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Pedro Sánchez, el Cid Campeador (o cómo acabar con Susana Díaz después de ‘muerto’)
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Nacho Cardero

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Pedro Sánchez, el Cid Campeador (o cómo acabar con Susana Díaz después de ‘muerto’)

El exsecretario general del PSOE aún no ha anunciado su posible candidatura, pero sigue siendo jaleado para lograr conservar la atención del público y un partido polarizado

Foto: Pedro Sánchez.(Ilustración: Raúl Arias)
Pedro Sánchez.(Ilustración: Raúl Arias)

Hacía apenas un mes que le habían descabalgado de la secretaría general, aquel 1 de octubre en Ferraz que será recordado por los siglos de los siglos en el socialismo patrio como uno de los días más funestos de su historia, y Pedro Sánchez marchaba a Washington D.C. para seguir desde allí las elecciones presidenciales americanas y “apoyar a Hillary Clinton” (sic). Su presencia salpimentaba el ya de por sí animado ambiente de una comitiva compuesta por politólogos y periodistas. Todos se interesaban por el futuro del exsecretario general, quien por aquel entonces todavía lucía aura de martirologio. Sánchez orillaba la cuestión y respondía con tibieza a las preguntas de los paisanos desplazados hasta la Casa Blanca:

-No he tomado ninguna decisión. Todavía no sé si voy a presentarme.

Un conocido periodista catalán, estrella del canal televisivo de Godó, le replicó:

-No hay que ser cobarde. Después de la que se ha montado, tienes que presentarte. ¡Aunque sea para perder!

Hemos mudado de año, nos encontramos ya a principios de 2017, y nada parece haber cambiado desde entonces. Sánchez sigue sin pronunciarse sobre su posible candidatura a las primarias del PSOE, mientras una cohorte de seguidores, menguante y cada vez más fraccionada, continúa jaleándole para que dé un paso al frente como los espectadores de wrestling animan a los luchadores antes de que les rompan una silla en la cabeza.

Lo que están haciendo con Pedro Sánchez es cincharle y sacarle a pasear en caballo para ver si derrota a los susanistas aunque sea después de muerto

Lo jalean no porque crean que cuenta con una mínima probabilidad de victoria, que no la tiene, sino porque manteniendo vivo al difunto, es decir, avivando la llama de la tensión y el guerracivilismo, logran al mismo tiempo conservar la atención del público y un partido polarizado. En este escenario, esa alfombra roja que Susana Díaz tanto anhela hacia la secretaría general, sin más candidatura que la suya propia, resulta harto difícil de imaginar.

El objetivo de estas plataformas un tanto rudimentarias que florecen aquí y acullá no es tanto que Pedro Sánchez recupere la corona de la secretaría general del PSOE, como frenar las aspiraciones de la presidenta andaluza. No son tanto pro-Sánchez como anti-Díaz.

Pedro Sánchez está políticamente acabado. Lo está desde que el 28 de diciembre de 2015 rubricara en papel verjurado con etiqueta Palacio de San Telmo, Sevilla, las condiciones impuestas por los barones para negociar un gobierno alternativo al de Rajoy. En aquel comité federal con tintes ‘macbethianos’, Sánchez empezó a cavar su propia fosa. Con aquellas limitaciones resultaba inverosímil sacar un Ejecutivo adelante sin traicionar el espíritu del PSOE. La firma de esas condiciones no fueron sino la firma de su sentencia de muerte.

Ahora lo que están haciendo es cincharle y sacarle a pasear en caballo para ver si derrota a los susanistas aunque sea después de muerto: "Por la terrible estepa castellana, / al destierro, con doce de los suyos / —polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga”, que decía el poeta.

En esta cabalgada final le acompañan Maritcha Ruiz, exdircom del PSOE, y José Luis Ábalos, secretario provincial de Valencia. Bien porque fuera del poder hace mucho frío, bien porque muchos de los suyos se sintieron traicionados tras la entrevista de ‘Salvados’, la guardia de corps de Sánchez ha quedado reducida a la mínima expresión.

Odón Elorza, diputado guipuzcoano y exalcalde de San Sebastián, ahora uno de sus vasallos incondicionales, no mostraba semejante fielato hace un año, pues trataba con desdén al entonces secretario general. También se desconoce a qué facción del PSOE representa, si es que representa a alguna. Zaida Cantera, de tournée mediática, es independiente y no tiene ascendente socialista, mientras que la diputada Susana Sumelzo, otra de sus incondicionales, ni siquiera acudió a la presentación del ‘manifiesto de los 68’ en apoyo al exsecretario general.

Igual que Rubalcaba dio un paso al frente cuando ya se retiraba para frenar a Chacón, ahora se busca otro mirlo blanco. ‘Ni Su, ni Sa’. El tercer hombre

Este distanciamiento es todavía mayor entre los barones socialistas otrora afines, como sucede con el que fuera su número dos, César Luena, secretario general de la Rioja, caso de gran simbología por su estrecha amistad, o con Idoia Mendia, País Vasco, ahora metida en lides de gobierno tras suscribir el pacto con el PNV, o incluso con Miquel Iceta, Cataluña, que ha dado un giro copernicano, pasando de bailar el minué con Sánchez a sentarse con Susana Díaz y aprobar un documento en el que reniega de experimentos con gaseosa que “obvien los mecanismos de reforma de la ley, el Estatuto o la Constitución”

Luego de tratar de reconvenirle sin éxito, Iceta ha puesto tierra de por medio. Con estos mimbres, Sánchez difícilmente se va a presentar a las primarias para liderar al PSOE. No dispone actualmente de fuerza ni de los apoyos suficientes. Tampoco lo va a tener fácil Susana Díaz si su objetivo es alzarse con el trono de Ferraz en loor de multitudes. El eslogan que está calando en las filas socialistas es otro, el de ‘Ni Su, ni Sa’, esto es, ni Susana ni Sánchez sino un nuevo aspirante, Patxi López o cualquier otro, como tercera vía.

Es un déjà vu que persigue al PSOE de un tiempo a esta parte. Felipe González se sacó de la manga a Almunia después de que Josep Borrell se postulase a la secretaría general, Alfonso Guerra tuvo que irse con Zapatero para evitar que saliese José Bono, Alfredo Pérez Rubalcaba dio un paso al frente cuando ya optaba por la retirada con el objeto de frenar a Carme Chacón, Susana Díaz se fue con Pedro Sánchez para devolvérsela a su entonces enemigo Eduardo Madina, y hoy, como ayer, unos y otros maniobran no tanto para alcanzar el poder sino para evitar que su enemigo lo consiga.

Se busca mirlo blanco. ‘Ni Su, ni Sa’. El tercer hombre.

Hacía apenas un mes que le habían descabalgado de la secretaría general, aquel 1 de octubre en Ferraz que será recordado por los siglos de los siglos en el socialismo patrio como uno de los días más funestos de su historia, y Pedro Sánchez marchaba a Washington D.C. para seguir desde allí las elecciones presidenciales americanas y “apoyar a Hillary Clinton” (sic). Su presencia salpimentaba el ya de por sí animado ambiente de una comitiva compuesta por politólogos y periodistas. Todos se interesaban por el futuro del exsecretario general, quien por aquel entonces todavía lucía aura de martirologio. Sánchez orillaba la cuestión y respondía con tibieza a las preguntas de los paisanos desplazados hasta la Casa Blanca:

Pedro Sánchez Susana Díaz Miquel Iceta Patxi López