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¿Sánchez enfría el secesionismo o lo reaviva?
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Antonio Casado

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¿Sánchez enfría el secesionismo o lo reaviva?

La Convención del PSOE relaciona la política del "reencuentro" con la caída del independentismo en las encuestas

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra)
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A la vista del documento estratégico que va a ser sometido a debate bajo el título "Impulso de país", la Convención socialista del fin de semana en territorio preelectoral gallego será un nuevo ritual contra el PP. Según el borrador, esa alternativa cancelaría "todos los avances sociales de estos últimos cinco años" y volvería a envenenar los problemas territoriales.

Más en positivo, la cita en A Coruña quiere encajar en los planes de "rearme ideológico" la "constatación empírica" de que el acercamiento al nacionalismo periférico (indultos, reformas penales, más autogobierno y la venidera amnistía) enfría los ardores secesionistas en Cataluña y Euskadi, "como se reconoce dentro y fuera de nuestras fronteras".

Se relaciona la política del "reencuentro" con el declinante furor independentista que reflejan las encuestas. Pero el enfriamiento ya era un hecho antes de que hablaran las urnas del 23 de julio, las que generaron en el PSOE el estado de necesidad que condenó a Sánchez a gobernar condicionado por los partidos antiespañoles, si bien en la Moncloa prefieren verlo como un mandato al socialismo para convertirse en "dique de contención frente a la ola reaccionaria".

Ahora la pregunta del millón es si ese estado de necesidad (la supervivencia política de Sánchez) fue virtud sanadora de "las heridas aún abiertas". O si, por el contrario, ha reavivado una pasión secesionista que iba a la baja. Véase lo ocurrido con la reforma constitucional del artículo 49 ("disminuidos" por "discapacitados") aprobada en el Congreso. Aunque no venía a cuento, el PNV intentó colar unas enmiendas que pretendían entrar con la excavadora en la Carta Magna. Nada menos que el derribo de algunas de sus vigas maestras, como la Corona, la soberanía nacional única e indivisible (se proponía la inclusión del derecho a decidir) o la eliminación del papel de las Fuerzas Armadas como garantes de la integridad territorial (art. 8).

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), junto al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Chema Moya)

Las enmiendas fueron rechazadas por el bloque de la centralidad (PSOE-PP), pero coreadas con entusiasmo por ERC, Junts y Bildu. Lo cual alimentó la sospecha de que el encamamiento de Sánchez con esos grupos les da pie para rearmarse en sus cansinos discursos emancipadores y sus histéricos ataques contra el Estado "represor", la figura de Felipe VI y la supuesta conjura de los jueces contra el independentismo.

En la mencionada sesión parlamentaria del jueves se escucharon formulaciones de grueso calibre. Viejo recurso al victimismo por parte del portavoz del PNV, Mikel Legarda: "Nos han puesto una mordaza". En nombre de Bildu, Mertxe Aizpurua sentenció: "Un Estado incapaz de reformar su Constitución tiene un problema de primera magnitud". Más directa, la portavoz de Junts, Marta Madreñas, repitió por enésima vez eso de que "esta Constitución no nos representa". Y, en fin, el portavoz de ERC, Francesc-Marc Álvaro, cargó contra los partidos centrales por impedir que se abriese la brecha reformadora a otros asuntos que tienen relación con el armazón del Estado: "El PP y el PSOE tienen pánico a la democracia", dijo,

La política de acuerdos de Sánchez, ¿fue virtud sanadora de "las heridas aún abiertas" o ha reavivado un secesionismo que iba a la baja?

Todo eso coincide con una declaración del presidente catalán, Pere Aragonès, recordando su idea fija de negociar un referéndum de autodeterminación. Y coincide también con el "colorín colorado" de Jordi Turull: se acabó el cuento de la reconciliación si no hay compromiso de referéndum. Así respondía a Sánchez, que acababa de declarar públicamente que "los catalanes no están por la independencia".

Eso también ha sido una forma de reavivar la hoguera que, según él, ya está prácticamente extinguida. El presidente ha hecho un plan de obleas si nos atenemos, por ejemplo, al análisis de la mencionada portavoz de EH-Bildu, Mertxe Aizpurua, cuando propone al PNV un frente común porque "esta vez el proyecto secesionista tiene más posibilidades de avanzar", ya que "el Gobierno depende de los partidos nacionalistas para sacar adelante cualquier iniciativa parlamentaria".

A la vista del documento estratégico que va a ser sometido a debate bajo el título "Impulso de país", la Convención socialista del fin de semana en territorio preelectoral gallego será un nuevo ritual contra el PP. Según el borrador, esa alternativa cancelaría "todos los avances sociales de estos últimos cinco años" y volvería a envenenar los problemas territoriales.

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