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El hombre que sobrevivió a cuatro elecciones y perdió ante sí mismo
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Nacho Cardero

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El hombre que sobrevivió a cuatro elecciones y perdió ante sí mismo

No es una cuestión de números. Es una cuestión de humor social, de que no cae simpático, de que genera un negativismo en torno a su figura que resulta tóxico para el PSOE

Foto: Pedro Sánchez en un mitin en Valencia. (EFE/Kai Forsterling)
Pedro Sánchez en un mitin en Valencia. (EFE/Kai Forsterling)
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Sánchez después de Sánchez. A falta de una semana para depositar la papeleta en la urna, la mayoría de las conversaciones no versan ya tanto sobre el resultado final —que, como apunta la última encuesta de El Confidencial, con 140 diputados para el PP y 106 para el PSOE, está prácticamente decidido— como sobre el futuro del actual inquilino de la Moncloa y del partido que lidera tras el 23-J.

Aparentemente, no hay más sucesor de Sánchez que el propio Sánchez. Él mismo se ha encargado de segar cualquier alternativa orgánica que le pueda hacer sombra con su personalismo y su peculiar forma de llevar el mando. Como los buenos taxidermistas, sacó las tripas a la formación hasta vaciarla por completo para conformar un nuevo partido que se parece al antiguo como un huevo a una castaña.

Foto: Pedro Sánchez en el cara a cara. (Reuters/Juan Medina)

Arguyen socialistas nada sospechosos que la intención de Sánchez es seguir al frente del partido, que si aguanta por encima de la barrera de los 100 diputados, algo verosímil, no tendrá problema en mantener la secretaría general del PSOE, por mucho que los críticos —Emiliano García-Page, Javier Lambán y Susana Díaz, entre otros— quieran moverle la silla. En cambio, hay otros socialistas próximos al presidente que aseguran que una cosa es lo que se diga en campaña y otra lo que vaya a ocurrir, y que muy probablemente se obligue a estar unos meses para después tomar las de Villadiego.

No es una cuestión de números. Es una cuestión de humor social, de que no cae simpático, de que genera un negativismo en torno a su figura que resulta tóxico para el PSOE. Los mismos que le gritaban, “aguanta, Pedro, aguanta”, tal y como el propio Sánchez recuerda en su Manual de resistencia, son los que ahora le silban, le gritan lo de Txapote e impiden que pueda pisar la calle.

Ahí está todo, en Manual de resistencia. El origen. La explicación. Ahí está la fotografía del equipo de Sánchez, eufórico, tras la victoria de las primarias del 21 de mayo de 2017, con Félix Tezanos y su pulgar de la victoria hacia arriba; los continuos elogios a Juan Manuel Serrano, su exjefe de gabinete y actual responsable de Correos; las referencias a antiguos compañeros de travesía entonces indispensables y que ya no están porque dejaron de servirle.

placeholder Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en el cara a cara. (Reuters/Juan Medina)
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en el cara a cara. (Reuters/Juan Medina)

Sánchez, cual sombrerero loco, se estará preguntando en estos momentos, mientras toma el té en su torre de cristal, cómo es posible que él, que tan eficazmente ha gestionado el covid, la crisis energética y los problemas más acuciantes de los españoles, esté sufriendo semejante rechazo. La respuesta está en su propio libro. Aquellas páginas suponen una enmienda a la totalidad al actual Pedro Sánchez. Es el "por qué nos ha mentido tanto a los españoles" de Carlos Alsina. No queda nada de aquello que decía en el libro. Se ha evaporado.

¿Quién es realmente Pedro Sánchez? ¿El de aquel 2019, fecha de la publicación de sus memorias, o el que se presenta a estas elecciones una legislatura después? ¿A quién nos encontraremos en caso de continuar en la Moncloa? "No se trata de mentiras, sino de cambios de posición política para resolver problemas y aportar soluciones", se defiende Sánchez. El relativismo radical como virtud. La manipulación del lenguaje.

Quien dedicaba en sus páginas elogios a los jueces —"el mecanismo de división de poderes funcionó perfectamente", "el poder judicial emitió su sentencia, dura para el Gobierno, de forma totalmente independiente", "los controles y equilibrios funcionan"— por la Gürtel, que a la postre desencadenaría la moción de censura que le auparía hasta la Moncloa, fue el mismo que acusó a la derecha jurídica de intentar "atropellar la democracia", en tanto en cuanto la Justicia solo funciona cuando le dan la razón a uno.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto central de campaña del PSC celebrado este domingo en el Palau de Congressos de Barcelona. (EFE/Andreu Dalmau)

Quien afirmaba cuasi compungido que los socialistas son especialmente sensibles con el feminismo y todos conocen "nuestro compromiso incondicional con las víctimas de la violencia de género: no en vano fue un Gobierno socialista quien desarrolló la legislación que las protege", fue el mismo que permitió como responsable máximo del Ejecutivo, y pese a las advertencias del CGPJ, que saliera adelante una ley como la del solo sí es sí, que ha propiciado 1.127 reducciones de penas y 115 excarcelaciones de agresores sexuales. La sensibilidad con las mujeres tampoco ha sido tal. Muchas feministas históricas del PSOE han abandonado el barco.

Quien abogaba por la independencia de las instituciones —"tengo claro que ha de cambiarse la selección de ciertos altos cargos que son clave en instituciones de control y organismos e instituciones públicas. Eso ha de hacerse con un modelo de selección, y no de nombramiento"— y por dar mayor protagonismo al Congreso de los Diputados en esta elección, fue el mismo que se ha dedicado a colocar a amigos en puestos relevantes y a intervenir hasta el corvejón en el Tribunal Constitucional, el Centro Nacional de Inteligencia o el Centro de Investigaciones Sociológicas, por poner solo unos ejemplos.

Quien negaba la participación activa de los independentistas en la acción de Gobierno —"la propaganda de la derecha mediática fue enorme: el bulo del Gobierno Frankenstein me hizo mucho daño. (...) El verdadero Gobierno Frankenstein era el de Rajoy"— fue el mismo que tuvo que indultar a los condenados por el procés y eliminar el delito de sedición, todo ello a petición de ERC, para mantenerse en el poder.

Foto: Zapatero, en un acto del PSOE en campaña electoral. (EFE/Jesús Monroy) Opinión
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Quien relataba en su libro cómo acudió al rescate del Aquarius porque debe primar el espíritu humanitario europeo y se ufanaba de que "no vamos a permitir que muera gente en el Mediterráneo" fue el mismo que luego se llamó andana con los cerca de 40 migrantes fallecidos en la tragedia de la valla de Melilla y defendió a Marruecos porque aquel suceso suponía "un ataque a la integridad territorial del país de forma violenta".

Quien presumía en 2015 de los resultados de las municipales y autonómicas, que les había devuelto gran parte del poder territorial perdido gracias al apoyo de Podemos, y del "resurgimiento de la organización en Madrid después de muchos años de declive gracias al liderazgo de Ángel Gabilondo", es el mismo que ve ahora cómo el mapa de las CCAA se tiñe de azul y en la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid no solo hay mayorías absolutas de Ayuso y Almeida, sino que el PSOE apenas tiene un papel residual.

Quien se quejaba entonces de determinados periódicos por su "falta de independencia" y por estar condicionados por el establishment es el mismo que, indirectamente, vía intermediarios, se ha comprado uno de ellos, el que tanto le incomodaba, para poder verter su verdad, que es la única, frente a las mentiras de los del resto.

En el libro, muestra su obsesión por saber cómo pasará a la historia. No hace falta. La biografía de Sánchez la escribió Albert Rivera en 2019

El tono que exuda Manual de resistencia es de un adanismo impúdico, como si su autor hubiera sido ungido por una fuerza superior que somos incapaces de asimilar, pues él, y solo él, posee la verdad y la virtud absoluta, consecuencia todo ello de ese síndrome de hybris que afecta a todos los presidentes del Gobierno, pero que, en su caso, se ha extendido a la velocidad del trueno y ha alcanzado una hondura pocas veces vista.

En el libro, muestra su obsesión por saber cómo pasará a la historia. No hace falta. La biografía de Sánchez la escribió Albert Rivera en 2019, el mismo año que apareció Manual de resistencia, durante una intervención en la que desgranó el plan Sánchez. Dicen que fue profético. Juzguen ustedes mismos. Justo hace cuatro años.

"Lo suyo es puro teatro, vamos a hablar de su plan", "el plan Sánchez es un discurso que no se cree ni usted mientras en la habitación de al lado se reparte silla con Podemos y cesiones a los golpistas", "el plan Sánchez es un plan con el que el señor Sánchez se quiere perpetuar en el poder controlando la TV pública, las encuestas, criminalizando a los constitucionalistas y lavando la imagen a sus socios", "su plan es un plan bueno para sus militantes, pero malo para los ciudadanos que van a sufrir su sectarismo. Un buen plan para sus amigos y socios, pero un mal plan para quienes defienden la libertad en este país".

Sánchez después de Sánchez. A falta de una semana para depositar la papeleta en la urna, la mayoría de las conversaciones no versan ya tanto sobre el resultado final —que, como apunta la última encuesta de El Confidencial, con 140 diputados para el PP y 106 para el PSOE, está prácticamente decidido— como sobre el futuro del actual inquilino de la Moncloa y del partido que lidera tras el 23-J.

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