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Putin en Ucrania: el retorno de los tiranos
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Antonio Casado

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Putin en Ucrania: el retorno de los tiranos

Putin muestra su musculado pecho mientras al otro lado de la barricada tocamos la lira de los valores éticos

Foto: El cartel de una protesta contra Putin. (Reuters:Guglielmo Mangiapane)
El cartel de una protesta contra Putin. (Reuters:Guglielmo Mangiapane)
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Vladimir Putin quiere pasar a la historia como Catalina la Grande, cuyo expansionismo hacia el Báltico y el mar Negro convirtió a Rusia en la potencia hegemónica de la Europa oriental a finales del siglo XVIII. El antecedente desempolva los manuales del siglo XX respecto a lo ocurrido con el expansionismo germano por cuenta de la tolerancia europea en le invasiones nazis de Austria, los Sudetes y Polonia.

Los planes rusos no frenan por las sanciones económicas. Y a los españoles no nos deja más tranquilos el ministro Albares cuando dice que a Putin "no le va a salir gratis la invasión de Ucrania". La pulsión colectiva es otra a este lado del mapa europeo. Lo que nos vacuna de una vuelta a las andadas es lo ocurrido después de la "política de pacificación" frente a la voracidad expansiva de Hitler (cincuenta millones de muertos, o más). Pero eso tiene un coste.

Por no repetir la historia (¿otra guerra europea?) asumiremos el retorno de los tiranos y una actualización de la ley del más fuerte

Por no quedar condenados a repetir la historia, haremos lo que haga falta por evitarlo, aunque sea asumiendo el retorno de los tiranos y una vergonzante actualización de la ley del más fuerte. No tengo ninguna duda. Lo daremos por bueno en los tiempos de convicciones licuadas que vivimos, como ya nos tiene explicado Zygmunt Bauman.

Dicho de otro modo: el miedo y la memoria histórica guardan la viña. La de Putin, se entiende, que muestra su musculado pecho de hormigón mientras al otro lado de la barricada se recitan versos enlatados sobre la supremacía de los valores éticos.

La desproporción es brutal. Misiles frente a los cócteles molotov sugeridos a la población civil. Tanques en Kiev frente a carteles de "no a la guerra" en Berlín, París, Madrid o Roma. Con las cartas sobre la mesa: rendición política y militar de Ucrania como condición previa a la oferta negociadora de Putin, so pena de que luego vayan Suecia y Finlandia, según las últimas amenazas de Moscú, que también las quiere fuera de la OTAN.

Foto: Ciudadanos ucranianos se refugian en el sótano de un colegio en Kiev. (EFE/ EPA/ Sergey Dolzhenko)

Para abrirse paso entre pacifistas le bastan unos cuantos culatazos, y alguna referencia a su condición de gran potencia nuclear. Las sanciones económicas son pellizcos de monja en los objetivos de mayor cuantía que Putin cubrirá cuando en esta parte del mundo sepamos que el derecho internacional y el respeto a la integridad territorial de terceros países también son negociables si eso sirve para tranquilizar al tirano y dormir tranquilos.

La libertad del individuo, sacralizada entre los países objetores de la agresión rusa ha sido una broma de mal gusto en los superfluos contactos de Putin con Scholz y Macron. Lo volverá a ser en una eventual negociación con el poder civil de Ucrania. Prefiere a un militar. Por eso hace la descarada sugerencia de un golpe de Estado que acabe con el gobierno de Zelensky.

Putin solo entiende el lenguaje de la fuerza militar y sabe que el adversario no piensa utilizarla. Se permitirá prohibir la entrada de Ucrania en la OTAN

El tirano solo entiende el lenguaje de la fuerza militar. Ahí gana por goleada porque el adversario no piensa utilizarla. Por tanto, acabará "prohibiendo" (es el término adecuado) la entrada en la OTAN de Ucrania, mientras los demás tocan la lira del derecho internacional y el atropello de las libertades.

Tampoco aquí reina la unanimidad en el lado de los "buenos". No todos lo dan por supuesto con base en el alineamiento democrático frente a emergentes regímenes autoritarios. Un alineamiento expuesto a documentadas maniobras desestabilizadoras de los servicios de inteligencia rusos que ha hecho estragos en EEUU, Gran Bretaña, Alemania, y también en España.

No hace ni un mes, cuando Putin ya jugueteaba con una eventual invasión rusa de Ucrania, el exvicepresidente, Iglesias Turrión, advertía a Sánchez de que esta vez no podría montar el partido de la guerra con el PP porque el antiamericanismo "se acabó con Aznar". Pero eso, para otro día.

Vladimir Putin quiere pasar a la historia como Catalina la Grande, cuyo expansionismo hacia el Báltico y el mar Negro convirtió a Rusia en la potencia hegemónica de la Europa oriental a finales del siglo XVIII. El antecedente desempolva los manuales del siglo XX respecto a lo ocurrido con el expansionismo germano por cuenta de la tolerancia europea en le invasiones nazis de Austria, los Sudetes y Polonia.

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