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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Iglesias tiene razón en lo de Yolanda

Hace diez años no había nada latiendo a la izquierda del PSOE. Izquierda Unida languidecía y fue él quien pateó el tablero liderando el surgimiento de una formación política

Foto: Pablo Iglesias y Yolanda Díaz en una foto de archivo. (EFE/Mariscal)
Pablo Iglesias y Yolanda Díaz en una foto de archivo. (EFE/Mariscal)
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Este texto quedaría en blanco si tuviese que escribir las aportaciones de Pablo Iglesias al bien común. Sin embargo, puede que se me quede corto para reflejar los motivos por los que el máximo dirigente de Podemos se niega a someterse a Yolanda Díaz. Tiene razones personales, políticas, ideológicas y hasta económicas para seguir boicoteando el proyecto de Sumar y la opción de que Sánchez renueve su presidencia del gobierno.

Cualquiera puede entender la explicación sentimental. Hace diez años no había nada latiendo a la izquierda del PSOE. Izquierda Unida languidecía y fue él quien pateó el tablero liderando el surgimiento de una formación política que terminó construyéndose a su imagen y semejanza.

Podemos ya solo puede ser lo que ahora es: una organización cesarista y vertical

Y claro que aquella fue una labor coral, que además de darse las condiciones de necesidad, hubo muchas aportaciones desde muchos sitios. Pero nadie, nunca, discutió quien debía ser el líder. Y nadie, nunca, puso más carne propia en el asador y sufrió mayor desgaste que él.

Y sí se puede, claro que se puede, seleccionar casi cualquier punto de la historia morada y preguntarnos qué habría pasado si las decisiones hubiesen sido otras, si no se hubiesen desatado tantas purgas, en definitiva, si Podemos hubiese sido lo que no es. Pero estamos en 2023 y Podemos ya solo puede ser lo que ahora es: una organización cesarista y vertical, menos preparada para gobernar que para escandalizar, y siempre dispuesta a sacar réditos del malestar.

¿En nombre de qué causa emocional debe sacrificar Pablo Iglesias el resultado político de sus últimos diez años de vida? Alrededor de la traidora aguardan todas sus víctimas. Todos los amigos que ajustició, les están esperando en la otra orilla y no precisamente con los brazos abiertos. Cruzar el río es rendir su propia biografía, hundir su orgullo. Y eso es difícilmente compatible con la condición del guerrero. Hay poderosas razones humanas para no envainar la espada.

Tiene más sentido trabajar en el escenario que hoy parece más probable

Y hay elecciones. Primero en mayo, donde puede sufrir lo indecible. Pero después en diciembre, cuando su sola presencia en el tablero, por muy diezmadas que tenga las tropas, puede determinar el resultado completo. La sola presencia de una papeleta de Podemos en las generales bastará para condicionar la distancia entre el primero y el segundo —el PP y el PSOE—, la tercera posición en el pódium —Vox o Sumar—, y la articulación de sumas para la investidura.

Y como eso es así, Iglesias no tiene ningún interés en contribuir a ninguna estrategia que haga más viable la continuidad de la izquierda al frente del gobierno de nuestro país. Trabajar para Sánchez subcontratado por Yolanda, con el objetivo de terminar mendigando algún ministerio hueco no parece el más poderoso de los incentivos para Iglesias.

Tiene más sentido trabajar en el escenario que hoy parece más probable. Pasar pantalla antes que todos los demás para estar, después de las generales, en condiciones de disputarle el liderazgo moral de la oposición a un ejecutivo sostenido por Vox. Entonces el PSOE y el andamiaje de papel de Sumar ya estarán crujiendo. Volverá a producirse la misma sensación de vacío en la izquierda que hizo despegar a Podemos.

No necesita un aparato político grande para esa travesía del desierto, de hecho casi es mejor que sean pocos pero de verdad sectarios

¿En nombre de qué cálculo de poder debe Iglesias proceder al cierre y traspaso gratuito del partido que fundó? Sumarse a Sumar es renunciar a su autonomía política y en la victoria de la izquierda que busca el sanchismo la posición de Iglesias sería menor que marginal, encima, sin opciones de posterior recuperación. Hacer lo contrario, mantener el negocio abierto, aunque sea más pequeño, implica alterar las condiciones del mercado, asestar un golpe a la competencia y buscar nuevos clientes a partir de 2024.

No necesita un aparato político grande para esa travesía del desierto, de hecho casi es mejor que sean pocos pero de verdad sectarios. Es exactamente lo que ya tiene. De manera que la única manera de que eche el cierre consiste en que le den suficientes acciones de la nueva empresa. ¿Cuántas? Todas las que él quiera. De igual a igual.

Y, además, está la ideología. Iglesias es impugnatorio por naturaleza. Toda su lectura de España está contaminada por una idea muy triste de la transición que los hijos de los viejos comunistas viven como derrota. Ella no. Ella no quiere acabar con el régimen del 78. Ella quiere gobernar. Él es la versión más populista de Tsipras y la cultura de partido leninista. Ella es la Eva Perón del poscomunismo Inditex calzada con el modelo orgánico de Errejón. Son agua y aceite.

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Y eso se nota en el tono, en la comunicación, que para Iglesias es innegociable porque está en el centro de su ser, porque disfruta más comunicando que gobernando, enardeciendo que legislando. El discurso de Podemos tiene tanta cabida en el libro de Sumar como una película de Tarantino en un manualito de autoayuda new age.

¿En nombre de qué ideas debe Iglesias apagar su impugnación entera a nuestra arquitectura constitucional? Convertirse en el pitufo gruñón del yolandismo a cambio de tenerse que capar el espíritu de rebelión que da coherencia a su cosmovisión no parece la mejor motivación.

Y luego está la pasta, amigos lectores, que también importa. Este señor que se viste y se corta el pelo como un adolescente tiene un partido pero es también un hombre de negocios: ha lanzado un nuevo medio de comunicación y quiere ganar dinero con él. Y eso está muy bien siempre que no se dedique a actuar como francotirador compulsivo en la plaza de la libertad de expresión.

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Y viendo el volumen de su inversión en recursos, en tiempo, en ilusión, cuesta creer que el propósito consista en entregarle a Sánchez y Yolanda un nuevo altavoz mediático que ni siquiera necesitan porque ya están bien servidos. Los beneficios contantes y sonantes que Iglesias busca llegarán cuando llegue el cambio político y no antes.

Un cambio de color implicará un realineamiento completo en el mapa mediático de nuestro país. Los aduladores de Sánchez adularán a Feijóo y se dará, igual que en lo político, un vacío para el público de izquierdas, una oportunidad de mercado a la que Iglesias ya se está anticipando.

Comunica feo, pero no comunica mal, llevamos una década viéndolo y sufriéndolo. Hoy se presenta Sumar y el acto está eclipsado por su sombra. Es comprensible que Iglesias aspire a reventarlo todo: por una vez se le alinean las emociones, el cálculo de poder, la ideología y el dinero. De manera que, dentro de la irracionalidad, el plan resulta prácticamente razonable.

Este texto quedaría en blanco si tuviese que escribir las aportaciones de Pablo Iglesias al bien común. Sin embargo, puede que se me quede corto para reflejar los motivos por los que el máximo dirigente de Podemos se niega a someterse a Yolanda Díaz. Tiene razones personales, políticas, ideológicas y hasta económicas para seguir boicoteando el proyecto de Sumar y la opción de que Sánchez renueve su presidencia del gobierno.

Yolanda Díaz
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