Es noticia
El primer dilema del vicepresidente Iglesias: la fiscal Delgado y la contraguerrilla judicial
  1. España
  2. Desde fuera
Isidoro Tapia

Desde fuera

Por

El primer dilema del vicepresidente Iglesias: la fiscal Delgado y la contraguerrilla judicial

La izquierda se ha vuelto cínica, es la izquierda del todo vale, que justifica lo indefendible. Que perdona cualquier tropelía cuando es de los suyos. Lo hemos visto esta misma semana

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. (Reuters)
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. (Reuters)

En febrero de 2009, dimitió el ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo, tras participar en una jornada de caza junto al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, que coincidió en el tiempo con los primeros pasos en la instrucción de la trama Gürtel. Que se sepa, Bermejo no cometió más pecado que ese: era poco 'estético' que un miembro del Gobierno fuese de caza con un juez que investigaba al principal partido de la oposición.

Durante un tiempo, la izquierda no solo presumía de superioridad moral; la mayoría de las veces aplicaba a los suyos esta medicina. Se decía entonces que el votante de derechas hacía la vista gorda con la corrupción (el PP valenciano o el madrileño eran dos ejemplos), pero que el de izquierdas no pasaba ni una. Pilar Miró dimitió después de comprar unos trajes con dinero de RTVE, que podía entenderse dentro de sus labores protocolarias. Carlos Solchaga lo hizo por confirmar para un segundo mandato a Mariano Rubio, mucho antes de que se supiese que este mantenía una cuenta opaca al fisco. Hubo excepciones, como en todas las reglas, pero en general la izquierda mantenía una actitud exigente con sus propios dirigentes.

Foto: Pedro Sánchez, junto a Pablo Iglesias, tras lograr la confianza del Congreso para formar Gobierno. (EFE) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
El plan de Sánchez para exterminar a Iglesias
Rubén Amón

Ahora también esto ha cambiado. La izquierda se ha vuelto cínica. Es la izquierda 'del todo vale', que justifica lo indefendible. Que perdona cualquier tropelía siempre que venga 'de los suyos'. Que sacrifica todo en aras de un bien superior (poco importa que este último sea real o inventado). Lo hemos visto esta semana en tres lugares diferentes.

El primero, entre los socialistas. El nombramiento de Dolores Delgado puede interpretarse de muchas maneras (como una exhibición de poder del presidente, como la demostración de las dificultades para encontrar otro candidato), pero todas las interpretaciones convergen en un punto: el nombramiento de Delgado es un golpe a la autonomía de la Fiscalía. Es un paso atrás en nuestro sistema institucional. ¿Por qué lo hacen los socialistas? Ignacio Escolar daba algunas pistas hace unos días: el 'lawfare' (que se podría traducir como 'guerrilla judicial'). Al nuevo Gobierno, decía Escolar, le esperan varias emboscadas judiciales, porque la judicatura (infestada al parecer de jueces y magistrados de la derecha más rancia) habría puesto en la diana al nuevo Ejecutivo. La resolución de la Junta Electoral Central fue el primer ejemplo, como insinuó Adriana Lastra la víspera del día de Reyes. Daba igual que este no fuese un órgano judicial ni que su resolución haya tenido, hasta ahora, los mismos efectos prácticos que un villancico navideño. La sospecha en la izquierda se había despertado. El tamayazo, el 'lawfare'. “No quieren que gobernemos”. Y todo vale para evitarlo.

Dentro del 'todo vale', está el nombramiento de Dolores Delgado. 'Contraguerrilla' judicial. Un ataque sorpresa, relámpago, para evitar las emboscadas de la judicatura contra el nuevo Gobierno. De manual de lucha armada. Poco importa si por el camino se arrancan jirones a las instituciones. Aceptada la premisa mayor (“no quieren que gobernemos”), todo vale para evitarlo.

El mismo razonamiento ha contagiado a Unidas Podemos. Los dirigentes de esta formación llevan semanas bajo un silencio cuartelario para no echar por tierra su 'bien superior', su entrada en el Ejecutivo. El mecanismo para autoconvencerse es parecido: “Hay fuerzas poderosas que no quieren que Unidas Podemos esté en el Gobierno”. Aceptada esta premisa, todo vale para defenderse. Firmar un acuerdo con el PSOE que diluya muchas de las propuestas de Podemos, aceptar ministerios con competencias recortadas o, ahora, aceptar el nombramiento como fiscal general de Dolores Delgado, a quien hace poco más de un año Iglesias exigía su dimisión por reunirse “de manera afable con un personaje de la basura, de las cloacas del Interior en nuestro país”.

Iglesias se va a enfrentar a su primer dilema como vicepresidente: al fiscal general del Estado lo nombra el Rey, “a propuesta del Gobierno”. Que el nombre de Dolores Delgado lo haya filtrado el equipo de comunicación de Moncloa, antes incluso de que los ministros hubiesen prometido sus cargos, es una más de las anomalías que estamos viendo en los últimos días. Pero, cuando la propuesta formal se produzca, deberá adoptarla el Consejo de Ministros como órgano colegiado. ¿Qué postura adoptarán los ministros de Unidas Podemos en esta deliberación? ¿La apoyarán? ¿Aceptarán sin más una propuesta que hasta hace poco les olía 'a cloacas'? La pregunta que tendrán que hacerse es si todo vale para sentarse en el Consejo de Ministros, o si sentarse en el Consejo de Ministros vale para algo.

Foto: Felipe González, jurando el cargo en 1982. (EFE)

Al nombrar una cuarta vicepresidencia, Sánchez le ha recordado a Iglesias de quién depende en última instancia la composición del Gobierno. Quizás ahora sea el momento en que Iglesias le recuerde a Sánchez en qué consiste un Gobierno de coalición. Porque es muy discutible si la filtración del nombre de Delgado cumple el protocolo firmado entre PSOE y Podemos, en concreto su artículo primero (“El Gobierno progresista de coalición entre PSOE y Unidas Podemos se regirá por los principios de lealtad, cooperación, corresponsabilidad y estabilidad”) o su sección cuarta (“estrategia de comunicación conjunta”). ¿Puede Iglesias aceptar sin más el trágala del nombramiento de Delgado, en su fondo y en su forma?

Déjenme, para acabar, volver a los colectivos que aceptan sin rechistar cualquier barrabasada del Gobierno. Porque este último grupo me produce un particular dolor. Es el de los académicos, sociólogos y politólogos que estuvieron durante años advirtiendo de los retrocesos en nuestras libertades cuando gobernaba Rajoy, que nos advierten con diligencia (y oportunidad) cuando las políticas iliberales vienen de Orbán o de Ley y Justicia en Polonia, pero que prefieren guardar silencio, o lo que es peor, saltar como palmeros para justificar cualquier decisión de este Gobierno. También ellos parece que han elegido trinchera; que han decidido que todo vale para justificar su bien superior, ya sea la salida de Rajoy o impedir la llegada del 'trifachito'. No se me ocurre mejor cita que esta de León Felipe, que este martes recuperaba Aurora Nacarino-Bravo en 'Letras Libres': “¿Por qué habéis dicho todos que en España hay dos bandos, si aquí no hay más que polvo?”.

En febrero de 2009, dimitió el ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo, tras participar en una jornada de caza junto al juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, que coincidió en el tiempo con los primeros pasos en la instrucción de la trama Gürtel. Que se sepa, Bermejo no cometió más pecado que ese: era poco 'estético' que un miembro del Gobierno fuese de caza con un juez que investigaba al principal partido de la oposición.

Dolores Delgado
El redactor recomienda