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¿Por qué todos presionan a Casado?
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Nacho Cardero

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¿Por qué todos presionan a Casado?

A la voz de ar, se han puesto a mirar todos hacia Génova 13, como si fuera el líder del PP, y no Pedro Sánchez, el culpable del esperpento que se está formando para los próximos cuatro años

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado, al recoger su acta de diputado en el Congreso. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado, al recoger su acta de diputado en el Congreso. (EFE)

Estos tiempos por los que transita España distan mucho de ser sólidos. Ni siquiera líquidos, que decía Zarzalejos este fin de semana en alusión a la expresión acuñada por Bauman. Lo que estamos viviendo son más bien tiempos vaporosos.

El vapor que sale de cocer la rana a fuego lento. Si hierve el agua, la rana salta, pero si la pones a temperatura ambiente y la vas subiendo 'piano piano', al final el batracio se aclimata y terminas sacándole el duodeno sin que se dé ni cuenta.

Eso es lo que el PSOE está haciendo con el país: cocerlo a fuego lento, naturalizando situaciones del todo anómalas, blanqueando formaciones enemigas de las instituciones, hablando con normalidad de aspectos que no son nada normales. Está mutando el contrato del 78.

Igual de rápido que se han evaporado las promesas de Pedro Sánchez de la pasada campaña han aparecido la plurinacionalidad, los relatores, las mesas bilaterales, el conflicto político. No merece la pena incidir en las contradicciones. Hay una pléyade de artículos que se encargan de poner negro sobre blanco el 'veletismo' y los evidentes riesgos de esta política. "ERC burla al Constitucional días antes de negociar con el PSOE", rezaba la apertura de 'El País' del 27 de noviembre. "Los socios de Sánchez avalan un Estatuto que saca a España del País Vasco", titulaba 'El Mundo' ese día.

No hay alternativa a Sánchez. El presidente en funciones hizo una opa al PSOE. Le dejó las siglas por el qué dirán. Poco más

¿Y el PSOE histórico, el que representaban los González y Rubalcaba, qué tiene que decir al respecto? Absolutamente nada. Básicamente, porque el PSOE histórico ya no existe. Yace enterrado dos metros bajo tierra en Ferraz. ¿Dónde están los barones? ¿Dónde está Susana Díaz? Desaparecidos.

No hay alternativa a Sánchez. El presidente en funciones hizo una opa al PSOE. Le dejó las siglas por el qué dirán. Poco más. El partido de ahora se parece al de antaño lo que un huevo a una castaña. Como buen taxidermista, lo ha vaciado por completo.

Tiempos vaporosos en los que, como apuntaba Javier Cercas ante el Rey al recibir el Francisco Cerecedo, "ya no basta con contar la verdad: también hay que destruir las mentiras". Tiempos en los que los actuales gerifaltes de Ferraz, así como los voceros que pretenden legitimar su decisiones, tienen que hacer auténticas cabriolas dialécticas para defender lo indefendible.

La cosa está adquiriendo tintes oscuros tirando a negro. “Lo mejor que le puede ocurrir a esta legislatura es que acabe cuanto antes”, soltaba el empresario Antonio Catalán en fechas recientes. Él, navarro de pro, pronunciaba estas palabras días antes de que la presidenta de la comunidad foral, la socialista Chivite, se reuniera con Bildu para tratar de blindar la legislatura.

placeholder El presidente de AC Hotels by Marriott, Antonio Catalán. (EFE)
El presidente de AC Hotels by Marriott, Antonio Catalán. (EFE)

Catalán no es el único que piensa así. A los empresarios les ha entrado ahora la urgencia del taxista. Hay que arreglarlo como sea, evitar el 'superfrankenstein'. Por lo de Podemos, sí, que nos puede disparar la prima de riesgo, y sobre todo por lo de ERC, que trata de que España se postre de hinojos ante la autodeterminación.

Así que, a la voz de ar, se han puesto a mirar todos hacia la torre de Génova 13, como si fuera Pablo Casado, y no Pedro Sánchez, el culpable del bloqueo institucional y del esperpento que se está conformando para los próximos cuatro años.

Lo hacen los suyos, barones y diputados del PP. Lo hacen empresarios de derechas y también de izquierdas. Lo hacen miembros destacados de la sociedad civil. Le piden, digo, le presionan, le exigen de tapadillo (nadie se dirige a él en persona) que se decante por la abstención patriótica en un drama en tres actos que recuerda al vivido por Albert Rivera. Más le vale a Casado cuidarse de este bisbiseo continuo.

Primer acto, la llamada sin respuesta que el líder popular hizo a Sánchez el 10 de noviembre una vez conocidos los resultados. Segundo, el mensaje tardío y ufano que le envió luego el inquilino de ja Moncloa (“querido Pablo, supongo que me llamaste para felicitarme”). Y tercero, el abrazo al día siguiente de Sánchez con su vicepresidente oficioso Pablo Iglesias. Pudo haber tendido la mano al PP, haber simulado al menos interés en negociar. Pudo, pero no quiso.

Como con la rana, como con Rivera, Sánchez quiere cocinarse un Casado. Pero llueva o granice, en Génova van a resistir

Y ahora los dedos apuntan a Casado, sabiendo como saben que este PP, que tampoco se parece en nada al de Aznar o Rajoy, está atrapado entre la espada y la pared, entre Sánchez y Abascal, y que cualquier paso que se dé para facilitar la presidencia al socialista irá en detrimento de los intereses electorales del PP y supondrá gasolina plus para Vox, que le espera a la vuelta de la esquina. Como con la rana, como con Rivera, Sánchez quiere cocinarse un Casado.

Pero llueva o granice, en Génova van a resistir. Por muchas razones. Porque hay otras fórmulas de gobierno que no pasan por ERC y que tampoco necesitan del sí de los populares (con la suma de UP, Cs, CC, Navarra Suma, PRC y abstención de PNV) y porque, básicamente, no se fían de Sánchez.

Lo que ocupa y preocupa en la actualidad a Pablo Casado es la reconfiguración del espacio de centro derecha, cuya atomización tanto le ha perjudicado en los últimos comicios. Una nueva refundación, quién sabe sin con nuevas siglas y nueva sede, en que converja con un hoy capitidisminuido Ciudadanos.

La formación naranja, cuyo 'war room' se planteó subirse al carro de la España Suma del PP cuando los sondeos empezaron a anticipar la debacle, se encuentra dividida. Los referentes del partido, los pocos que quedan, son proclives a seguir en solitario, pues el espacio de centro es amplio y se encuentra actualmente desatendido por PP y PSOE.

Pero también saben que a grandes problemas, grandes remedios, y que vienen tiempos duros. Para muestra, el bronco Consejo General de Ciudadanos del sábado. Difícil papeleta la de la Inés Arrimadas. Como decía Napoleón, "el coraje no es tener la fuerza para seguir; es seguir cuando no tienes fuerza".

Estos tiempos por los que transita España distan mucho de ser sólidos. Ni siquiera líquidos, que decía Zarzalejos este fin de semana en alusión a la expresión acuñada por Bauman. Lo que estamos viviendo son más bien tiempos vaporosos.

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