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Pere Aragonès se mete en un callejón sin salida (o la pinza Puigdemont-CUP)
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Estefania Molina

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Pere Aragonès se mete en un callejón sin salida (o la pinza Puigdemont-CUP)

Se decía que la estrategia bilateral había triunfado. Eso hasta que llegó el acto de Seat en Martorell

Foto: Pere Aragonès, candidato de ERC.
Pere Aragonès, candidato de ERC.
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Esquerra Republicana empieza a tejer el callejón sin salida que podría resumir la nueva legislatura en Cataluña, pese a que Pere Aragonès se las prometía felices al haber desbancado a Junts el pasado 14F. Se decía que la estrategia bilateral había triunfado –por un solo escaño– y ERC tendría ahora capacidad de desmarcarse de Waterloo. Que no les “temblaría más el pulso” para la distensión era el mensaje velado que destilaban los republicanos. Eso hasta que llegó el acto de Seat en Martorell este viernes, donde plantaron al Gobierno y al rey Felipe VI en plenas negociaciones de investidura. Es el entremés de tensiones que condicionarán a Aragonès, con el riesgo de que le estalle una crisis económica y el soberanismo se reactive en la calle esta legislatura.

En primer lugar, porque no es cierto que el independentismo moderado derrotara al independentismo frentista en los comicios pasados. CUP y Junts sumaron más que ERC, y eso quiere decir que la presidencia tendrá a sus dos principales competidores al acecho, pese a que los republicanos aspiran a ser la fuerza de orden en Cataluña. La llamada “vía amplia” de Esquerra nace herida por la evidente incompatibilidad de los Comunes para gobernar junto a Junts —este ocupará la vicepresidencia en una reedición del anterior Govern, si no hay sorpresa.

Pese a ello, no es de esperar que Junts comulgara con una política fiscal de Comunes, CUP y ERC en el pacto de unos eventuales presupuestos, a modo de contrato de adhesión. Esa idea alimenta los rumores sobre si a los junteros les conviene ocupar carteras de gobierno. Si bien, el electorado de Junts es transversal, y una parte de sus bases se identifican con la izquierda —a diferencia del PDECAT, de corte liberal, o del centroderecha que simbolizaba la vieja convergencia. Al partido de Laura Borràs necesita además tocar poder para seguirse consolidando como nuevo partido —financiación, cargos...

placeholder Pere Aragones y Oriol Junqueras (EFE)
Pere Aragones y Oriol Junqueras (EFE)

Con todo, la prioridad que se le ha dado a la CUP en estas negociaciones introduce innumerables tensiones para ERC, si acaba ocupando la conselleria de Interior. Los ‘cupaires’ evidencian la hipocresía que dejó el Govern Torra al poner encima de la mesa que la Generalitat retire las acusaciones particulares sobre varios manifestantes independentistas. Junts le ha hecho el juego estas semanas, desentendiéndose veladamente de la gestión de Interior. Pero la CUP destapa la doble moral que siguió el 'procés' post-2017, cuando Torra llamaba al 'apreteu' a las bases, pero se sabía que el Govern no haría más actos unilaterales, por miedo evidente a más penas de prisión.

De esa ruptura entre la calle y las élites se nutre parte del malestar y del nihilismo que se aprecia en los disturbios detonados por el encarcelamiento de Hasél –como expliqué aquí. Hay precariedad, hay hastío, pero sobre todo hay frustración por el fin del 'procés tal y como se entendía hasta ahora. Y a medida que los presos salgan de prisión a lo largo de los años que vienen —con indulto o paulatinamente­– las bases podrían volver a exigir más acciones a sus líderes, y Aragonès verse atrapado en la pinza del independentismo más frentista.

Con todo, el acercarse con la CUP permite a ERC y Junts tapar la verdad incómoda a la que se enfrenta el independentismo en esta legislatura: no existe ninguna hoja de ruta sobre qué hacer en adelante. En el corto plazo, la revisión del modelo policial aglutina a esa entente porque no hay nada que una más a los partidos del ‘procés’ que el clamor de las calles. El debate sobre las balas de foam, la reforma de ciertas unidades de los mossos, etc. sirven ahí para que las tres fuerzas independentistas hayan encontrado una excusa para ponerse a negociar.

Foto: Las diputadas de la CUP, Dolors Sabater (c); de JxCAT, Laura Borràs (i), y de ERC, Marta Vilalta. (EFE)

Ahora bien, en el largo plazo, al Govern se le irán viendo las costuras y esta legislatura se caracterizará con toda probabilidad por nuevos gestos o sobreactuaciones, después de haber agotado todos los resortes que ofrecer entre 2012-2017. Para empezar, ERC y Junts ni siquiera se ponen de acuerdo sobre el valor del 1-O, como para formular más acciones que tranquilicen la cronificación del malestar de sus votantes, más allá del veto contra Vox –como expliqué aquí.

El papel que ocupe no solo la CUP sino también Junts presionando a Aragonès será la pinza determinante. El partido de Laura Borràs necesita oxígeno para reestructurarse y los envites contra Esquerra se compaginarán con los tiempos de reconstrucción de la formación. Carles Puigdemont le torció el brazo al PDeCAT el 14F, y si sus cuadros quieren salvarse pueden acelerar la entrega a los junteros. Para Puigdemont es clave el despliegue de una estructura sólida por el territorio que huya de la provisionalidad y que no haga de su principal reclamo ideológico la pirueta de turno, como hasta ahora.

Si bien Junts aún podría contar con un as en la manga. Está en disputa la presidencia del Parlament, a la que la CUP se postula, pero también es algo que le podría convenir a Borràs. Sobre esta pende el juicio de su etapa como presidenta de la institución de les Lletres Catalanes. Por tanto, la jugada efectista bien podría pasar por su eventual inhabilitación, con impacto sobre la opinión pública. Aunque también podría ocurrir como vicepresidenta, el resultado definitivo será durante la constitución del Parlament el próximo día 12 de marzo.

El gran perdedor de la investidura es el PSC de Illa, que queda relegado pasando de ministro a líder de la oposición autonómico

Esas tensiones que atenazarán a Esquerra no serán tanto en el diálogo con Pedro Sánchez sobre el 'procés' sino en la línea a seguir por la Generalitat en su papel dentro del Estado. Parecía que esta legislatura podía ser la de reincorporar Cataluña a los foros multilaterales –conferencias de presidentes, reformas de una nueva financiación…– como se podía inferir con el debate sobre un 'dumping' en la fiscalidad de Madrid. ERC puede verse sufriendo el envite de Junts en ese aspecto, máxime si le estalla una crisis económica y sus socios se le vuelven a la contra.

Así y todo, el gran perdedor de la investidura es el PSC de Salvador Illa, que queda relegado pasando de ministro a líder de la oposición autonómico. En esencia, porque ERC y Junts pactan ya que se disputan parte del electorado. En cambio, la idea de una ERC que se plegaría ante el PSC-PSOE solo parecía verdad en los círculos de Madrid. Aunque Aragonès tiene por delante el reto más difícil: el de gobernar buscando la estabilidad política ante el desgaste de la posible pinza del independentismo frentista de Junts y CUP.

Esquerra Republicana empieza a tejer el callejón sin salida que podría resumir la nueva legislatura en Cataluña, pese a que Pere Aragonès se las prometía felices al haber desbancado a Junts el pasado 14F. Se decía que la estrategia bilateral había triunfado –por un solo escaño– y ERC tendría ahora capacidad de desmarcarse de Waterloo. Que no les “temblaría más el pulso” para la distensión era el mensaje velado que destilaban los republicanos. Eso hasta que llegó el acto de Seat en Martorell este viernes, donde plantaron al Gobierno y al rey Felipe VI en plenas negociaciones de investidura. Es el entremés de tensiones que condicionarán a Aragonès, con el riesgo de que le estalle una crisis económica y el soberanismo se reactive en la calle esta legislatura.

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