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Sánchez desencadenado: se fortifica y opaca a Yolanda Díaz
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Sánchez desencadenado: se fortifica y opaca a Yolanda Díaz

Sánchez se ha desencadenado y, en un plazo de apenas dos semanas, ha sido el mandatario más militarista en la cumbre de la OTAN y, a la vez, el primer ministro occidental más izquierdista en el debate sobre el estado de la nación

Foto: Sánchez y Díaz, en el Congreso. (EFE/Kiko Huesca)
Sánchez y Díaz, en el Congreso. (EFE/Kiko Huesca)
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Cuando el PSOE se hundió en las elecciones madrileñas de mayo de 2021, Pedro Sánchez acometió una profunda remodelación del sector socialista del Gobierno (tiene prohibido tocar al sector Podemos). La dosis de remodelación no fue suficiente, porque, en las elecciones andaluzas de junio de 2022, el PSOE no levantó cabeza. Esta vez no ha realizado cambios en su gabinete ni en su partido —de momento—. Pero, en una nueva muestra de su acreditada versatilidad y de su capacidad para el contorsionismo ideológico, Sánchez se ha desencadenado y, en un plazo de apenas dos semanas, ha sido el mandatario más militarista en la cumbre de la OTAN y, a la vez, el primer ministro occidental más izquierdista en el debate sobre el estado de la nación.

Se une al PP en la subida del presupuesto militar y a Bildu, en la memoria histórica. Los márgenes políticos de Sánchez siempre están más allá del horizonte y, por tanto, es como si no existieran. No ha pasado ni un mes desde la costalada de los dos partidos de la coalición en Andalucía, pero el presidente llega a las vacaciones de verano con el mango de la sartén en su mano, muy a pesar de esos espectrales "poderes ocultos con sus terminales políticas y mediáticas" con los que Sánchez pretende asustar a los españoles, como quien atemoriza a los niños hablando del hombre del saco.

Foto: Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz en una sesión de control al Gobierno. (EFE/Juan Carlos Hidalgo) Opinión
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La pobre Yolanda Díaz se las prometía felices el 8 de julio cuando presentó en Madrid su proyecto peronista, diseñado para orillar a Podemos y acoger a la extrema izquierda dispersa y atomizada, como la hembra de canguro acoge a sus crías en el marsupio. De paso, pretendía sisar votantes al PSOE porque, como ya dijo Díaz, eso que hay a la izquierda de los socialistas es "una esquinita pequeña y marginal". Sus expectativas no podían ser tan discretas.

Pero, cuando la vicepresidenta segunda trataba de acaparar titulares, se organizó una guerra civil entre distintas facciones de la extrema izquierda política y entre diferentes sectores de la izquierda mediática. Todos contra todos. Tanto se quisieron, tanto se odian. Parecían añorar aquel mayo de 1937, en el que grupos anarquistas, comunistas y socialistas se enfrentaron a tiro limpio en Barcelona, cuando el enemigo se acercaba a las puertas de Cataluña. Ahora, mientras las izquierdas se despellejan a la vista de todos, nadie habla de Sumar ni de Yolanda Díaz. Su bucólica apelación de "tenemos que querernos más" ha derivado en una tangana de esos que están llamados a quererse.

En estas llegó el debate sobre el estado de la nación y Pedro Sánchez, que no conoce la piedad, remató a Díaz al apropiarse de su idea de escarmentar a los bribones bancos y a las mezquinas eléctricas, sin siquiera llamar previamente a su vicepresidenta para anunciarle que le iba a arrebatar su discurso y su espacio. Porque el discurso es del presidente, y en el espacio solo cabe el presidente. Díaz pretendía hacer una incursión en el electorado de Sánchez, pero Sánchez le ha madrugado la fórmula y ha realizado un ataque preventivo a por el electorado de Díaz.

Foto: La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. (EFE/Fernando Alvarado)

El presidente consigue así recomponer el escenario: opaca a Yolanda Díaz, apuntala sus apoyos parlamentarios y desbroza el camino de año y medio que nos conducirá hacia el final de la legislatura. Porque, al barniz de líder mundial en la cumbre de la OTAN y al arrinconamiento del ‘espacio de Yolanda Díaz’ en el debate parlamentario, se ha unido el zafarrancho final de una reunión con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, para resituar la relación con Esquerra Republicana, muy tensa después del chusco episodio no aclarado —y que, probablemente, nunca se aclarará— del espionaje a los líderes independentistas y al propio Sánchez.

Muchos dudan de la capacidad del presidente para la gestión de la cosa pública, pero nadie podrá cuestionar su habilidad para gestionar el poder. Churchill ironizaba sobre el káiser alemán Guillermo II. Decía que, "en cada crisis, el káiser se derrumbó; en la derrota, huyó; en la revolución, abdicó, y, en el exilio, se volvió a casar". Muy al contrario, en cada crisis, Sánchez se levantó; en la derrota, se fortificó; en el intento de revolución de sus socios, los ninguneó y les robó el discurso, y, en el exilio…, ¿qué exilio?

Después de la capitulación electoral en Andalucía, el líder socialista se ha refugiado en el burladero que mejor le protege y cuyo ámbito domina con primor: la resistencia. Es como Sánchez se siente más enérgico y eficiente. Es el Sánchez reactivo que asegura sus números en el Congreso (con la duda sobre si el PNV habrá iniciado ya el viraje, dado su acreditado ventajismo). El tiempo nos dirá si al presidente los números también le serán suficientes en las urnas.

Cuando el PSOE se hundió en las elecciones madrileñas de mayo de 2021, Pedro Sánchez acometió una profunda remodelación del sector socialista del Gobierno (tiene prohibido tocar al sector Podemos). La dosis de remodelación no fue suficiente, porque, en las elecciones andaluzas de junio de 2022, el PSOE no levantó cabeza. Esta vez no ha realizado cambios en su gabinete ni en su partido —de momento—. Pero, en una nueva muestra de su acreditada versatilidad y de su capacidad para el contorsionismo ideológico, Sánchez se ha desencadenado y, en un plazo de apenas dos semanas, ha sido el mandatario más militarista en la cumbre de la OTAN y, a la vez, el primer ministro occidental más izquierdista en el debate sobre el estado de la nación.

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