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Estefania Molina

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Yolanda Díaz, el necesario 'enemigo' público

Al Gobierno no le ha quedado más remedio que cerrar filas esta semana de cara a la galería porque la reforma laboral es material demasiado sensible socialmente

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. (EFE)
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. (EFE)
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Yolanda Díaz se ha convertido en una especie de 'enemigo público' para PSOE y Unidas Podemos, aunque a su vez, la vicepresidenta Segunda está llamada a ser un ariete necesario a la izquierda para seguir en la Moncloa más allá de 2023. En un año ha demostrado que está dispuesta dejar a los socialistas en evidencia en toda reforma que les cause remilgo. El Trabajo es su cartera. En pocos meses, amaga con borrar al aparato orgánico del espectro morado para desplegar su candidatura. 'Roja' intenso, no se achanta ni ante Ione Belarra, ni ante Nadia Calviño, asumido que de ella pende el reflotar a una parte de la izquierda.

Tanto es así, que al Gobierno no le ha quedado más remedio que cerrar filas esta semana de cara a la galería porque la reforma laboral es material demasiado sensible socialmente. Pedro Sánchez asume ya que el tridente afilado de Díaz apela a un amplio electorado de izquierda. De ahí los riesgos de ir insinuando que el presidente podría incumplir el acuerdo de coalición. De "derogar los aspectos más lesivos de la reforma laboral", a “ponerle fin” –declaraciones hechas por el líder socialista durante el conclave de su partido– hasta “modernizar el mercado de trabajo” de Calviño, se aprecian matices.

Díaz se ha dedicado este tiempo –consciente o no– a construir un relato personal ambivalente

La rencilla no está resuelta, sino que podríamos asistir a nuevos episodios de desavenencias. Hasta entonces, los socios se han dado una tregua. La titular de Trabajo seguirá liderando la negociación con los sindicatos, algo que ya hacía, mientras que varios miembros del ala socialista se incorporarán a la mesa. Sánchez no cede, sino que gana presencia. Díaz, por su parte, ha sumado algo más valioso con el pulso reciente: el crédito. Si la reforma no es ambiciosa, no será su 'culpa'. Si lo es poco o mucho, todo el mérito será 'suyo'. Lo insinuó Pablo Iglesias en Hora 25.

Aflora así la bisoñez de quienes creían que Díaz era más blanda que Iglesias. Hubo en las filas del PSOE quien confió en que la coalición sería miel sobre hojuelas, tras la salida del exvicepresidente. Nada de eso. Díaz no es más dócil, sino que su estilo es puño de hierro en guante de seda. Ella centraliza el conflicto en el seno del Ejecutivo sin prodigarse en los medios. Por ejemplo, se disculpó en público por la discusión de la reforma laboral, ganándose con ello a la izquierda que no quiere ruido. Su antecesor, en cambio, intentaba presionar al ala socialista aireando el conflicto, y dejándoles en evidencia con menos 'finezza'.

En segundo lugar, Díaz se ha dedicado este tiempo –consciente o no– a construir un relato personal ambivalente. Consiste en gustarle al votante de izquierda, que cree ver en ella alguien que vela por sus derechos, pero con una rectitud que no inquiete mucho a la derecha. Es decir, proyectando el perfil de líder de espectro alternativo, aderezado con sigilo y aparente solvencia. La ‘institucionalidad’ es, en resumen, el ariete que ha usado para que su fondo subversivo no desentone demasiado en la mesa del Consejo de Ministros.

Foto: Ione Belarra abraza a Irene Montero. (EFE)

La realidad es que la vicepresidenta Segunda no tenía motivos hasta la fecha para incomodar demasiado a la patronal. De los ERTE se han beneficiado tanto trabajadores, como empresas. La muestra está en que muchas Pyme han venido arrastrando los pies para no perder esta ayuda, y sin las facilidades del Gobierno, otras muchas estarían ya en la quiebra.

Sin embargo, sus silencios no dan apariencia de levedad frente a las aguas de Podemos. Es la premisa según la cual, un líder debe defender a sus filas como expliqué hace semanas. Primero, se apeó de polémicas como la del diputado Alberto Rodríguez. Díaz no participó del órdago de la querella contra Meritxell Batet. Segundo, dejó solo al ministro Alberto Garzón cuando Sánchez le desautorizó con el consumo de carne. O incluso, la vicepresidenta huyó de poner en jaque sus entendimientos con la CEOE por hacerle el juego a Iglesias con los exabruptos sobre la monarquía.

A la sazón, el vuelo desprendido de Díaz podría explicar algunos de los recientes golpes en la mesa de Podemos. Los aspavientos del espacio morado que lidera Ione Belarra parecen ya una forma de recordar que la política gallega será la líder electoral, o carismática, pero no la lideresa orgánica de los partidos Izquierda Unida o Podemos. Pronto se hará visible si existe tal pulsión de poder tras estos vericuetos. Por ejemplo, con quién hará las listas en caso de unas elecciones, si Díaz o los morados, repartiendo espacios de influencia.

El misterio en la coalición de Gobierno deja mucho espacio para especular sobre la disputa por la reforma laboral

Desde el ala socialista también se notan los recelos. Alguna voz escéptica afirma que la vicepresidenta es la voz de los sindicatos. Esto es, no de todos los trabajadores, sino de quienes sí tienen ya un empleo. Ese podría ser el principal temor del ala encargada de Economía, Nadia Calviño. En una España lastrada por la subida del IPC, el encarecimiento de la energía, o los cuellos de botella industriales, el mercado de trabajo se podría volver mucho más inflexible con el plan de Díaz. Es decir, encareciendo el despido si suben los costes salariales como efecto de segunda ronda, a causa de la inflación.

A la postre, el misterio en la coalición de Gobierno deja mucho espacio para especular sobre la disputa por la reforma laboral. No se ha revelado públicamente qué propone en realidad el PSOE, o qué propone Unidas Podemos. Ese ejercicio de transparencia ayudaría a que sean los ciudadanos quienes valoren si es que la rencilla va de “método” –como insinuó Calviño–, o va de colocarse una medalla –lucha entre PSOE o UP–. O a la postre, consiste verdaderamente en el alcance de la reforma y su impacto en la vida de trabajadores y empresas.

Foto: Sánchez, Calviño y Díaz, en un pleno del Congreso. (EFE)

En ambos casos, nunca será lo mismo que medie Calviño, o que lo haga Díaz, en la reforma. El fondo es el método. La primera política es una funcionaria de la Unión Europea que sabe entender el lenguaje de Bruselas para recibir los fondos Next Generation. La segunda, una abogada laboralista con capacidad de movilizar al electorado de izquierda con sus propuestas. Hasta que no haya negro sobre blanco, sólo existe una certeza. Que a Sánchez no le conviene un Podemos débil si quiere seguir en la Moncloa tras las elecciones siguientescontado aquí.

Esa es la escuadra por donde meten Díaz y UP todos sus goles (salario mínimo, alquileres…) de un tiempo a esta parte. Aunque Díaz va más allá porque impugna a los dos partidos de la coalición de izquierdas. Vuela libre, pero puede salvar a UP se su caída, mientras tiene al PSOE agarrado por los acuerdos. Esto es, pudiendo devolverle a Sánchez la presidencia, frente a la derecha.

Yolanda Díaz se ha convertido en una especie de 'enemigo público' para PSOE y Unidas Podemos, aunque a su vez, la vicepresidenta Segunda está llamada a ser un ariete necesario a la izquierda para seguir en la Moncloa más allá de 2023. En un año ha demostrado que está dispuesta dejar a los socialistas en evidencia en toda reforma que les cause remilgo. El Trabajo es su cartera. En pocos meses, amaga con borrar al aparato orgánico del espectro morado para desplegar su candidatura. 'Roja' intenso, no se achanta ni ante Ione Belarra, ni ante Nadia Calviño, asumido que de ella pende el reflotar a una parte de la izquierda.

Yolanda Díaz Nadia Calviño Pedro Sánchez Ione Belarra Moncloa