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PSOE: entre la desmovilización y el abatimiento
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Antonio Casado

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PSOE: entre la desmovilización y el abatimiento

La ejecutiva y el comité federal son carcasas vacías desde que Sánchez halló en las primarias su única fuente de legitimidad

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada este miércoles al Congreso de los Diputados para asistir a la reunión del grupo parlamentario socialista. (Europa Press/Eduardo Parra)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada este miércoles al Congreso de los Diputados para asistir a la reunión del grupo parlamentario socialista. (Europa Press/Eduardo Parra)
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El relato construido sobre la desesperación del presidente desvela el estado de ánimo de la familia socialista, que ha pasado de la desmovilización al abatimiento tras el fiasco del 28-M. Es lo que transpiran las bases. Por arriba, el desconcierto y los palos de ciego nos remiten a las dificultades con las que topan los equipos de la Moncloa para contagiar moral de victoria en la campaña del 23 de julio. No hablo de los órganos de dirección (ejecutiva y comité federal, básicamente). No cuentan. Son carcasas vacías, puenteadas desde que Sánchez halló en las elecciones primarias su principal y único elemento de legitimidad.

Entre el desaliento de las bases y el estupor de sus dirigentes, la casa sin barrer a solo 48 días de volver a las urnas, mientras se hace apremiante la exigencia de que pablistas y yolandistas se fundan en las listas electorales a fin de que la izquierda vaya con dos ofertas (PSOE y Sumar) y no con tres (PSOE, Sumar y Podemos). Con un índice de fidelidad de voto disparado en las filas del PP, que ha pasado del 70% al 85% tras las elecciones territoriales. Y, en fin, con una dramática división de opiniones en las planas mayores del socialismo. Derrotistas convencidos de que es imparable el cambio de ciclo en la política nacional, como en noviembre de 2011, y optimistas que se aferran al escenario de 2008, cuando Zapatero repitió en la Moncloa después de caer en las municipales de 2007.

En el entorno de Sánchez, se hacen enfoques contradictorios sobre la estrategia a seguir para frenar la victoria de la derecha el 23 de julio

Es lo que hay, a la vista de los contradictorios enfoques que, del entorno más o menos próximo al presidente del Gobierno y líder del PSOE, se van filtrando sobre la estrategia a seguir para frenar la victoria de la derecha cantada con pronósticos renovados al alza en los sondeos posteriores a las elecciones autonómicas y municipales ¿Mejor ir a por los votos de Feijóo con un discurso transversal de mayorías o a por los de Yolanda con vistas a la izquierda? Unos quieren más debates y menos calle, más redes y menos mítines. Otros, al revés. Más presencia de Sánchez con su carpeta de logros del Gobierno o exponer menos al líder para eludir la marea antisanchista que, según reconocía ayer el periódico más afín, se ha convertido en un fenómeno político de mayor cuantía.

Ni los más cercanos a Sánchez, que hablan a través de periodistas habituales en el seguimiento del Ejecutivo, emiten mensajes unívocos sobre el camino a seguir para frenar a Feijóo. Significa eso que el abatimiento aún no ha sido vencido por la exigible coordinación en cualquier dinámica de grupo obligado a la remada conjunta. Hay quien filtra la previsión de una campaña proyolandista que da por hecha la inesquivable alianza PSOE-Sumar como opción única de la izquierda. Se trataría de seducir a los deprimidos votantes de Podemos, que ya están donde los quería Yolanda, para bajar los humos negociadores a Iglesias, Belarra y Montero. El objetivo es reproducir por la izquierda el efecto que ha producido por la derecha la desaparición de Ciudadanos. El inconveniente es que eso alentaría el riesgo de podemización denunciado puertas adentro y puertas afuera.

No le demos más vueltas a un problema que, a mi juicio, gira en torno al personalismo del personaje y su incurable falta de credibilidad

También de buena tinta, otros anuncian una campaña centrada en recuperar a los 700.000 votantes socialistas que acaban de votar al PP huyendo precisamente de la podemización. Son los que, en las cosas de comer, abogan por amplificar la lucha contra el paro (casi 21 millones de empleados). Y, en cuestión de malas compañías, quieren capitalizar el frenazo a Bildu en la alcaldía de Vitoria y la Diputación de Guipúzcoa.

En pleno shock por el recuento electoral del 28-M, descubrir que la economía, la imagen internacional y el BOE no sirvieron para blindar a Sánchez frente a los profetas del apocalipsis (los Feijóo, Gamarra, Bendodo, Pons) alentó la idea de volver a identificar al PP con la ultraderecha como la mejor forma de motivar al votante socialista. De ahí el vídeo lanzado para refrescar la memoria del Gobierno Aznar en la guerra de Irak, el Prestige, el Yak-42 y los atentados del 11-M. Pero de eso podía deducirse descreimiento en la propia obra de Sánchez. Como si él mismo y su estado mayor ya no confiasen en los buenos datos económicos, la presidencia europea y las decisiones del Consejo de Ministros. Por otra parte, entendieron que tampoco había funcionado lo de asociar la figura de Feijóo a la "ola ultraconservadora".

No le demos más vueltas a un problema que, a mi juicio, gira en torno al personalismo del personaje y su incurable falta de credibilidad. Aquí procede citar un artículo de Alfonso Guerra publicado la semana pasada en The Objetive. Escribía el exvicepresidente del Gobierno y número dos de Felipe González: "Tal vez haya llegado el momento de que los socialistas se interroguen sobre si su verdadero problema no será el candidato". Me sorprende esta forma tan poco guerrista de señalar a Sánchez.

El relato construido sobre la desesperación del presidente desvela el estado de ánimo de la familia socialista, que ha pasado de la desmovilización al abatimiento tras el fiasco del 28-M. Es lo que transpiran las bases. Por arriba, el desconcierto y los palos de ciego nos remiten a las dificultades con las que topan los equipos de la Moncloa para contagiar moral de victoria en la campaña del 23 de julio. No hablo de los órganos de dirección (ejecutiva y comité federal, básicamente). No cuentan. Son carcasas vacías, puenteadas desde que Sánchez halló en las elecciones primarias su principal y único elemento de legitimidad.

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