Es noticia
Puigdemont: ¿estabilizador o dinamitero?
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Puigdemont: ¿estabilizador o dinamitero?

¿Se imaginan que acabase votando a Feijóo a cambio de nada, solo por desestabilizar el Estado y desmarcarse de ERC?

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (Reuters/Yves Herman)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (Reuters/Yves Herman)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

"Coherencia y patriotismo", piden los guardianes del pensamiento conservador (FAES) ante el reto de la gobernabilidad. Con los mismos ingredientes lo afronta el partido de Puigdemont, aunque el patriotismo no se inspira en el mismo país. Ese es el anómalo punto de fractura entre dos fuerzas políticas conservadoras. El PP, a escala nacional. Junts, a escala catalana.

Lo mismo puede predicarse del PNV respecto al País Vasco, si no fuera porque, a diferencia de Junts, sí ha puesto por delante una cuestión ideológica y no territorial: con Vox adosado al PP, no hay nada que hablar con Feijóo. Al otro lado de la barricada hacen lo mismo las dos izquierdas nacionalistas, ERC y Bildu, de aversión declarada a un Gobierno de la derecha, sin perjuicio de mantener vivas sus aspiraciones independentistas por la vía del diálogo, la negociación y los atajos de nunca acabar.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en el mitin central de JxCAT en Amer. (EFE/David Borrat) Opinión

No es opinión. Es una reseña, a la vista del embrollado recuento electoral del domingo. De no venir lo ideológico subordinado a lo identitario, el alineamiento Junts-PP en la causa de Feijóo for president iría sobrado de coherencia y escaso de patriotismo. En su mano estaría sentar al aspirante en la Moncloa. Pero no es el caso, salvo improbable travesura enredadora de los antiguos convergentes.

Si los dos escaños en juego a esta hora (uno en Girona, el otro en Madrid) no alteran la previsible relación de fuerzas entre los teóricos costaleros de Sánchez y los de Feijóo, la continuidad de Sánchez en la Moncloa también estaría a merced del prófugo de Waterloo (bastaría la abstención de sus siete diputados).

Pero sus exigencias de partida (autodeterminación y amnistía) son inasumibles. También para Sánchez, por mucho que se le tome por un cómplice del separatismo. Sus interesadas cesiones a los nacionalismos periféricos (indulto, reforma del Código Penal, acercamiento de presos, retirada de la Guardia Civil de las carreteras de Navarra) nunca pisaron las rayas rojas de acceso al “proceso destituyente” que se temen los teólogos de FAES. A saber: soberanía nacional única e indivisible y principio de integridad territorial.

La contundencia de la posición del presidente del Gobierno, ahora en funciones, no permite frivolizar con su presunta intención de dar lo que le pidan los independentistas a cambio de seguir en el poder. Lo repitió durante la campaña: “Los independentistas piden amnistía y autodeterminación, pero no han tenido ni tendrán ninguna de las dos cosas”.

El campo especulativo queda acotado entre esa concluyente posición de Sánchez y las exigencias iniciales de Puigdemont. Sobre la marcha, iremos viendo el según y cómo del diálogo encomendado a Jaume Asens (Sumar). Es demasiado pronto para las conjeturas sobre la fórmula de gobernabilidad sobre un lecho político irremediablemente inestable.

Al fin y al cabo, gobernabilidad y estabilidad del Estado son conceptos incompatibles precisamente con quienes están llamados a hacer gobernable el Estado que detestan. No solo los siete diputados de Junts. También los 13 que conforman la alianza estratégica de la izquierda independentista (ERC y Bildu), que son puntales seguros para la continuidad del segundo Gobierno de coalición de la democracia (PSOE-Sumar). Y esta es la principal anomalía del sistema que lo hace posible.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, en un mitin de campaña el 16 de julio. (EFE/David Borrat)

Hasta aquí, el escenario alternativo a una previsible investidura fallida de Núñez Feijóo, que tiene todo el derecho a pedir la confianza del Congreso para presidir el Gobierno de la nación como partido ganador de las elecciones del 23 de julio. Con más razón, si los escaños pendientes (recuento del CERA) cambian la relación de fuerzas entre los bloques, favorable a Sánchez (172 frente a 170 de Feijóo, con la abstención de Junts y Coalición Canaria).

Pero no descarten ustedes que Puigdemont nos salga dinamitero si no le dan lo que pide. ¿Se imaginan que acabase votando a Feijóo a cambio de nada, solo por desestabilizar el Estado y desmarcarse de ERC, a la espera de que se reactivase la llama del 1 de octubre frente a un Gobierno jacobino y centralizador en Madrid?

"Coherencia y patriotismo", piden los guardianes del pensamiento conservador (FAES) ante el reto de la gobernabilidad. Con los mismos ingredientes lo afronta el partido de Puigdemont, aunque el patriotismo no se inspira en el mismo país. Ese es el anómalo punto de fractura entre dos fuerzas políticas conservadoras. El PP, a escala nacional. Junts, a escala catalana.

Carles Puigdemont
El redactor recomienda