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Fernando Matres

El Zaguán

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Votaron… y perdieron

El histórico apoyo a Juanma Moreno destroza el soberbio lema del PSOE, que ignoró que la calle no se toma para movilizarse después de las elecciones, sino cada día durante los cuatro años previos

Foto: Sánchez y Espadas en el acto de cierre de campaña de los socialistas. (EFE/Julio Muñoz)
Sánchez y Espadas en el acto de cierre de campaña de los socialistas. (EFE/Julio Muñoz)
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Como en el poema de Neruda, nosotros, los andaluces de entonces, ya no somos los mismos. Ver al Partido Popular en el Gobierno de la Junta de Andalucía ha dejado de ser el resultado de una carambola política inesperada, sino la constatación de que no es que los tiempos estén cambiando, es que las cosas ya han cambiado. A Juanma Moreno le han apoyado los 'peperos' de siempre, muchos desencantados que han vuelto “a casa”, casi todos los que en 2018 apostaron por Ciudadanos, fagocitados por la debacle de la marca nacional y el éxito de la coalición, algunos que pensaban confiar en Vox alarmados por las excentricidades de Macarena Olona e incluso tradicionales votantes socialistas que han visto en él un presidente sensato, moderado y buen gestor. Todos ellos votaron… y en el PSOE perdieron, dándole la vuelta a su lema sobrevenido, ejemplo nítido de la soberbia que ha hecho posible este vuelco histórico.

Foto: Juan Espadas, en Torredelcampo (Jaén), donde usó por primera vez el lema "si votamos, ganamos". (EFE/José Manuel Pedrosa)

“Si votamos, ganamos”, proclamaban los socialistas. Que traducido resulta: somos más, e incluso moralmente mejores, por lo que basta con que nos movilicemos para ganar. Ésa es la falsa y peligrosa idea que ha presidido su campaña. Además de este erróneo, e incluso ofensivo, punto de partida, el otro eje ha sido alentar el miedo a la ultraderecha, algo que a la postre hasta ha derivado en más apoyos a Moreno por las teorías del voto útil y el caballo ganador. Ante el reiterado “que viene el lobo” de Juan Espadas, los andaluces han optado por protegerse dando su confianza a una mayoría sólida y segura que haga innecesarias las extravagantes exigencias de Vox.

“Todos y todas debemos implicarnos al máximo en combatir la derecha que ha blanqueado y dado protagonismo en las instituciones al franquismo político”, proclamaba Susana Díaz hace casi cuatro años en una carta abierta a sus militantes en los que incitaba a movilizarse contra el pacto que le quitó el poder tras las anteriores elecciones autonómicas. El pasado martes, Adriana Lastra llamaba a “votar en masa al PSOE para no tener que volver a salir a las calles de Andalucía a decirle a la derecha que no vamos a permitir ni un paso atrás”. Una versión muy particular de la fiesta de la democracia.

Foto: El candidato del PP a la reelección de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/José Manuel Vidal)

El problema es que, en aquel mensaje, la ahora senadora y tertuliana Susana Díaz también decía: “la mayoría de progreso que hay en esta comunidad autónoma ha de estar movilizada contra la extrema derecha”. Y, una de dos, o esa mayoría ya no existe; o bien el progreso que quiere la mayoría pasa porque su vida diaria cambie con hechos y no con consignas ideológicas escritas en el aire. Cualquiera de las dos opciones resulta fatal para el PSOE. Y los datos y los hechos demuestran que lo más probable es que ambas sean verdad, algo que debería quitarle el sueño.

Hasta el baño de realidad de la noche electoral, todos se habían aferrado a un mantra habitual de los candidatos en las campañas: la única encuesta es la de los votos. Juanma Moreno lo usó para frenar la euforia, que suele tener propiedades desmovilizadoras; Juan Espadas, para poner al mal tiempo buena cara y confiar en que esta vez la moneda cayera de cara. Aunque el socialista tenía razón al decir que no se creía los sondeos: los números que el recuento ha revelado han sido incluso peores. Las previsiones demoscópicas tienden a acertar cuando se realizan con la rigurosidad profesional de reflejar las opiniones y no con la intención partidista de condicionarlas.

Foto: Una mujer comprando en una frutería del mercado de abastos de Dos Hermanas este lunes. (J. Z.)
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Pero Espadas no lo vio, o no quiso verlo, porque sus primeras palabras después de que la catástrofe se confirmara demostraron que parece no haber entendido nada. “Si la participación no es alta la izquierda lo tiene muy difícil”, “no hemos sabido movilizar a los votantes de izquierdas”, “sólo hemos tenido siete meses para preparar la campaña”, “Juanma Moreno ha usado todos los aparatos de propaganda de la Junta a su servicio”… Sólo le faltó decir que el que recuenta los votos le tiene manía.

Nada que ver con la imagen que transmitía Juanma Moreno, que no sólo le ha arrebatado al PSOE esa mayoría que, a fuerza de ganar elecciones, pensó que era eterna, sino que también le ha robado los símbolos. Como la fuerza de ver todo el mapa andaluz pintado de azul, ganando incluso en Sevilla por primera vez en la historia, o la bandera blanquiverde que exhibió orgulloso en su discurso triunfal. “Mis jefes son los andaluces, voy a gobernar para todos”, prometió reiterando la palabra humildad, ésa que no se pronuncia desde hace décadas en el PSOE andaluz.

Entre las luchas internas, un candidato designado por Pedro Sánchez para destronar a Susana Díaz y no para ganar votos y una campaña dirigida desde la Moncloa y no desde San Vicente, han olvidado que las calles no hay que tomarlas el día después de las elecciones para movilizarse si no gusta el resultado, sino cada día durante los cuatro años antes. Andalucía avanza, rezaba el lema de Juanma Moreno. El PSOE parece volver a la casilla de salida.

Como en el poema de Neruda, nosotros, los andaluces de entonces, ya no somos los mismos. Ver al Partido Popular en el Gobierno de la Junta de Andalucía ha dejado de ser el resultado de una carambola política inesperada, sino la constatación de que no es que los tiempos estén cambiando, es que las cosas ya han cambiado. A Juanma Moreno le han apoyado los 'peperos' de siempre, muchos desencantados que han vuelto “a casa”, casi todos los que en 2018 apostaron por Ciudadanos, fagocitados por la debacle de la marca nacional y el éxito de la coalición, algunos que pensaban confiar en Vox alarmados por las excentricidades de Macarena Olona e incluso tradicionales votantes socialistas que han visto en él un presidente sensato, moderado y buen gestor. Todos ellos votaron… y en el PSOE perdieron, dándole la vuelta a su lema sobrevenido, ejemplo nítido de la soberbia que ha hecho posible este vuelco histórico.

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