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Tres razones para no subir el salario mínimo en 2021
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Juan Ramón Rallo

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Tres razones para no subir el salario mínimo en 2021

Decretar una subida generalizada después de la mayor caída del PIB en un siglo, y sin haber evaluado antes las consecuencias de los aumentos previos, sería una irresponsabilidad

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)

De la misma manera que el repunte de contagios está llevando al Gobierno a revisar sus planes de movilidad social para las fiestas navideñas, la posibilidad de enfrentarnos a una tercera ola —que supondría un nuevo golpe sobre la actividad económica de nuestro país— también debería llevar al Ejecutivo, por sentido común, a revisar sus planes económicos más inminentes para este nuevo curso.

Diré más: la pandemia misma —un evento único en 100 años— y la consecuente devastación económica —el mayor hundimiento del PIB desde la Guerra Civil— deberían llevar a PSOE y a Unidas Podemos a revisar un pacto de gobierno alcanzado meses antes de estallar este brutal 'shock'. No tiene mucho sentido aferrarse a que 'pacta sunt servanda' olvidándose del crucial 'rebus sic stantibus': es decir, que el contenido de los pactos es susceptible de ser revisado si las circunstancias que rodearon la celebración del contrato han cambiado de manera muy radical. Así, por ejemplo, no tiene demasiado sentido aferrarse con fanatismo a la necesidad de revalorizar contra viento y marea el salario mínimo de 2021 por al menos tres motivos.

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)

Primero, aun sin mediar la pandemia, todavía no disponemos de una evaluación rigurosa —tampoco proveniente del propio Gobierno— de cuáles han sido los efectos de los incrementos del SMI en 2019 y en 2020. Recordemos que, en apenas dos años, el SMI ha crecido en un 30%. ¿No convendría antes de seguir avanzando por esa dirección revisar qué impacto ha acarreado hasta la fecha? Y para evaluarlo, no basta con señalar que, en apariencia, el mercado laboral no se ha resentido: en 2017, por ejemplo, el conjunto del mercado laboral creó casi medio millón de nuevos empleos y, de acuerdo con el Banco de España, el efecto específico del incremento del salario mínimo durante ese año fue la destrucción de 12.000 puestos de trabajo.

Segundo, es verdad que no toda subida del salario mínimo tiene por qué traducirse en un incremento del desempleo, dado que las empresas pueden reaccionar a tal aumento de costes o subiendo los precios de sus productos o comprimiendo sus márgenes de beneficios (si bien cualquiera de estas dos opciones tiene a su vez consecuencias distributivas que no tienen por qué ser positivas para los sectores más desfavorecidos de la sociedad). Pero aparentemente estas dos vías estarán inhabilitadas durante parte del año que viene: por un lado, la inercia ahora mismo es hacia la deflación (por razones que ya expusimos en su momento), lo que significa que los precios tienden a caer en lugar de a aumentar, y costes crecientes frente a precios decrecientes por necesidad se traducen en un menor margen de ganancia; mas, por otro lado, los márgenes de las empresas se han contraído enormemente durante este ejercicio: según la Central de Balances del Banco de España, el resultado ordinario neto de las empresas españolas era en el tercer trimestre de 2020 un 71% inferior al resultado obtenido en el tercer trimestre de 2019.

Foto: Pedro Sánchez, durante la firma el pasado mes de enero con patronal y sindicatos del acuerdo para subir el SMI a 950 euros. (EFE)

Y tercero, aunque ciertamente cabe la posibilidad de que 2021 sea un muy buen año en lo económico si convergen diversas circunstancias —normalización de la actividad económica gracias a las vacunas, aumento del consumo privado con cargo al ahorro precaucionario acumulado durante los últimos meses, incremento de la inversión privada merced al renovado optimismo general y aumento muy importante del gasto público gracias a los fondos europeos—, la mayor parte del tejido empresarial español necesita de una recapitalización urgente después del varapalo experimentado en 2020. Las pérdidas experimentadas en este ejercicio, más el endeudamiento que muchas compañías han necesitado para mantenerse operativas, han deteriorado su solvencia y convendría permitir que oxigenen sus balances en este próximo ejercicio (especialmente, en el caso de las empresas más pequeñas y con mayores restricciones en el acceso a la financiación).

En definitiva, en estos momentos, podría tener sentido, como mucho, plantear una elevación del salario mínimo en aquellos sectores o en aquellas compañías que han sido capaces de resistir, o que incluso han prosperado, durante la pandemia. Decretar una subida generalizada después de la mayor caída del PIB en un siglo, y sin haber evaluado antes las consecuencias de los notables aumentos previos, sería una irresponsabilidad (tanto mayor cuanto más considerable sea esa subida). Todo lo cual, por cierto, debería servir para poner nuevamente sobre la mesa la necesidad de que los mínimos salariales se negocien colectivamente o por sectores —distinguiendo, además, entre grupos de edad y autonomías— o, idealmente, por empresas, esto es, no metiendo indiscriminadamente todas las compañías en un mismo saco al margen de cuál sea su coyuntura real.

De la misma manera que el repunte de contagios está llevando al Gobierno a revisar sus planes de movilidad social para las fiestas navideñas, la posibilidad de enfrentarnos a una tercera ola —que supondría un nuevo golpe sobre la actividad económica de nuestro país— también debería llevar al Ejecutivo, por sentido común, a revisar sus planes económicos más inminentes para este nuevo curso.

PIB SMI