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Guerra de depósitos y solvencia del sistema
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Guerra de depósitos y solvencia del sistema

La primera pregunta que uno debería hacerse es: ¿guerra, qué guerra? ¿Llaman guerra al tímido intento de captar ahorro con mucha letra pequeña? La única guerra

La primera pregunta que uno debería hacerse es: ¿guerra, qué guerra? ¿Llaman guerra al tímido intento de captar ahorro con mucha letra pequeña? La única guerra que se otea en el horizonte es la de las hordas saqueadoras del ahorro de las familias, que tras endeudarlas hasta las cejas, abrasarlas a impuestos y tasas políticas de utilities, malgastar los dineros públicos y atragantarse a prebendas políticas, ahora van a por los restos del menguado patrimonio de los españoles, que por lo visto tienen que volver a subsidiar la mala gestión pública.

Uno puede editorializar un fenómeno normal en los mercados de dinero con los adjetivos que quiera, también se puede alabar la incompetencia repetida  in vigilando de la cúpula del Banco de España, que tras perder el prestigio que tenía entre sus colegas, que nos hará mucha falta en el futuro, ahora nos viene con la boutade de querer penalizar decisiones empresariales. Lo que parece no entenderse es que intentando controlar los efectos no se arreglan las causas de un fenómeno económico.

Puestos a justificar lo injustificable, nuestro Gobierno está dispuesto a caer en todo tipo de contradicciones. Primero dicen que encarecerá el crédito; a ver, ¿qué prefieren, crédito caro o que se cierre más el grifo? Luego hablan de que reduce la rentabilidad de las instituciones; ¿pero no habíamos quedado en que se trasladaría al prestatario al encarecerse el crédito? No, se refieren al financiamiento de créditos viejos; o sea, que el ciudadano debe subvencionar, mediante prácticas regulatorias ad hoc ajenas al mercado, los errores pasados de malos gestores. Fenómeno. Incluso se quiere penalizar al que remunere mejor el ahorro de las familias; vale, que lo hagan, entonces se traslada esa penalización a los créditos y vuelta a empezar con el debate populista. ¿De verdad creen que las tasas activas reales serán menores por forzar una peor y artificial remuneración del ahorro? Inmediatamente surge la pregunta: ¿en su locura, controlarán también las tasas activas (la de los créditos)?

El problema de esta chapuza es que no se queda ahí, porque como no dejen a nuestras instituciones financiarse de la manera tradicional tendrán que hacerlo con el macro-parche distorsionador del FROB, que al final somos todos, es más caro y encima pone al Estado en una situación financiera más precaria. Eso por no hablar de los riesgos morales del proteccionismo a medida o de poner según qué mecanismos en manos de un Gobierno que ya ha dado pruebas sobradas de sus malabarismos y equilibrios éticos con la cosa pública.

La cúpula de nuestro banco central, que ha permitido que nuestro sistema financiero esté como está, ha tomado medidas más que preocupantes en el pasado reciente. Tras retrasar hasta lo inevitable la intervención de CCM y la reforma del sistema financiero, tras diseñar como lo hizo el FROB, hace intervenciones como la absurda modificación de los requerimientos de capital (¡eso sí que encarece el crédito!) y que, milagro, permitió a una entidad con buenas relaciones gubernamentales presentar de inmediato un mega-plan patrimonial de futuro haciendo que surjan, sobre una entidad pública cuestionada por el Tribunal de Cuentas, interrogantes del tipo:  ¿No será que todo esto forma parte de un acoso y ordeño a unas cajas no-amigas? ¿Por qué se diseña un mal mapa bancario y luego viene el sobrevuelo de buitres en busca de gangas saneadas por todos? ¿Se pecha el ahorro en un intento de abaratar el financiamiento público y privado a ver cómo aguanta esto hasta mayo-2011? Mientras tanto, las oportunidades pasan y se pierden. Finalmente, hemos de pensar que quienes organizan todo esto desde puestos políticos son burócratas de toda la vida que han vivido del contribuyente y que carecen de la elemental cualificación bancaria.

La solvencia del sistema

La solvencia del sistema financiero depende, primeramente, de que los agentes del mismo realicen una buena gestión de sus instituciones, algo para lo que la sociedad que vive del intercambio, que es como creo debe definirse lo que llamamos El Mercado, crea sus organismos reguladores y supervisores en los que, a la cabeza de los mismos, está el Banco Central, en nuestro caso el Banco de España (BdE). Tras ellos está el Estado, que es quien en último término rescata con dineros públicos las instituciones en problemas y nombra al gobernador del BdE para que eso no ocurra. Lamentablemente, esos tres elementos, pero en concreto el sector público, que ha sido tomado por un ejército de despilfarradores profesionales y manipuladores electorales llenos de fantasías políticas sin base económica, ha hecho mucho daño a la solvencia de nuestro sistema y seguirá haciéndolo hasta que consigamos relevarles por otros que al menos sean medianamente competentes.

La solvencia de nuestro sistema puede comprometerse por una caída de la confianza si se producen repetidos episodios de iliquidez, si se interviene políticamente en el mismo, sea desde el BdE o desde el Ejecutivo o, si conocidos ciertos problemas en determinadas instituciones financieras, ocurre que el Estado, por mala gestión y populismo despilfarrador, pierde la confianza de los inversores en su deuda y piensan que no podrá garantizar la solvencia del sistema financiero. De nuevo, lamentablemente, aquí nos encontramos con unos personajes públicos, que no han demostrado de ninguna manera imaginable la más mínima brillantez en ningún área económica (no saben ni redactar un decreto), y que, para martirio de todos, tienen un muy peculiar, por llamarlo de alguna manera, “proyecto” de país. De miedo.

Hay que decir, también, que tanto la patronal bancaria como la de las cajas no han estado a la altura de las circunstancias por no entender, como es el caso de todas las economías desarrolladas, que si una institución tiene problemas, “el problema” es de todas las instituciones; por el contrario, todo parece indicar que las firmas fuertes actúan como si “el problema” no fuera con ellas y, además, intentan sacar partido de la crisis a través sus peculiares relaciones con el poder. En todo caso, y a pesar de lo que han hecho recientemente, esto no sería un problema si nuestras autoridades fueran independientes y competentes, que obviamente no es el caso.

Crisis de liquidez   

Por la propia naturaleza de nuestro sistema económico, el ajuste de nuestra economía exige crisis de liquidez, algo que vimos en dos artículos anteriores (A1 y A2), y que obviamente se debe sentir en tensiones al alza en las tasas pasivas (remuneración del ahorro) ya que el sistema necesita ahorro y es así como funciona. ¿Entonces, en que mente privilegiada surgió la idea de manipular ese proceso natural y necesario del equilibrio del sistema? Entiendo que puede parecer un alarde de optimismo por mi parte pedir a nuestro presidente y a sus appointees que se dejen de experimentos, pero señores, si no pueden controlarse, sublimen sus fantasías en otra área.

Veamos brevemente las cuatro fuentes principales de liquidez de nuestra economía:

El Banco Central Europeo: que mediante intervenciones en el mercado secundario de activos financieros transables, a través de otros instrumentos o, incluso, mediante depósitos directos, podría suministrarnos liquidez si nuestra autoridad monetaria tuviera el prestigio que tuvo y nuestro Gobierno un plan creíble de ajuste fiscal y reforma del sistema financiero. No es el caso.

El saldo en las transacciones de la cuenta corriente de la balanza de pagos: esta es la fuente más sólida de generación de dinero a largo plazo en nuestra economía, e incluye el saldo comercial (Exportaciones-Importaciones) y el de servicios y rentas (turismo, intereses, rentas del capital, etc). Está reaccionando bien y no existe ningún motivo para que perdamos la confianza en las posibilidades de nuestro país y si no lo hace mejor es por la mala gestión pública de nuestra crisis. Sigue destruyendo dinero (ver gráfica siguiente) y seguirá produciendo tensiones por el aumento del precio del petróleo y por el crecimiento disparado del servicio de la deuda externa de unos gobiernos y un sector público botarates, pero terminará, a pesar de los pesares, sacándonos del atolladero económico, aunque lleve años.

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El saldo en las transacciones de la cuenta de capital de la balanza de pagos: que incluye inversiones o endeudamientos del y al exterior. Puede drenar liquidez por el normal des-apalancamiento de nuestra economía y por cierta fuga de depósitos por desconfianza y/o baja remuneración (¿les suena?); genera dinero por el endeudamiento público, que es una solución a corto plazo pues, como resulta evidente, no usamos ese endeudamiento correctamente.

El sistema financiero: que en sí mismo crea o destruye dinero secundario o bancario, aunque no base monetaria, al conceder créditos. Podría ser una fuente de liquidez, ya que España tiene una ventaja absoluta en gestión bancaria, pero está en serio riesgo de no dar frutos hasta dentro de una década por la mala reforma financiera que se está aplicando y por la miopía de cuatro peces gordos.

En vez de dedicarse a juegos infantiles, a experimentos varios con el ahorro de las familias y las instituciones financieras, lo que deberían hacer estos genios de la economía es olvidarse de sus personalísimos planes para nuestras vidas, que ya es tiempo tras ocho años de “experimentos” fallidos, y pensar que hay una conexión entre el sector exterior, el sistema financiero y la solvencia del Estado, que, dadas las actuales circunstancias, con sus inventos imposibles pueden terminar llevándonos a otra crisis de deuda soberana, como la que sufrimos el pasado mayo, y de la que las tensiones en la remuneración de los depósitos solo es otro síntoma. Como se siga por ese mal camino se van a enterar de verdad de lo que es una guerra de depósitos.

*Luis Riestra Delgado es economista.

La primera pregunta que uno debería hacerse es: ¿guerra, qué guerra? ¿Llaman guerra al tímido intento de captar ahorro con mucha letra pequeña? La única guerra que se otea en el horizonte es la de las hordas saqueadoras del ahorro de las familias, que tras endeudarlas hasta las cejas, abrasarlas a impuestos y tasas políticas de utilities, malgastar los dineros públicos y atragantarse a prebendas políticas, ahora van a por los restos del menguado patrimonio de los españoles, que por lo visto tienen que volver a subsidiar la mala gestión pública.