El Zaguán
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Moralejas de la DANA
La catástrofe nos deja un número abrumador de víctimas mortales, muchas vidas destrozadas y también valiosas lecciones para el futuro
Asegura el dicho popular que no hay que prometer cuando estés feliz, responder cuando estés enfadado, ni decidir cuando estés triste, y aunque la tragedia de la Comunidad Valenciana nos ha provocado dos de esos sentimientos, enfado y tristeza, además de otros como desolación, conmoción, preocupación e incluso ira, sí parece un buen momento para extraer conclusiones. Cierto es que la prudencia aconseja no tomar medidas en caliente, pero dejar reposar las cosas puede mitigar las consecuencias. Y ya sabemos eso de que quien olvida su Historia está condenado a repetirla.
Todo lo ocurrido desde que la DANA desató su furia nos ha legado algunas enseñanzas, a modo de moraleja, que no debemos ni podemos olvidar. Que afectan a todos, desde las administraciones al sector privado, desde el plano individual hasta la sociedad como conjunto, desde la clase política hasta la periodística. La catástrofe nos deja un número abrumador de víctimas mortales, muchas vidas destrozadas y también valiosas lecciones para el futuro, de las que debemos aprender para no cometer los mismos errores.
El 11-S cambió los protocolos de seguridad aérea. El 11-M modificó la estrategia de lucha antiterrorista. La tragedia de Valencia ha sido una catástrofe natural y no un atentado, pero debe suponer igualmente un hito, un antes y un después que permita evitar más víctimas. En cuanto a activación de alertas, coordinación entre administraciones y respuesta inmediata, pero también respecto a planificación urbanística.
En Sevilla, por ejemplo, existía un debate desde hace décadas sobre el futuro de la Dehesa de Tablada, una parcela declarada como terreno no urbanizable de especial protección en el PGOU, y una posible recalificación para albergar usos residenciales y terciarios, a pesar de estar en una zona considerada dentro de la llanura de inundación del Guadalquivir.
Ahora, el alcalde, José Luis Sanz, ha dado un portazo a esta posibilidad ante la evidencia de los hechos. “La DANA obliga a repensar muchas cosas. Si hay zonas inundables, más vale olvidarse de ellas, no tiene sentido que pensemos en urbanizar zonas como las que se han inundado en Valencia”.
La prevención se ha revelado como fundamental para estar preparados por si llega el momento. La Junta de Andalucía cuenta desde el año pasado con un Plan de Emergencia ante el riesgo de maremotos y ayuntamientos de Huelva y Cádiz tienen protocolos para informar a los ciudadanos de los pasos a seguir en una situación así. Una formación en ese sentido en los centros educativos y laborales ayudaría a que la población tuviera interiorizados los mensajes clave, al igual que ocurre en países afectados frecuentemente por terremotos o huracanes.
Tras la prevención va la respuesta ágil y en ese sentido el ejemplo de Valencia es desolador. No es que no haya existido coordinación, sino que la imagen que se ha trasladado es la de administraciones intentando desviar la responsabilidad en lugar de articular soluciones urgentes. En 2017, cuando un terrible incendio arrasó 8.500 hectáreas del Parque Nacional de Doñana, la colaboración entre un Gobierno andaluz liderado por la socialista Susana Díaz y uno central presidido por el popular Mariano Rajoy fue ejemplar, tanto en las labores de extinción como en los trabajos de restauración forestal de las zonas afectadas. No parece difícil, con profesionalidad, altura de miras y sentido del deber por todas las partes, pero en esta ocasión el clima de polarización política extrema o la incompetencia, o ambas a la vez, han provocado un espectáculo bochornoso.
Ninguna administración ni fuerza política ha estado a la altura. Han mostrado más interés en ganar el relato que en ayudar a las víctimas. La guerra de declaraciones sobre cuándo se solicitó y activó la UME ha sido vergonzosa, que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición no se hayan sentado a hablar y transmitir unidad es desolador y todo lo ocurrido después de la visita a Paiporta ha entrado por derecho propio en la historia negra de la política de este país. El tuit del diputado de Vox por Granada Jacobo Robatto, “el que le haya tirado el palo que no se preocupe, que yo le llevo otro mañana” es vomitivo, los mensajes de dirigentes del PP acusando a Sánchez de huir y victimizarse son repugnantes y el informe distribuido por el PSOE a los medios intentando responsabilizar de todo a grupos de ultraderecha era más propio de un trabajo de colegio que del partido que gobierna el país.
Luego están los bulos. Pedro Sánchez no dijo “si necesitan ayuda, que la pidan”, ni ha vinculado la llegada de ayudas a la aprobación del Presupuesto. Mostró la voluntad de enviar más recursos si eran solicitados por la Comunidad Valenciana y el decreto-ley con el paquete de ayudas ya fue publicado ayer en el BOE. Pero las palabras importan y conviene medirlas. No es lo mismo decir “si necesitan más recursos, que los soliciten” que “todos los recursos del Estado están a disposición del pueblo de Valencia”. Igual que era innecesario afirmar que “ahora se multiplica la necesidad de cumplir con la obligación de aprobar las cuentas”, sobre todo porque reconoce implícitamente que este año no ha cumplido con su obligación.
También hay que aprender del papel de los medios de comunicación, que en su mayoría están realizando una labor ejemplar, pero en algunos casos ya se cuestiona dónde acaba el interés informativo y humano en las amplias coberturas y dónde empieza el deseo de ganar audiencia. Viendo algunos canales de televisión no he podido evitar acordarme de El gran carnaval, la extraordinaria película de Billy Wilder. O la implicación de algunos influencers, preocupados por colaborar, pero también por ganar seguidores. Hasta el punto de que uno de ellos abrió una votación para llevar la ayuda a los pueblos que sumaran más “me gusta”. Demencial.
Siempre la gran esperanza es el pueblo. La demostración de que la solidaridad siempre surge, que afortunadamente Rousseau tenía más razón que Hobbes. Todo acto de bondad es una demostración de poderío, dijo Miguel de Unamuno.
Asegura el dicho popular que no hay que prometer cuando estés feliz, responder cuando estés enfadado, ni decidir cuando estés triste, y aunque la tragedia de la Comunidad Valenciana nos ha provocado dos de esos sentimientos, enfado y tristeza, además de otros como desolación, conmoción, preocupación e incluso ira, sí parece un buen momento para extraer conclusiones. Cierto es que la prudencia aconseja no tomar medidas en caliente, pero dejar reposar las cosas puede mitigar las consecuencias. Y ya sabemos eso de que quien olvida su Historia está condenado a repetirla.
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