Al Grano
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Diada 23: indolencia en la calle y euforia en Waterloo
Las 'cridas' a la unidad no suenan igual. Y las manifestaciones masivas son estampas del pasado anterior a 2017
Con un independentismo fracturado y venido a menos en las urnas (por debajo del 25% en las elecciones generales), la llamada fiesta nacional de Cataluña ya no es lo que era cuando, antes de 2017, la Generalitat anunciaba a los inversores "escenarios institucionales alternativos".
Los llamamientos a la unidad no suenan igual. Y las masivas manifestaciones (más del millón de personas) son estampas del pasado. Los organizadores confían en alcanzar al menos los 100.000 manifestantes del año pasado (la cifra más baja desde 2012), cuando el fuego purificador del independentismo furioso quemó en el Fossar de les Moreres las banderas de España y una enorme foto de Sánchez y Aragonès, traidores de la temporada. Sin embargo, a la espera de los acontecimientos de hoy, este 11 de septiembre parece traer emparejada la indolencia en las calles con el subidón en la Casa de la República, el burladero de un huido de la Justicia que pastorea a Junts, a la derecha del movimiento independentista.
Sánchez espera reforzar su posición si el independentismo no acredita en la calle el poder que ejerce en los despachos
La aritmética parlamentaria y el estado de necesidad de Sánchez han convertido a Puigdemont en el árbitro de la gobernabilidad de España. Aquel espera reforzar su posición si el independentismo no acredita en la calle el poder que ejerce en los despachos como especie protegida. Y el expresident aprovecha el simbolismo de la Diada (Vi afora, es el lema) para superar a Aragonès-Junqueras en la disputa por el cetro secesionista.
En su manifiesto de vísperas, Junts insiste en su aspiración a una república independiente. Por las buenas: salida pactada con el Estado. O por las malas: el texto dice que yerran quienes creen detectar una renuncia a la unilateralidad. Con dedicatoria a ERC, al afirmar que hasta ahora todas las alternativas "se han revelado inútiles". En otras palabras, que sus competidores se someten a la lógica "autonómica" cuando lo que cunde es la confrontación. Y todo eso cuelga de un discurso cansino, falaz, impostado, guionizado, repetitivo y agotador. Pero no inocente. El lenguaje del independentismo está lleno de trampas porque plantea como inevitables objetivos imposibles.
Puigdemont defiende desde el autodestierro que sus exigencias previas a los tratos con el futuro Gobierno ya han conseguido más que los miramientos de ERC con el Estado. Y pone los pelos como escarpias que pueda tener razón. A saber: reconocimiento de la nación catalana, marcha atrás de la Justicia en las condenas a los líderes del procés y un futuro relator que garantice el cumplimiento de eventuales acuerdos históricos.
Las cuatro marchas coincidirán en la plaza de España, que hoy volverá a ser la plaza de Oriente de los patriotas catalanes
ERC se ha vuelto a colocar detrás de la pancarta unitaria, a diferencia de lo ocurrido en la Diada del año pasado, cuando se desmarcó por las acusaciones de "traidores" que les dedicaron los del otro bando. Puede volver a ocurrir, pues el prófugo de Waterloo sigue acusando a sus competidores de abrazar la lógica "autonómica". Pero me temo que la prédica no ha calado en las cuatro columnas que hoy marchan sobre Barcelona (libertad, soberanía, lengua y país). Por cierto, las menos pregonadas de la última década.
Como la del año pasado, esta Diada puede quedarse en un intercambio de reproches sobre quién pone más por la causa del divorcio con España, con ruido de fondo a cargo de la ANC, movimiento civil radicalizado y muy crítico con ERC y Junts, a los que acusa por igual de perder el tiempo con los abominables representantes del represor Estado español.
"No se puede pactar con quienes nos reprimen", dice ANC en su vídeo de precalentamiento como convocante de la manifestación en la plaza de España, ¡uy!, que hoy volverá a ser la plaza de Oriente de los patriotas catalanes. Ahora también tienen enfilado a Puigdemont, que apuesta por la flojera moral de Sánchez provocada por una travesura de las urnas del 23 de julio.
Con un independentismo fracturado y venido a menos en las urnas (por debajo del 25% en las elecciones generales), la llamada fiesta nacional de Cataluña ya no es lo que era cuando, antes de 2017, la Generalitat anunciaba a los inversores "escenarios institucionales alternativos".
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