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Estefania Molina

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Si Vox arrolla a Albert Rivera el 10-N

Los augurios previstos por algunas encuestas ya dicen que Vox puede superar en escaños a Ciudadanos y que es viable que la ultraderecha se lleve por delante el centro del tablero

Foto: Albert Rivera observa a Santiago Abascal en el Congreso. (EFE)
Albert Rivera observa a Santiago Abascal en el Congreso. (EFE)

Albert Rivera debió intuir el punto crudo en el que está el panorama político para su partido, cuando hace unos días, micrófono en mano, soltó aquello de ser presidente "para meter en la cárcel" al golpismo. Santiago Abascal acababa de decir lo mismo sobre Quim Torra y Ciudadanos no pudo ni siquiera sostener la cita luego, a riesgo de mutilar su defensa de la independencia del poder judicial. Pero la anécdota ‘voxita’ podría encontrar su explicación el 10-N, ante los augurios previstos por algunas encuestas: que Vox supere en escaños a Cs y que la "ultraderecha" arrolle al "centro".

Si eso ocurre, será porque España habrá visto en pocos años su ambición reformista —anti revolucionaria— nacida al albur de la crisis de 2015, reducida a una quimera. Su tiempo expiró el 28 de abril con los 180 escaños de PSOE y Cs que garantizaban una legislatura completa y evitaban el bloqueo. Cuatro años de reformas. Cuatro años para la economía, Cataluña, los pactos de Estado. Cuatro años donde el 'Gran centro' colocase a España a la vanguardia del europeísmo, ante el populismo 'brexiter' y las pulsiones iliberales del este.

Foto: Preparativos para las elecciones generales del 10 de noviembre. (EFe)

Pues si Vox supera ya a Rivera como gran satélite del PP, supondrá un triunfo de la pulsión reaccionaria, frente a un espacio de regeneracionismo ahora en demolición, aunque a ratos capitalizado por la reedición del bipartidismo —cuanto menos imperfecto— previsiblemente el 10-N. La 'tecnocracia' liberal que quería ser Cs se escurriría así ante el 'intestinismo' político. Muestra de ello es que la efervescencia discursiva sobre que un Gobierno "meta en la cárcel" a un líder político —adiós separación de poderes— arrastró hasta al propio Rivera por puro electoralismo.

Precisamente, la tensión entre una pujanza de Vox y el hundimiento de Cs también sería la tensión entre la lógica del Estado de Derecho —la razón pura— y el fervoroso sentimiento iliberal que asola las democracias europeas. Ello recuerda a la obra de Miguel de Unamuno, 'Amor y Pedagogía', donde reflexiona sobre la tensión entre la pedagogía y el sentimiento, aunque el libro entrañe más una crítica social que política.

Si Vox supera a Rivera, también será la constatación de que el conflicto catalán sobrepasó hace tiempo el perímetro Cataluña y yace ahora centralizado en la sede de la soberanía española. Primero, con el desembarco de Inés Arrimadas, o los 'exconsellers' presos el 28-A en el Congreso; y segundo, con la entrada de la CUP —quizás— el próximo 10-N.

placeholder Albert Rivera, en un acto de Ciudadanos. (EFE)
Albert Rivera, en un acto de Ciudadanos. (EFE)

Como resultado, Cs se ha quedado aplastado, pequeño, ante el intenso giro patriótico, donde Vox sirve mejor a ese repliegue desde una compresión del conflicto como algo que atañe a la esencia del conjunto del Estado. Y es que los votos van allí donde sirven. Y la aceleración histórica de la política española en estos cuatro años ha desnudado a Cs como una formación si identidad pura, errática en los temas que decía representar (regeneración, lucha contra el independentismo —Valls mediante—, apoyos de Vox…), en medio de los tumbos continuos y los escollos al regeneracionismo que decían encarnar.

Más allá del marketing electoral, a Rivera le ha faltado 'piel' y todos los espacios que podría haber copado han sido superados por otras formaciones políticas. A la postre, si Vox supera a Cs supondrá que España podría tener pronto a Abascal como líder de la oposición, e incluso, a ministros de Vox.

El primer supuesto podría darse si los 'voxitas' quedasen terceros, por detrás del PP, y Pablo Casado se viese obligado a una abstención técnica ante el PSOE sacar al país del bloqueo. En el segundo de los casos, Cs ya no podría nunca más vetar la entrada de Vox en el Gobierno, si las derechas llegasen algún día a sumar suficiente y Abascal quedase por delante de Rivera.

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Sin embargo, si Vox arrolla a Rivera también será por una interpretación falaz del 28-A. En la anterior convocatoria electoral, Cs logró importante representación en muchas circunscripciones, a poco incremento de voto, premiada por una distribución electoral estratégica. Por tanto, a poca variación de voto Cs podría sufrir una acusada caída el 10-N. Eso sin obviar que Vox y Cs no son vasos comunicantes, pero se dirigen a una franja de voto similar: los jóvenes y las grandes ciudades, frente al más envejecido del PP.

Pero si Vox supera a Cs, la única culpa será de quien puso el partido a su servicio, cual plataforma presidencialista, más pendiente de llegar a Moncloa que de asentarse por toda la geografía con solo 4 años de edad. Y también será responsabilidad de quienes ni se atrevieron a contestar al líder. Por eso, Ciudadanos sin Rivera —eventualmente si eso ocurriera— dejaría de ser Cs: puesto que nadie de dentro de la formación procuró que hubiese una alternativa de proyecto, en caso de que fracasase la actual.

Albert Rivera debió intuir el punto crudo en el que está el panorama político para su partido, cuando hace unos días, micrófono en mano, soltó aquello de ser presidente "para meter en la cárcel" al golpismo. Santiago Abascal acababa de decir lo mismo sobre Quim Torra y Ciudadanos no pudo ni siquiera sostener la cita luego, a riesgo de mutilar su defensa de la independencia del poder judicial. Pero la anécdota ‘voxita’ podría encontrar su explicación el 10-N, ante los augurios previstos por algunas encuestas: que Vox supere en escaños a Cs y que la "ultraderecha" arrolle al "centro".

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