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Las cuitas de Montoro y el gráfico que a Campa espanta
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Nacho Cardero

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Las cuitas de Montoro y el gráfico que a Campa espanta

Uno de los entretenimientos de la lectura de Juan Pablo Fusi consiste en tratar de adivinar en qué momento va a poner a Rodríguez Zapatero como chupa de dómine

Foto: José Manuel Campa
José Manuel Campa

Uno de los entretenimientos más sugerentes que resultan de la lectura de los últimos trabajos de Juan Pablo Fusi consiste en tratar de adivinar en qué momento, página o acotación va a poner a José Luis Rodríguez Zapatero como chupa de dómine. “Supuso la ruptura de los consensos básicos vigentes, tácita o explícitamente, desde la transición” (1), “fue el principal responsable de la crisis” (2). Fusi, historiador independiente, nada sospechoso de ser un submarino de la FAES, coloca al expresidente en el lugar que el devenir de los acontecimientos le ha reservado: el del peor presidente de la democracia.

Lapidar a Zapatero se ha convertido en el reality preferido de la opinión pública. Por delante incluso de MasterChef. Le zurran hasta sus otrora caballeros de la mesa cuadrada, Solbes, Sebastián et alii, como si ellos no tuvieran nada que ver con la gestión que se hizo de la economía española aquellos años, como si las decisiones las tomara el bedel de la Moncloa. “El día de su anuncio en el Congreso [aprobación del cheque-bebé] ostensiblemente no aplaudí la intervención del presidente del Gobierno”, se excusaba Solbes (3).

Por si no bastara, a estos felones viene a sumarse José Manuel Campa, quien fuera secretario de Estado de Economía (2009-2011) y ahora directivo a las órdenes de Emilio Botín. Lo de Campa no es tanto por acción como omisión. Doctorado por la Universidad de Harvard, profesor del IESE y responsable de las relaciones con inversores y analistas del Santander, pronunció una conferencia el pasado mes de mayo, Retos para la recuperación económica en el euro, en la que enunciaba los males de España y exponía una serie de soluciones en las que, muy poco o nada socialistas, seguía la línea marcada por la ortodoxia imperante. ¿La conclusión que extraer? La deuda pública española es poco menos que impagable.

Lo llamativo del caso no reside en la mencionada exégesis (nada novedosa), sino que sea Campa, cómplice necesario de que hoy estemos con el agua el cuello y de aquel Plan E en el que se dilapidaron más de 15.000 millones de euros en obras fantasma y pavimentar calles que no lo necesitaban, el que lo afirme. El gráfico de la deuda que mostró en su exposición, que debería sonrojarle si no fuera porque la memoria en este país es frágil como el alabastro, pone negro sobre blanco las miserias de un modelo económico.

La curva asciende en vertical. Directa al abismo. El Banco de España lo vino a corroborar la semana pasada. Nos encontramos por encima del billón de euros de deuda pública. El Gobierno central y las comunidades siguen endeudándose para, como señalaba Juan Carlos Barba en este mismo diario, impulsar la demanda “y que así el electorado viva la ficción de una recuperación”. Hemos alcanzado las trece cifras. La deuda de las Administraciones Públicas alcanza los 1.007.319 millones de euros en junio, lo que ya supone el 98,2% del PIB.

Lo infamante de los gráficos de Campa reside en el hecho de comprobar cómo las familias españolas, a pesar de los ERE, de los recortes salariales, del dogal impositivo que el Gobierno ha puesto a los contribuyentes, se han ido progresivamente desapalancando; igual que las compañías españolas, que han vendido activos hasta prácticamente tocar hueso. El sector privado ha cumplido. Y lo ha hecho con fe espartana, obedeciendo órdenes de Bruselas. El sector público, en cambio, rien de rien. Las Administraciones se han pasado la austeridad por donde todos sabemos. Especialmente, las autonomías.

La deuda bruta de las comunidades ha crecido un 16,3% en los últimos 12 meses y un 9,17% en lo que llevamos de 2014, lo que significa que, a pesar de contar con la bombona de oxígeno del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), sus gastos siguen sin poder financiarse con ingresos pese a los recortes que teóricamente se han acometido. La bola crecerá y crecerá, y seguirá así hasta que las comunidades autónomas no dejen de ser un nido de canonjías y se elimine de una vez por todas el ‘gasto político’, auténtica lacra del país. Nos referimos a las duplicidades entre Administraciones, cargos de libre designación, asesores, etcétera, ese morlaco que ni el anterior Gobierno ni el actual se han atrevido a encarar con determinación.

La experiencia nos dice que la deuda pública de un país jamás se paga, sino que se refinancia, esto es, un roll over tras otro siempre y cuando se presuma capacidad de pago. El problema es caer en la autocomplacencia –como le ocurre al Ejecutivo de Rajoy–, porque del optimismo del presente vendrán las lamentaciones del futuro. Para no hacerlo es imprescindible continuar con las reformas, “reducir el tamaño del Estado por debajo del 30% del PIB, de donde nunca debió moverse. Es imprescindible, para ello, reducir impuestos, devolverle al individuo su capacidad de elección”, aporta el profesor y colaborador de este medio Juan Manuel López-Zafra.

Según datos de Eurostat, los ingresos públicos de España en el año 2007 suponían el 41,1% del PIB; en 2012, habían caído casi cinco puntos hasta situarse en el 36,4%. Por el lado de los gastos, han pasado del 39,2% al 43,4%, o lo que es lo mismo, han aumentado en más de cuatro puntos. Una tendencia que mortifica a Montoro y ejemplifica los males de este país.

De no hacerlo, de no haber una política de contención de deuda, llegará un día en que, sin esperarlo, nos encontraremos en un escenario de falta de liquidez que generará insolvencia (como estuvo a punto de ocurrir en el verano de 2012), y entonces tendremos un problema abismal y nuestros acreedores terminarán asaltando las torres KIO como los barcos de guerra ingleses bombardeaban la bahía de Caracas para reclamar sus deudas, hecho que, como recordaba nuestro colaborador Ignacio de la Torre, fue portada de los diarios españoles.

Entre las soluciones que plantea Campa para aminorar nuestro alto grado de apalancamiento y afianzar nuestra endeble recuperación se encuentran: uno, crecimiento basado en el consumo; dos, corrección al alza de la inflación; tres, venta de activos; cuatro, integración financiera; cinco, desaparición o crecimiento de las pymes españolas; y seis, aplicación de quitas públicas y privadas. Soluciones del que fuera secretario de Estado con Zapatero. Ver para creer. Entendemos que, a estas alturas, en el Banco Santander le habrán explicado que no es lo mismo predicar que dar trigo. Mientras tanto, la deuda pública en las trece cifras.

(1) Página 265 de Historia mínima de España (Turner Publicaciones)

(2) Página 257 de Breve historia del mundo contemporáneo (Gutemberg)

(3) Página 347 de Recuerdos (Editorial Deusto)

Uno de los entretenimientos más sugerentes que resultan de la lectura de los últimos trabajos de Juan Pablo Fusi consiste en tratar de adivinar en qué momento, página o acotación va a poner a José Luis Rodríguez Zapatero como chupa de dómine. “Supuso la ruptura de los consensos básicos vigentes, tácita o explícitamente, desde la transición” (1), “fue el principal responsable de la crisis” (2). Fusi, historiador independiente, nada sospechoso de ser un submarino de la FAES, coloca al expresidente en el lugar que el devenir de los acontecimientos le ha reservado: el del peor presidente de la democracia.

Cristóbal Montoro