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El progreso económico es la causa de la semana laboral de cuatro días
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Juan Ramón Rallo

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El progreso económico es la causa de la semana laboral de cuatro días

Este tipo de jornada laboral irá aumentando conforme las sociedades se enriquezcan sin necesidad de que el Estado lo imponga

Foto: Empresario dirigiéndose a su lugar de trabajo. (iStock)
Empresario dirigiéndose a su lugar de trabajo. (iStock)
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Una de las reivindicaciones políticas más emblemáticas de los partidos a la izquierda del PSOE es la jornada laboral de cuatro días. Se trata de una propuesta claramente beneficiosa para el trabajador (aumenta su tiempo de ocio), disruptiva (cambiaría apreciablemente nuestro estilo de vida y nuestros patrones de consumo) y aparentemente algo que solo puede lograrse mediante la regulación estatal.

Los liberales somos por lo general escépticos con tales reclamaciones políticas: no porque rechacemos la jornada laboral de cuatro días, sino porque rechazamos que se imponga universalmente vía regulación estatal. Conforme más trabajadores deseen una jornada laboral de cuatro días y estén dispuestos a internalizar los costes que ello implica, la jornada irá extendiéndose cada vez más. No es necesario que ningún mesiánico político la imponga desde arriba cuando puede emerger desde abajo. Sin embargo, en este punto la izquierda suele mostrarse poco convencida: si el empresario tiene la sartén por el mango, no permitirá que se implante la jornada de cuatro días semanales hasta que a él le convenga que se implante; desde su óptica, las preferencias individuales de los trabajadores no cuentan para nada.

Foto: Foto: EFE/Luis Tejido. Opinión
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Con todo, la realidad es que la semana laboral de cuatro días ha ido incrementándose internacionalmente sin necesidad de que ningún político la haya decretado. En un reciente artículo, los economistas Daniel S. Hamermesh y Jeff Biddle han intentado medir la evolución de la jornada laboral de cuatro días en EEUU y esta prácticamente se ha triplicado desde el 3% de todos los trabajadores en 1970 hasta el entorno del 9% en 2018. Acaso quepa pensar que este incremento de la proporción de trabajadores con jornada semanal de cuatro días se deba a la creciente precarización de las relaciones laborales: mayor presencia de trabajos a tiempo parcial, mayor proporción de trabajadores que no trabajan cinco días a la semana. Más aún, cuando limitemos la muestra a los empleos a tiempo completo, la jornada laboral de cuatro días semanales se incrementa de manera similar: si nos referimos a los empleos a jornada completa que trabajen más de 30 horas semanales, el porcentaje aumenta del 2% a casi el 7%; del 1% al 5% entre los que trabajan 35 horas semanales, y del 1% al 4,5% entre los que trabajan 40 horas semanales.

Los sectores en los que ha aumentado la presencia de la jornada laboral de cuatro días semanales son muy variados: manufacturas, transporte, comercio minorista y mayorista, restauración, educación y Administración pública. La tendencia parece, además, reproducirse en otros países como Holanda, Alemania o Corea del Sur (si bien en este caso los datos son más incompletos y es difícil extraer conclusiones tan sólidas como en EEUU).

Foto: Un trabajador de una gasolinera de Madrid. (EFE/Fernando Alvarado) Opinión

Pero ¿por qué motivo ha ido creciendo la jornada laboral de cuatro días semanales? Para la izquierda, si ello ha sucedido, solo puede ser o por la lucha obrera (que no ha sido especialmente intensa desde los años setenta) o porque a los capitalistas les interesa implantar la jornada laboral de cuatro días semanales. Jamás puede deberse a que el trabajador prefiera esa jornada y, como la prefiere, termine llegando a ese acuerdo con el capitalista para disfrutar de ella. Sin embargo, los propios autores del artículo muestran que la expansiva incidencia de la semana laboral de cuatro días no puede explicarse ni por cambios en la estructura productiva de la economía, ni por cambios demográficos. La única causa que encuentran es que el ocio (tres días de ocio semanales) es un bien normal, esto es, un bien cuya demanda aumenta con el incremento de los ingresos: en concreto, un incremento de 10 puntos porcentuales en los ingresos reales aumenta en 1,6 puntos la proporción de trabajadores acogidos a jornadas laborales de cuatro días a la semana. Por tanto, de estar en lo cierto, este tipo de jornada laboral irá aumentando conforme las sociedades se enriquezcan sin necesidad de que el Estado lo imponga: de hecho, en la medida en que pasar a una jornada laboral de cuatro días a la semana conlleva una penalización salarial (que, según los autores del artículo, es creciente cuanto mayor sea el número de trabajadores acogidos a esa modalidad dentro de un área geográfica), debería corresponderle a cada trabajador escoger si prefiere más salario y menos días de ocio o menos salario y más días de ocio.

Sea como fuere, parece que la jornada laboral de cuatro días a la semana seguirá extendiéndose en EEUU y el resto del mundo conforme nos vayamos enriqueciendo. Ahí reside el potencial transformador de las relaciones laborales: en que cada vez seamos más productivos y, por tanto, cada vez más ricos.

Una de las reivindicaciones políticas más emblemáticas de los partidos a la izquierda del PSOE es la jornada laboral de cuatro días. Se trata de una propuesta claramente beneficiosa para el trabajador (aumenta su tiempo de ocio), disruptiva (cambiaría apreciablemente nuestro estilo de vida y nuestros patrones de consumo) y aparentemente algo que solo puede lograrse mediante la regulación estatal.

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