Es noticia
La feliz vida peligrosa de Pedro Sánchez
  1. España
  2. Antítesis
Vicente Vallés

Antítesis

Por

La feliz vida peligrosa de Pedro Sánchez

Si se aprueba la reforma laboral, Moncloa 'venderá' que es una victoria del presidente. Una más. Si no se aprueba, Moncloa 'venderá' que es una derrota de Yolanda Díaz

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Susana Vera)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Susana Vera)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El 10 de noviembre de 2019, el PSOE pasó de 123 escaños a 120, cuando esperaba obtener 150 para seguir gobernando en solitario. Esa misma noche, Pedro Sánchez decidió sentar a Pablo Iglesias a su vera en el Consejo de Ministros y asumir con displicente naturalidad las amistades peligrosas de Esquerra y Bildu. No estamos ante un presidente proclive a la existencia contemplativa ni al canto gregoriano. Desde 2014, cuando inició su cruzada contra el ‘socialismo del Antiguo Testamento’ y triunfó, Sánchez ha demostrado que lo suyo es el punk. Vive peligrosamente.

Por tanto, no hay motivo para que cunda el estupor en Moncloa cuando, ante la crisis en Ucrania, sus socios se acomodan en la melancolía tardocomunista, huérfanos de la Unión Soviética y añorantes de aquellos juveniles años de las manis del ‘no a la guerra’. Y, míranos ahora, participando de un Gobierno que envía barcos y aviones para frenar a Rusia, mientras nos ponemos dignos frente a ese gabinete del que formamos parte con cuatro ministros y una vicepresidenta. Y, en junio, incluso ejerceremos como anfitriones de la cumbre de la OTAN en Madrid… 'Porca miseria'. Contra Aznar vivíamos mejor.

Como consecuencia, España se presenta ante el mundo con un Gobierno bífido, que moviliza a sus Fuerzas Armadas en apoyo a la OTAN y, a la vez, protesta contra la movilización de sus Fuerzas Armadas en apoyo a la OTAN. Una kermés. Otra más. Y ocurre a pocos días de que se vote la nueva reforma laboral, con la aprobación en el aire. Igual que ocurrió con los presupuestos generales del Estado y otras leyes importantes, Moncloa aplica la doctrina de llevar las negociaciones al límite: cuanto menos tiempo queda para una votación, menos tiempo tienen los incómodos compañeros de la mayoría Frankenstein para dar la lata con exigencias embarazosas.

Foto: Irene Montero, Ione Belarra y Alberto Garzón. (EFE/Kiko Huesca)

Como efecto colateral, la actitud del Gobierno de mantener en ‘modo reposo’ su interlocución con Esquerra permite a los independentistas presumir de ser la reserva espiritual de la izquierda, por encima de Podemos, incluso para los trabajadores de fuera de Cataluña. Además, regala a Oriol Junqueras la ocasión de presentarse como actor protagonista en la escena nacional, exigiendo “cambios sustanciales”. Y su portavoz parlamentario Gabriel Rufián remacha que “Esquerra no vota proyectos personales”, en despiadada referencia a la campaña de autoglorificación que Yolanda Díaz aspira a hacer con esta reformita. “El Gobierno nos dice ‘a ver cómo lo explicáis’ [el voto contrario a la reforma laboral]. No: ¡a ver cómo lo explicas tú!”, ha espetado Rufián al Gobierno, con ese deje cheli madrileño que destila el diputado independentista catalán.

Nadie se pasmará si, llegado el día de votar, esta intrépida firmeza deriva en otra gloriosa marcha atrás para apoyar al Gobierno, como ha ocurrido tantas veces. Aunque quizás ahora sea distinto. Porque, por ejemplo, no aprobar los presupuestos habría podido provocar el final anticipado de la legislatura, y eso es lo último que quiere Esquerra, henchida de protagonismo gracias a ser, a un tiempo, el pepito grillo y la muletilla de Sánchez. Pero, si la reforma laboral no se aprueba, Esquerra habrá mostrado raigambre izquierdista y autonomía política frente a Moncloa, a sabiendas de que eso no provocará la caída de la coalición. Es gratis.

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

De paso, Sánchez se permite, otra vez, coquetear en vacío con la posibilidad de abrirse a un acuerdo pretendidamente centrista con Ciudadanos. Marcaría, así, distancias con Podemos y con los independentistas en plena campaña electoral en Castilla y León. Ganaría Sánchez, como casi siempre, y perdería el “proyecto personal” de Yolanda Díaz. Y Ciudadanos presentaría el acontecimiento como una fe de vida: ¡Eh, que todavía respiramos!, aunque se trate de respiración asistida.

Y el PP, en su despiste cotidiano, perderá la ocasión de escarnecer a Sánchez, al PSOE, a Yolanda Díaz y a Podemos votando a favor de la reforma no derogatoria del Gobierno, y proyectar esa circunstancia hacia la opinión pública como la demostración de la artimaña a la que socialistas y podemitas han sometido a sus votantes cuando, en el punto 1.3 de su acuerdo de coalición, les prometieron derogar (sin matices) la reforma laboral de Rajoy. Pero eso sería pedir demasiado en un hábitat político en el que tiende a prosperar quien se instala en el alboroto. El PP se ve arrastrado a oponerse a todo por sistema, porque, en caso contrario, los réditos electorales se los puede llevar Vox, que siempre grita más. Génova se conforma con ganar, si puede, una meta volante: que Sánchez pierda una votación parlamentaria importante. Pájaro en mano.

Al final, si se aprueba la reforma laboral, Moncloa ‘venderá’ que es una victoria del presidente. Una más. Si no se aprueba, Moncloa ‘venderá’ que es una derrota de Yolanda Díaz. Y Pedro Sánchez seguirá viviendo peligrosamente. Tan feliz.

El 10 de noviembre de 2019, el PSOE pasó de 123 escaños a 120, cuando esperaba obtener 150 para seguir gobernando en solitario. Esa misma noche, Pedro Sánchez decidió sentar a Pablo Iglesias a su vera en el Consejo de Ministros y asumir con displicente naturalidad las amistades peligrosas de Esquerra y Bildu. No estamos ante un presidente proclive a la existencia contemplativa ni al canto gregoriano. Desde 2014, cuando inició su cruzada contra el ‘socialismo del Antiguo Testamento’ y triunfó, Sánchez ha demostrado que lo suyo es el punk. Vive peligrosamente.

Pedro Sánchez Yolanda Díaz Reforma laboral PSOE
El redactor recomienda