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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Economía 4.0

La cuarta revolución económica vendrá de la mano de la industria 4.0. Consistirá en aplicar la naciente economía fundamental, utilizando los instrumentos generados por la propia industria 4.0

Foto: Dos robots diseñados por DARPA.
Dos robots diseñados por DARPA.

A pesar de la tecnología y la mal llamada inteligencia artificial (lo será cuando las máquinas tengan sentimientos y no antes), volverá el trabajo manual. La imperiosa necesidad de automatizar cualquier actividad no será tan evidente cuando se desarrollen patrones lógicos mensurables, alineados con los estertores que este planeta impele.

Un empleado cualquiera, según la infrahumana ortodoxia económica dominante, constituye un recurso humano para lo malo pero no para lo bueno. Disfruta de una potencia instalada en su cuerpo de unos 100 watios, cualquiera que sea la calidad de las neuronas instaladas. La de nuestros políticos y responsables económicos, ya la conocemos. Consumen lo mismo que buenos estadistas, si los nombraran.

El hombre necesita para su funcionamiento unas 2.000 kcal/día, alrededor de 2,32 kw-h. Su energía es la alimentación. Desarrolla trabajo mecánico y calor, como cualquier máquina sin alma.

¡Qué sería de nosotros sin gobernantes al loro de todo delito novedoso políticamente incorrecto!

Sus residuos son biomasa olorosa y ventosidades que producen contaminación acústica. Gases cuyo efecto invernadero es 20 veces superior al del CO2. Afortunadamente, la reciente legislación penal, siempre al quite de toda chaladura justiciera, ya ha puesto medios taxativos para prevenir los delitos producidos por el trasero. ¡Qué sería de nosotros sin gobernantes al loro de todo delito novedoso políticamente incorrecto!

Mientras cualquier máquina se puede apagar, dejando de consumir y contaminar, el ser humano gasta lo mismo trabaje todos los días o disfrute de una agenda vacía, cual ausente presidente en funciones. Hasta que pasa a mejor vida. O hasta que a algún sucesor de tiíto Adolf le dé por reactivar la macabra cadena que ponga como objetivo otro colectivo maldito, cualquiera de aquellos que no disfrutan de la presunción de inocencia gracias a la jurisprudencia tan bestia a cargo del tribunal defensor de la casta.

A lo cual habrá que añadir aquello que tantas veces hemos sugerido. Un lugar finito es incapaz de proporcionar recursos infinitos, por mucho que la religión laica predominante insista en que la tecnología proporcionará vida eterna a una civilización que pretende crecer de manera exponencial al aplicar interés compuesto a todo.

La cual continúa mostrando un crecimiento en vertical de todo parámetro que se precie, algo insostenible en el tiempo. Sea la población, la urbanización excesiva o el consumo energético. O la producción de artículos científicos que no acatan el método científico.

Es tendencia dejar de desarrollar experimentos de verificación y validación de cada avance publicado. Son aburridos y no proporcionan sexenios. En economía teórica, no saben en qué consiste eso. No interesa hacerlo al no producir gloria científica a sus autores. Al convertirse en una molestia para las revistas llamadas científicas, siempre ansiosas de incrementar la caja mediante novedades científicas, a ser posible mediáticas. Una nueva burbuja a investigar y contrastar, no mediante pares, sino por arrobas.

Comienza la cuarta revolución industrial

Hasta que el Sol agote su combustible de fusión y le dé por engullirnos, o hasta que un meteorito nos espabile, como hizo con los dinosaurios, la única manera de poder garantizar vida eterna a la especie humana será desarrollando la economía 4.0. O, al menos, intentándolo.

La primera revolución industrial arrancó con la máquina de vapor. La segunda, con la electrificación, el motor de combustión interna y la cadena de montaje creada por Henry Ford. La tercera fue proclamada por el Parlamento Europeo en junio de 2006 a propuesta del economista Jeremy Rifkin. Aseguró que la industria del futuro se basará en energías renovables y el desarrollo del coche eléctrico, utilizando redes inteligentes, siguiendo el espíritu de las revoluciones anteriores.

La cuarta revolución industrial, denominada industria 4.0, se definió en Alemania. Plantea organizar los medios de producción mediante la aplicación masiva de las nuevas tecnologías. El objetivo no es otro que no quedarse rezagada de Corea del Sur. País que, sin tanto 'marketing' barato, lleva tiempo caminando en tal dirección.

Constituye una auténtica política de Estado para ambos. Alinea el I+D+I producido por universidades y centros de investigación con las necesidades de la industria, como debe ser. Cosas que aquí no existen. Nos basta el Sol, ladrillos, bares y keynesianismo con multiplicadores cercanos a cero, sea con austeridad o sin ella.

La economía no sabe nada de revoluciones

En economía, revoluciones ha habido pocas, no siempre para bien. Como afirma la aclamada y mundialmente famosa 'Historia de la economía en dos minutos', la teoría económica comenzó con buen pie de la mano de Adam Smith y sus acólitos primigenios. Primera revolución económica que surgió a la par de la revolución industrial. Que casualidad.

La segunda revolución económica comenzó cuando Leon Walras propuso envolver en un aura de ciencia experimental la hasta entonces denominada economía política. Se empeñó en introducir las matemáticas sin ton ni son, fastidiando el invento. Siguió modelos físicos incompletos, que terminaron de jorobar la excelsa teoría cuando Marx y compañía, siguiendo la eterna utopía, pisotearon a media humanidad. ¿La estrategia de Podemos a microescala plurinacional?

Las nuevas teorías económicas debieron alinearse con la segunda revolución industrial. Sus postulados erróneos las alejaron. Se quedaron ancladas a mitad del siglo XIX, en el lapso de tiempo que transcurrió entre la definición del primer principio de la termodinámica, que incorporaron, y el segundo, que desecharon.

Postulados basados en el equilibrio newtoniano que ignora todo acerca de la teoría de la relatividad. Y, por supuesto, de la mecánica cuántica, de la cual la nueva economía teórica deberá inocularse. ¿Acaso el sistema económico global no se asemeja al caos más que a nada ordenado?

Al finalizar la II Guerra Mundial, la socialdemocracia europea y el capitalismo expansivo de EEUU consiguieron el mayor crecimiento de la historia. Fue la tercera revolución económica.

Ha degenerado hasta crear la burbuja de deuda actual, al aplicar con terquedad modelos teóricos fallidos que no tienen nada que ver con el mundo real. Que elevaron a los altares de la estupidez, a manos de la venerada tecnología, al omnipotente dios mercado, siempre y cuando lo de libre interesara a una casta siempre amante de un buen oligopolio.

Elevaron a los altares de la estupidez al omnipotente dios mercado, siempre y cuando lo de libre interesara a una casta siempre amante de un buen oligopolio

Como ha ocurrido siempre, nos enfrentamos al final de la tal tercera revolución en plena crisis de valores, ciencia, ideas y ocurrencias. Los sabios nobelados y sus acólitos menesterosos de gloria y pasta no se plantean una cuarta revolución económica, que al menos corrigiera los destrozos de las dos anteriores. Obligaría a pensar, lo cual no interesa. Viven cómodamente, proclamando siempre las mismas chorradas.

Demostraría que el desacreditado emperador académico está desnudo de teoría. La teoría económica ya solo obedece a las élites extractivas, que la interpretan como les da la gana. Realidad que cualquier ciudadano medio es capaz de palpar en su adelgazado bolsillo. Como los griegos demostraron hace 2.500 años, sin clase media no hay democracia que valga ni bienestar de ningún tipo.

La cuarta revolución económica está por llegar

El desarrollo de la cuarta revolución industrial sin más, sin una cuarta revolución económica que la acompañe, nos conducirá hacia el desastre.

La cuarta revolución económica vendrá de la mano de la industria 4.0, si conseguimos entre todos alinear ambos eventos. Consistirá en aplicar la naciente economía fundamental, utilizando los instrumentos generados por la industria 4.0, que será la encargada de proporcionar las herramientas que permitan desarrollar los postulados propugnados por la tercera revolución industrial, que continúa sin materializarse, y otras muchas cosas más.

Para ello es necesario definir nuevos conceptos y redefinir los obsoletos, poniendo las bases teóricas que desarrollen la ciencia de la escasez desde todo punto de vista físico, geográfico y biológico.

Implicará la valoración de la actividad que cada máquina realice en sustitución del trabajador manual, descontando los recursos finitos utilizados, contabilizando el gasto energético generado para el mismo proceso y la contaminación que produce. Y si es más ineficiente que el trabajador manual desde el punto de vista natural, se apagará y contratará a este, reduciendo el desempleo.

Necesitará redefinir los conceptos de productividad y de valor añadido de acuerdo con las nuevas pautas, en vez de acatar la oferta y la demanda marginal sin tener en cuenta nada más.

Pondremos a competir máquinas con sueldos. ¿Que máquina puede hacer la misma tarea diaria que un empleado consumiendo menos de 2,32 kw-h a lo largo de 24 horas? ¿Quién ganará?

Todas las revoluciones comienzan negando la evidencia, a la manera de Zapatero y su sucesor, que no termina de despedirse ni de proponer estadistas que le reemplacen, capaces de desbloquear la formación del nuevo Gobierno, para lo cual se necesita un proyecto de Estado y pautas enérgicas que generen un desarrollo económico sostenible y sano.

¿Valdrían las aquí propuestas?

A pesar de la tecnología y la mal llamada inteligencia artificial (lo será cuando las máquinas tengan sentimientos y no antes), volverá el trabajo manual. La imperiosa necesidad de automatizar cualquier actividad no será tan evidente cuando se desarrollen patrones lógicos mensurables, alineados con los estertores que este planeta impele.

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