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¿Por qué se acobarda el feminismo del PSOE frente al de Podemos?
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Antonio Casado

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¿Por qué se acobarda el feminismo del PSOE frente al de Podemos?

Solo la ministra Robles, que no es militante, reivindica los 140 años de compromiso socialista con la causa de la mujer

Foto: Las ministras de Igualdad, Irene Montero (d), y Derechos Sociales, Ione Belarra. (EFE/Mariscal)
Las ministras de Igualdad, Irene Montero (d), y Derechos Sociales, Ione Belarra. (EFE/Mariscal)
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Veo un feminismo acobardado y a la defensiva frente a otro feminismo malversador de la causa de la mujer. Mayoritario uno, minoritario el otro. Aquel es la iglesia, emparentado con el histórico movimiento de la Internacional Socialista de Mujeres. Este es la secta, excluyente de quienes no marcan el paso pandillero de sus agitadoras.

Lo aberrante es que las dos versiones forman parte del Gobierno. Una lleva la marca del PSOE y otra la de UP. La segunda acusa a la primera de traidora a la causa de la mujer por haber cometido el pecado de rectificar la obra predilecta de la ministra de Igualdad, Irene Montero (ley de libertad sexual), cuyo resultado práctico ha sido el escandaloso aligeramiento de condenas de 800 agresores sexuales (entre rebajas y excarcelaciones).

El choque se visualizó ayer en el Congreso, cuando los socios de Sánchez (33 diputados de UP que arroparon la soledad de las ministras Montero y Belarra en el banco azul) repudiaron la iniciativa socialista pensada para desactivar una situación de alarma social remendando las imprecisiones jurídicas de la llamada ley del solo sí es sí. Con el voto a favor del PP y Ciudadanos (Vox se abstuvo). Y con el voto en contra del socio podemita, cuya agresividad ha bordeado la intolerable insinuación de que el feminismo del PSOE simpatiza con la Manada. Como si de repente el alma woke de UP hubiera descubierto que hay un facha en su cama.

Suficiente para justificar una ruptura de la coalición. Pero nada de eso ha ocurrido. Ni ocurrirá, por exigencias del guion. Pondría en peligro la continuidad de Sánchez en la Moncloa. Y es prioritario sumar a la ecuación de poder todo lo que acampa políticamente a su izquierda. Con eso cuenta la dirección del partido liderado en la sombra por el exvicepresidente Iglesias Turrión. Durante esos últimos días se ha venido turnando con la ministra de Igualdad, Irene Montero, y otras voces como las de Ione Belarra y Pablo Echenique, en agresivas declaraciones contra la parte socialista del Gobierno.

Foto: El portavoz socialista en el Congreso, Patxi López. (EFE/J. J. Guillén)

No sé si es mayor la falta de respeto al acreditado compromiso socialista con la causa del feminismo o las tibias reacciones de la parte agraviada, que no ha hecho más que poner la otra mejilla desde que Sánchez decidió tunear la ley Montero. Apenas el “estamos cansadas de sus peroratas” de la diputada Andrea Fernández, ayer en el Congreso. Poco más.

Una indolente forma de perder la dignidad ante los intolerables hachazos del socio podemita. Con una excepción, precisamente, de la ministra de Defensa, Margarita Robles, que sin ser militante del PSOE ha recordado que este partido lleva trabajando 140 años por las mujeres y que el feminismo existía mucho antes de que Montero y Belarra, con la osadía propia de la ignorancia, acusaran al PSOE de venderse a la derecha y traicionar el movimiento feminista. Y mucho antes de que la segunda de Montero en el Ministerio de Igualdad, Ángela Rodríguez, situara la última frontera del feminismo en el dilema entre penetración y estimulación.

Cuando vuelvan al trastero las pancartas y se apaguen los ecos de las batucadas del Día de la Mujer, que las dos facciones celebran por separado en las marchas programadas para hoy, habrá terminado el tiempo del enfrentamiento y la diferenciación, que dará paso al de la búsqueda del reencuentro durante la tramitación de la contrarreforma en el telar parlamentario, tras la consiguiente toma en consideración superada con el apoyo de los grupos de la derecha y el rechazo de los situados más a la izquierda del llamado bloque de investidura (entre noes y abstenciones). Pero será imposible, porque el PP mantiene su veto a cualquier modificación de la proposición de ley que ayer echó a andar en el Congreso.

Veo un feminismo acobardado y a la defensiva frente a otro feminismo malversador de la causa de la mujer. Mayoritario uno, minoritario el otro. Aquel es la iglesia, emparentado con el histórico movimiento de la Internacional Socialista de Mujeres. Este es la secta, excluyente de quienes no marcan el paso pandillero de sus agitadoras.

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