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¿Hasta qué punto se transmiten la riqueza y el estatus de padres a hijos?
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Juan Carlos Barba

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¿Hasta qué punto se transmiten la riqueza y el estatus de padres a hijos?

La riqueza de los padres determina en buena medida las posibilidades económicas de los hijos

Foto: Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay.
Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay.

Una de las críticas mayores que se suelen hacer desde la izquierda al modelo económico y social actual es que las personas que nacen realmente no tienen una igualdad de oportunidades para desarrollar sus capacidades, siendo estas mucho mayores cuanto mejor es la posición social de los padres. Desde la derecha, abundan las opiniones en el sentido de que la movilidad social es responsabilidad predominantemente individual y que cualquier persona capaz, con esfuerzo, puede mejorar su estatus social.

¿Cuánto es de grande esta transmisión intergeneracional de la riqueza y, por ende, del estatus social? Se han hecho multitud de estudios a este respecto, y se han encontrado dos causas claras de que se produzca esta transmisión de la riqueza. La primera son las donaciones, herencias y mayores inversiones en los hijos en educación y otros aspectos significativos que hacen en mayor medida los padres de las clases más favorecidas. La segunda es el propio ambiente familiar y social en que se desarrollan los niños en función de su clase social, que les dota de unas habilidades sociales y emocionales, de un conocimiento indirecto, unas oportunidades y un entorno social que pueden favorecer o perjudicar el desarrollo de su posterior potencial. Hay que decir que existen grandes incertidumbres todavía sobre las causas reales de la transmisión del estatus social, y en este artículo trataré de resumir lo que se sabe hasta la fecha al respecto.

Foto: Foto: iStock. Opinión

No existe un consenso amplio en lo que respecta a la movilidad social real de una generación a otra, pero los valores más habituales que se suelen encontrar en cuanto a la transmisión del estatus son 0,2 en las sociedades más igualitarias, como Suecia, hasta 0,4 o incluso 0,6 en sociedades menos igualitarias, como EEUU, hablando siempre de democracias liberales con economías avanzadas (ver aquí). Tengamos en cuenta que un valor de cero correspondería a una nula transmisión del estatus y un valor de una transmisión perfecta de este. Hay sin embargo estimaciones más altas, como las que expuso Gregory Clarke en su libro 'The Son Also Rises: Surnames and the History of Social Mobility', en que hablaba de niveles de 0,7 a 0,8. Estos hallazgos hay que decir que han sido controvertidos y contradicen lo que dicen la mayoría de autores.

En lo tocante a España, uno de los países europeos con más porcentaje de población en la pobreza (el tercero, solo detrás de Rumanía y el Reino Unido, con un 22% de la población en situación de pobreza), existen evidencias de la persistencia de la pobreza de una generación a otra.

Respecto a la movilidad intergeneracional, este trabajo encontró valores solo algo más bajos en cuanto a persistencia del estatus que los hallados en EEUU, y muy superiores a los de Suecia. Estos hallazgos se confirmaron en este estudio, que encontró además una movilidad social menor que la del Reino Unido, similar a la de Francia y mayor que la de Italia. En términos generales, se califica como un país con una movilidad social de padres a hijos relativamente baja dentro de lo que es el contexto de los países ricos.

Foto: Foto: John Moeses Bauan (Unsplash). Opinión
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En lo tocante a qué factores son responsables de esta persistencia en el estatus socioeconómico, este trabajo encontró que un 25% de las ganancias y la mitad de la riqueza de los hijos provenían directamente de las transferencias económicas y herencias de los padres, mientras que un tercio de la preservación del estatus social a nivel intergeneracional provendría de factores como la inversión directa o indirecta en los hijos, lo que indicaría un margen de mejora bastante notable.

Este otro estudio igualmente encontró una gran importancia de la calidad de la educación temprana, así como de la buena salud, nutrición y capacidad tanto intelectual como de habilidades sociales y emocionales que contribuyen entre un tercio y la mitad a la transmisión intergeneracional del estatus.

Existen incluso corrientes de pensamiento que defienden que esa igualdad sí que existe pero que es la superior capacidad de los padres, heredada genéticamente por los hijos, la causa del mejor desempeño de los niños de clase media-alta y alta cuando llegan a adultos. Sin embargo, esta hipótesis ha sido puesta a prueba (por ejemplo, aquí) y se ha demostrado claramente que es el entorno donde crecen los niños lo que influye prioritariamente en la riqueza de la que disfrutan a lo largo de sus vidas, independientemente de la influencia de las transferencias directas de riqueza y de las herencias. Para ello, se comparó cómo les iba a niños adoptados en relación con niños no adoptados, viéndose que el factor decisivo es la posición social y económica de los padres. Este otro trabajo llegó a conclusiones bastante parecidas.

Foto: El monumento a Adam Smith en Edimburgo. (iStock)
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Si asumimos los principios emanados de la Ilustración y la Revolución Francesa en lo tocante a igualdad, resulta lógico preguntarse qué se puede hacer para mejorar esta situación. Abandonando consideraciones morales, y desde una perspectiva utilitarista, una sociedad que desaprovecha el que muchos de sus individuos de mayor talento desarrollen su potencial es una sociedad que realmente está desaprovechando buena parte de su capacidad para gestionar de forma mejor sus recursos físicos y humanos a todos los niveles, como se descubrió hace ya décadas cuando se estableció una correlación clara entre un mayor crecimiento económico y la presencia de mayores oportunidades para las personas más talentosas. Cualquiera puede entender que un niño muy capaz nacido en un entorno pobre aportará mucho más a la sociedad si acaba siendo un científico brillante que no siendo un cabecilla de la delincuencia organizada, por poner un ejemplo.

Una respuesta que pueden dar las instituciones es la implementación de políticas para reducir la desigualdad, tema que traté ampliamente en una serie de artículos publicados hace unos meses (ver aquí y sucesivos), y que básicamente se resume en políticas de pleno empleo, mejoras en el estado social y medidas de tipo fiscal. Otra medida importante es la mejora de la calidad educativa, como se expone en este trabajo, que concluye que una buena educación, con amplios recursos, especialmente en edades tempranas, mejora las expectativas de los niños a la hora de subir de estatus social cuando adultos. Son razones importantes para mejorar la educación pública, especialmente la primaria. Otras respuestas interesantes desde el punto de vista público son las ayudas a la mejora de la salud y la nutrición de los niños con menores ingresos, como se expone en este trabajo o en este otro.

Foto: Foto: iStock.

Estos hallazgos que han hecho los investigadores sociales y que he expuesto en este artículo echan totalmente por tierra las pretensiones, extendidas en buena medida socialmente, de que los más favorecidos lo son porque tienen merecimientos para ello. Lo que sabemos hasta la fecha es que si bien nuestras sociedades están muy lejos de estar divididas por castas o estamentos como lo fueron muchas sociedades del pasado, están también lejos de igualar el campo de juego para los neonatos, y que la mayoría de las diferencias socioeconómicas que encontramos en la edad adulta no se deben, estadísticamente hablando, a diferencias en la valía personal innata sino a la suerte de haber nacido en una u otra tipología de familia. Esto, lógicamente, no elimina la responsabilidad individual a la hora de buscar las causas que conducen a la situación de una persona, pues existe gran variabilidad entre individuos, sino que hace referencia a lo que ocurre en promedio en el conjunto de la sociedad.

Una de las críticas mayores que se suelen hacer desde la izquierda al modelo económico y social actual es que las personas que nacen realmente no tienen una igualdad de oportunidades para desarrollar sus capacidades, siendo estas mucho mayores cuanto mejor es la posición social de los padres. Desde la derecha, abundan las opiniones en el sentido de que la movilidad social es responsabilidad predominantemente individual y que cualquier persona capaz, con esfuerzo, puede mejorar su estatus social.