, o que fomenta la denuncia falsa. Lo único que consigue tal legislación irracional es reducir oportunidades de negocio sostenible, aplastando la iniciativa y el emprendimiento, radicalizando a sus víctimas, hartas de tanta ignominia.

La legislación medioambiental, por ejemplo, su aplicación y su control diseminado entre decenas de organismos e instituciones redundantes que la interpretan de manera arbitraria o aplicando criterios giratorios, perjudica aquello que jura defender.

Anula la presunción de inocencia al profesional o al humilde empresario sin conexión con el poder, fomentando la picardía. Eso sí, licencias para minas de gestión dudosa con el cuento de que fomentan empleo, y presuntamente algo más, sí se dan.

Las carencias en la formación en temas complejos por parte de jueces y fiscales aumentan la inseguridad jurídica. Su sistema de selección es arcaico y perverso, basado en la memoria y no en la razón. No garantiza buenos profesionales, más que aquellos vocacionales que estudian por su cuenta y no se dejan arrastrar por la moda perversa. Se clama por la falta de medios, a pesar del carrito de Mercadona. El verdadero problema es la falta de juicio.

La necesaria reforma de la justicia deberá incluir planes de formación que acomoden conocimientos y aptitudes a los tiempos que corren. Manteniendo el viejo espíritu emanado de la Ilustración, salvándolo de su desaparición. Asegurando que asimilan los derechos humanos fundamentales y la separación de los tres poderes, que se supone deben defender. Juristas de prestigio están alarmados por su incorrecta aplicación sistemática.

El caso Prestige o el Castor, por ejemplo, son buena muestra de cómo la justicia no fue certera, quizá por falta de preparación

El caso Prestige o el Castor, por ejemplo, son buena muestra de cómo la justicia no fue certera, quizá por falta de preparación. Se perdieron dos oportunidades únicas de hacer jurisprudencia y juzgar a los verdaderos responsables, que evitaran casos similares. Sus jueces no fueron capaces de ver, quiero pensar bien, lo que muchos expertos sabían. ¿Tendrá que ver en algún caso la presunta estancia casual de algún jurista relevante en el palco de milagros futboleros pasados? ¡Bien caras han salido ambas sentencias!

Diputados, besugos o ñoquis

Si el besugo no sabe quién es el tonto de la mesa de póquer, es que el tonto es él. El ñoqui español, incluyendo Cataluña, el besugo de la mesa, es aquel que toma decisiones sin saber en qué consisten ni tiene consciencia acerca de sus consecuencias, cobrando por ello de manera espléndida a pesar de sus evidentes limitaciones.

Los flamantes diputados deberán decidir durante las próximas semanas si se merecen el respeto de los ciudadanos o ingresarán en la lista, como aquellos otros que los han precedido. Ñoquis que han desbaratado un país que hace 40 años resurgió ilusionado pensando que el futuro sería mejor que el pasado. Los augurios infantiloides no son nada buenos.

Demostrarán que no son recocidos ñoquis al dente si eso fuese posible, ni los tontos de la partida de póquer, si son capaces de poner un estadista al frente del próximo Gobierno, y no una fotocopia entre cutre y patética de lo existente, como en Cataluña.

El ejemplo de allá servirá, siempre y cuando el escogido no sea otro miembro de la casta todavía más ñoqui que el precedente, cosa siempre posible con permiso de Godoy, Zapatero y Rajoy.

Y de Sánchez, Rivera e Iglesias, que deberán mostrar grandeza, si no quieren pasar a la historia como unos besugos inconscientes más o como unos divertidos artistas de circo, como los que amenizaron la sesión inaugural del Congreso. Será su única oportunidad de no convertirse en detritus de la historia, cómplices de la destrucción de esta democracia amordazada, merecedores del desprecio ciudadano.

La ciudadanía ha decidido. Tienen que abandonar luchas cainitas que nos están desangrando y trabajar por el progreso con seso, sin sustituirlo por infantilismo, regenerando España. Sin coaligarse para apuntalar privilegios y perpetuar el 'statu quo' fatal.

Repetir las elecciones se considerará un fracaso propio de ñoquis despreciables que solo desean su interés personal y escenificar un ego infantil.

Se buscan estadistas, un buen presidente del Gobierno. ¿Hay alguien ahí?

El infantilismo sustituye al bipartidismo. ¿Qué fue si no la sesión circense inaugural del pasado miércoles en el Congreso? ¿Otra generación de ñoquis electos?

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