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Pujol a Mas: “Solucióname lo de Vilarasau”
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Nacho Cardero

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Pujol a Mas: “Solucióname lo de Vilarasau”

José Vilarasau (1931) fue el primer ejecutivo de La Caixa durante 27 años, más de lo que Jordi Pujol estuvo al frente de la Generalitat

Foto: Artur Mas, instantes antes de anunciar la renuncia de Pujol a sus cargos y salarios.
Artur Mas, instantes antes de anunciar la renuncia de Pujol a sus cargos y salarios.

José Vilarasau (1931) fue el primer ejecutivo de La Caixa durante 27 años, más de lo que Jordi Pujol estuvo al frente de la Generalitat. Su nombre entinta las páginas de las finanzas de este país como el demiurgo de La Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona, el verdadero artífice de que la entidad catalana se dispute en la actualidad los puestos más altos del ranking. Fue amigo de Pujol. Y si no lo fue, aparentaba serlo. En más de una ocasión –ahí está la hemeroteca– acudió al rescate del entonces presidente de la Generalitat para tapar los quilombos en los que le metía Javier de la Rosa.

Un maridaje discreto y distante, casi perfecto, hasta 2003. Ese año, el conseller en cap del Govern, Artur Mas, comenzó a urdir un traje a la medida de Vilarasau para obligar a jubilarle con una ley que limitaba la edad de los consejeros de las cajas a un máximo de 70 años. El de Caixa contaba con 72. La ofensiva desconcertó hasta al mismísimo Pujol, que no entendía por qué habían de prescindir de un banquero con el que siempre habían convivido en paz y armonía. Se mostraba contrariado: “Tienes que solucionarme lo de Vilarasau”, le pedía el president a su delfín, según recuerdan testigos de las conversaciones. “Tienes que solucionármelo”, insistía machaconamente. “Si no, tendrás un problema”.

Pero lo que se presuponía un problema para Mas devino problema para Pujol. El conseller se lanzó como una hidra de siete cabezas contra su mentor: “Si se queda Vilarasau, el que se va soy yo”. La Ley de medidas fiscales y administrativas salió adelante y el presidente de La Caixa tuvo que dejar el cargo en manos de Ricardo Fornesa para que luego éste, tras una especie de interregno, tuviera que ceder el testigo o bien a Isidro Fainé, o bien a Antonio Brufau, ambos brillantes directivos de la caja en los que Artur Mas tenía depositada su confianza.

“Siempre dije que cualquiera de ellos podría dirigir con éxito cualquiera de las mayores empresas españolas”, narraba Vilarasau en sus memorias (El extraño camino a La Caixa, RBA Editores). Lo contaba con ese tono de resquemor que en boca de los miembros del seny no parece tal, pero lo cierto es que tanto el uno como el otro le dieron la espalda llegado el momento. Lo dejaron solo. “Quisieron volar por su cuenta y que sus decisiones dejaran de depender siempre de mi aprobación”. Resultaba comprensible. Lo que no lo era tanto, rememora el banquero, fue la actitud de la Generalitat, “que la había tomado conmigo” y que decía que “lo mejor que podía hacer era conformarme". En fin, hubiera “agradecido que lo disimularan un poco más”.

El problema que tenía antes Artur Mas con Vilarasau lo tiene ahora Fainé con el primero. El president lleva meses cavando su propia tumba y amenaza con llevarse colgados del brazo a todos los que le rodean.

Aunque inmerso en la fase de negación, Artur Mas es un cadáver político. Por mucho que se pellizque para negar la evidencia, y se revuelva combativo en busca de un giro que revierta el devenir de los acontecimientos, lo cierto es que políticamente Mas ya ha dejado el mundo de los vivos. Como el protagonista de la película El sexto sentido, si habla como un muerto, si se mueve como un muerto, si huele como un muerto y si se rodea de muertos, véase la familia Pujol, es que él también está muerto. Bastaba que hubiera afinado el oído para escuchar los cánticos por su funeral.

RÉQUIEM I: La confesión de Pujol

En un país cínico como lo es España, poco dado a reconocer la culpa y asumir responsabilidades, la confesión de Pujol hace presumir un escándalo de dimensiones oceánicas y esparce la sombra de la duda no sólo sobre Convergència sino sobre toda la política catalana. La pregunta ronda por la cabeza: ¿Y si todo fuera falso? ¿Y si Cataluña hubiera estado viviendo todos estos años una mentira? ¿Y si el clientelismo dominante de la Generalitat sobre la burguesía, empresa e incluso medios de comunicación hubiera impedido que la verdad emergiera? Algunos todavía niegan la realidad... Quizá porque les sale más rentable.

En este sentido, resultan escalofriantes las declaraciones de José María Mena, uno de los fiscales que estuvo investigando el caso Banca Catalana, entidad que quebró en el año 1982 y fue fundada por el clan de los Pujol, acusados posteriormente de ocultar una caja B en el banco y repartir más de 500 millones de pesetas de unos beneficios inexistentes. El caso fue archivado como allí se archivaban los casos: por los cojones del molt honorable.

Durante la investigación, como recoge la entrevista a Mena en el programa Más Claro Agua, de 13TV, los fiscales “fuimos disparados con una escopeta de caza en las ventanas y durante muchísimos días recibíamos llamadas telefónicas intermitentes durante toda la noche”. Y de aquellos polvos, estos lodos. El sábado publicó El Confidencial que los Pujol atesoran decenas de millones de euros en cuentas opacas y la UDEF estima en más de 500 millones el dinero que han movido a través de Banca Privada d’Andorra (BPA).

RÉQUIEM II: la espantada de Duran

La decepción se ha apoderado de los convergentes. “Si aquí nadie da explicaciones, si se nos oculta todo… pues entonces complicado”, rezonga un alto dirigente del partido. Las cajas de Lexatin corren por la calle Córcega, donde se ubica la sede de la formación, como si fueran pastillas juanola. Se ven al borde de la desaparición. O queda una formación muy debilitada, acaso lo que más conviene al gobierno de Madrid, o se jibariza hasta la inanición.

El proceso secesionista está igualmente tocado. No tanto en las capitales de provincia, caso de Barcelona, donde los catalanes levantan una frontera diáfana entre CiU y Esquerra, frontera que básicamente marca la Avenida Diagonal, como en esa otra Cataluña agraria que no establece distingos entre un partido y el otro. ¿Qué harán ahora estos independentistas moderados, en las antípodas de ERC, que votan a CiU y se hicieron secesionistas por la intransigencia de Madrid y su oposición al Estatut?

Faltos de referencias, sus miradas se dirigen desesperadas a Duran i Lleida, quien decidió dar un portazo en las narices a su compañero de pupitre y abandonar la secretaría general de CiU. Duran anda estos días moviéndose en determinados entornos, como el Círculo de Economía y el Ecuestre, recabando apoyos ilustrados que le ayuden a dar el salto, no se sabe si para construir sobre las ruinas de CiU o si para erigir un nuevo partido.

RÉQUIEM III: La maniobra de Rajoy

Mariano Rajoy se sinceraba recientemente con una comitiva de periodistas catalanes no nacionalistas: “Yo con Oriol Junqueras no tengo nada en común. No me cae bien, pero si gana las elecciones, le invitaré a que venga aquí, a La Moncloa. Porque será lo que sea, pero a mí Junqueras no me ha engañado nunca”, decía el presidente del Gobierno.

Si CiU y ERC sacaban mayoría por los pelos en los últimos sondeos, ahora, tras saltar el escándalo Pujol, difícilmente alcanzarán dicha cota. Podría darse la paradoja de que Esquerra fuera la formación más votada al Parlament, pero que no recabara los apoyos suficientes para formar gobierno, máxime cuando a Joan Herrera, líder de ICV, cada vez le espanta más la idea de meterse bajo la misma barretina que Mas y Junqueras.

La figura de Artur Mas va camino de resultar prescindible. El president sufre en carnes la precisión japonesa con la que pueden llegar a funcionar los servicios de inteligencia del Estado. Se ha dado tan de bruces con la realidad que en la visita a Madrid de la pasada semana, no pudo por menos que rebajar su tono soberanista y proponer 23 medidas económicas ajenas al derecho a decidir, sabedor de que, tal vez, sea su única escapatoria.

RÉQUIEM IV: El 9 de noviembre de 2014

El último funeral por Artur Mas tendrá lugar durante los días previos al 9 de noviembre de 2014. Entonces, se verá obligado a dar marcha atrás en el referéndum independentista consciente de que no se puede vulnerar de continuo la legalidad, de que también hay que rendir cuentas, como le ha sucedido a Pujol, y ahí, llegado ese momento, el monstruo independentista que aventaron para mantener sus privilegios y seguir dándole a la máquina del tres por ciento se les volverá en contra, y tomará las calles, y los escraches ya no serán en el domicilio de Fainé sino en los de Mas y su gobierno.

José Vilarasau (1931) fue el primer ejecutivo de La Caixa durante 27 años, más de lo que Jordi Pujol estuvo al frente de la Generalitat. Su nombre entinta las páginas de las finanzas de este país como el demiurgo de La Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona, el verdadero artífice de que la entidad catalana se dispute en la actualidad los puestos más altos del ranking. Fue amigo de Pujol. Y si no lo fue, aparentaba serlo. En más de una ocasión –ahí está la hemeroteca– acudió al rescate del entonces presidente de la Generalitat para tapar los quilombos en los que le metía Javier de la Rosa.

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