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Madrid: capital mundial del antisanchismo
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Madrid: capital mundial del antisanchismo

La victoria del PP está fuera de toda duda. La opción de la absoluta sigue abierta y condicionada por algunas incógnitas

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Zipi)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Zipi)
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Primero: Ayuso está fuerte, obtendrá una victoria tan contundente como la anterior, con un par de factores en juego que determinarán si entra en la zona de la mayoría absoluta. Segundo: la campaña regional estará teñida por una guerra cultural con la izquierda derrotada en casi todos los frentes. Tercero: el antisanchismo madrileño condiciona la estrategia de todos los competidores en la carrera hacia las urnas. Vamos con esas tres claves.

El factor sanidad es el único ámbito de la gestión del gobierno regional que puede movilizar al electorado progresista

Uno: la clave numérica

La victoria del PP está fuera de toda duda. La opción de la absoluta sigue abierta, condicionada por algunas incógnitas. La central es si Podemos terminará superando el listón del 5%. Una décima por debajo implica la nada en escaños y una décima por arriba se traduce automáticamente en siete. La suerte del partido morado se juega dentro de su propia cuna, dependerá de muy pocos miles de votos.

Por otro lado, a diferencia de la ocasión anterior en la que solo hubo una urna, esta convocatoria de municipales plantea un frente adicional para el PP que no es fácil de afrontar. El tirón de los alcaldes de la periferia madrileña puede terminar siendo decisivo. Toda la apuesta del PSOE se sostiene sobre ellos: no tienen líder regional y el líder nacional genera rechazo. Solo esos regidores pueden acabar devolviendo a los socialistas a la segunda posición. Si eso termina ocurriendo, cosa que está por ver, den por hecho que el Partido Socialista venderá como una gesta histórica lo que será una derrota descomunal.

Adicionalmente, con menor peso que hace apenas unos meses, conviene tener en cuenta el factor de la sanidad. Es el único ámbito de la gestión del gobierno regional que puede movilizar al electorado progresista, aunque ese resorte electoral fue hábilmente gestionado antes de que comenzase el tramo decisivo de la contienda.

Foto: Feijóo y Ayuso, en un acto electoral. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Segundo: la guerra cultural

Los buenos generales ganan las batallas antes de librarlas, en este caso todo lo previo a este choque responde a una guerra cultural que ahora condiciona todo el terreno del conflicto.

Ayuso, con su actitud y su discurso completamente desacomplejado, ha logrado convertir a toda la izquierda en un conglomerado netamente reaccionario mientras se apropiaba de un atributo todavía más valioso que la modernidad. De todos, ella es percibida como la única contemporánea.

Y lo ha hecho abriendo brecha en los frentes que sus rivales querían asegurados. Semana a semana ha sabido instalar en el público la certeza de que Madrid genera prosperidad, la seguridad de que defiende radicalmente la libertad individual, y la garantía de una política fiscal que termina tajantemente con el cobro de los impuestos imprescindibles.

Convertir a la región en la aldea gala frente al sanchismo fue en la anterior cita electoral un movimiento resistencialista

Dicho de otra forma: progreso económico frente a los progresistas, respeto a la libertad en todas las parcelas de la vida y nada de meterse en el bolsillo de la vida.

Convertir a la región en la aldea gala frente al sanchismo fue en la anterior cita electoral un movimiento resistencialista. Ahora la dinámica de la guerra cultural, siendo igual de ácrata e individualista, tiene un carácter netamente expansivo, hay más orgullo y más cosmopolitismo. Es una oferta superadora que pasa del cuento de la aldea asediada a la historia orgullosa —tan madrileña— de una capital que aspira a ser mundial, global.

Esto ya no va únicamente de defenderse ante el Frankenstein, sino de abrirse al mundo, de ser una referencia tanto a escala europea como atlántica. Hay más ambición: la retórica de la lucha de clases mezclada con lo identitario se queda pequeña y termina desbordada, enfadada y provinciana, frente a la promoción de un lugar en el que todo puede llegar a ser posible si votas para que nadie te ponga obstáculos.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, junto al expresidente del Gobierno José María Aznar. (EFE/J.J. Guillén)

Tercero: la evolución de la campaña

Vox no puede estar ya mucho más debajo de lo que está, por debajo del 10 y sufriendo porque carece de utilidad. En Madrid no ha servido para lo práctico porque ha terminado ayudando a la izquierda cuando lo ha necesitado. Pero es que tampoco tiene funcionalidad emocional. Rocío Monasterio es un pésimo cartel electoral porque no sabe vibrar, trata a los madrileños como quien le pide a la chacha que traiga un té con pastas. Y eso es algo esencialmente contrario al espíritu madrileño: si algo nos ha definido siempre es que no nos gusta que nos lean la cartilla porque tenemos cierto aprecio al riesgo y mucho amor a la aventura, aquí se prefiere el descaro abierto y se rechaza, se desconfía de la perfección rígida y antinatural.

Los socialistas de Madrid tienen una ventaja en el territorio más fervientemente antisanchista de España: lo mejor que tiene Lobato es que se le conoce poco, gracias a eso no se le asocia tanto a Sánchez como lo está. No puede hacer campaña sobre la salud porque la otra es médico, tampoco sobre la educación porque su electorado está envejecido. Si tira por la vivienda, como seguramente espera Ayuso, trabajará su rival. Ella, que debe estar esperando esa oportunidad para confrontar, lo tiene fácil. La cosa va de pasar del "Madrid no se cierra", al "Madrid no se interviene". No hace falta mucho más.

Díaz se esforzará para que Podemos se quede sin escaños madrileños y estará trabajando para que Ayuso se acerque a la mayoría absoluta

Más interés hay en lo de Más Madrid, que esta vez está desplegando una campaña mucho peor que la anterior, con errores no forzados imperdonables y un deterioro claro en la imagen de su candidata. A pesar de todo, tienen dos bazas además de la salud: entre Lobato y Gabilondo no hay color y, esta es clave en términos competitivos, han ganado en atractivo dentro del público progresista con la reconfiguración que se está librando en la izquierda española.

La referencia nacional de los socialistas era y es Sánchez, ahora todavía más quemado. Pero la referencia nacional de Más Madrid era Errejón y ahora es Yolanda Díaz. Estamos hablando de la líder mejor valorada en España combinada con el factor novedad, sencillamente no hay color.

Se da además la circunstancia de que el destierro de Podemos del parlamento madrileño tiene dimensión estratégica para el proyecto de Sumar. Por lo tanto, puede darse por seguro que ella se implicará en este territorio durante el tramo más caliente de la campaña…

Iglesias gustaba de llamar a estas cosas "sonrisas del destino", no deja de ser paradójico que el burlado sea ahora pueda ser él: Yolanda Díaz se esforzará para que Podemos se quede sin escaños madrileños y, al hacerlo, estará trabajando para que Ayuso se acerque a la mayoría absoluta.

Cosas veredes, amigo Sancho, digo Sánchez.

Primero: Ayuso está fuerte, obtendrá una victoria tan contundente como la anterior, con un par de factores en juego que determinarán si entra en la zona de la mayoría absoluta. Segundo: la campaña regional estará teñida por una guerra cultural con la izquierda derrotada en casi todos los frentes. Tercero: el antisanchismo madrileño condiciona la estrategia de todos los competidores en la carrera hacia las urnas. Vamos con esas tres claves.

Isabel Díaz Ayuso Pedro Sánchez
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