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Estoy crispada y con razón
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Miriam González

En versión liberal

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Estoy crispada y con razón

La solución a la crispación actual no es simplemente quejarnos a todo volumen de que el vaso está vacío. Sino aceptar que nosotros también tenemos que contribuir a que el vaso esté cada vez más lleno

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¿Está usted crispado? Yo estoy crispada, lo reconozco. Llevo crispada ya unos cuantos años. Y encima es crispación que va en aumento. Al ser mujer y cincuentona, podría intentar justificarlo por la edad, que dicen que nos agria el ánimo. Pero como todavía no tengo la menopausia, ni siquiera puedo echar la culpa a las hormonas.

Tengo que reconocer que, en cualquier caso, tener un puntito de crispación es el estado natural de mi carácter. Aunque por naturaleza optimista, cuando veo un vaso a medias no pienso que esté ni medio lleno ni medio vacío. Lo que pienso es: ¿por qué demonios ese vaso no está lleno, con lo fácil que es llenarlo? Mi hijo mediano, que es la persona con mejor talante que conozco, me dice que no hay que preocuparse por cosas que no te van a preocupar en 60 años. Una buena filosofía de vida, pero es que yo en 60 años ya me habré muerto. Así que, por favor, ¡que alguien llene el maldito vaso!

La curva de mi crispación alcanza su máximo todos los días cuando leo la prensa. Como ahora vivo en California y hay una diferencia horaria brutal con Europa, antes miraba las páginas de internet de los periódicos antes de irme a la cama. Craso error, porque luego era imposible conciliar el sueño. Así que ahora hago una batida rápida a la hora del desayuno: primero, mientras hago el café, el 'Financial Times', el único periódico en papel al que estoy suscrita, mientras se me escapa un "¡qué preocupante!"; luego echo un vistazo en internet a la prensa británica con un "¡pero qué desastre!"; a un par de periódicos americanos mientras suspiro "¡se lo van a cargar todo!", y acabo con la prensa española, que es la que de verdad me importa, mientras pregunto "¿cómo hemos podido llegar a esto?". Mi familia ya está acostumbrada a esa rutina diaria.

Algunas veces, muy pocas, descargo mi crispación en las redes sociales. Y eso que no tengo Twitter

Algunas veces, muy pocas, descargo mi crispación en las redes sociales. Y eso que no tengo Twitter. Pero aunque mi Instagram suele ser positivo, a veces no puedo evitar hacer un comentario irónico de contenido político. Reconozco que tengo suerte, porque puedo expresar mi crispación, y frustración, y también mis ideas, en los artículos que escribo. Por eso entiendo a los que lo hacen en las redes sociales, porque para la mayoría de las personas las redes son su único canal de expresión hacia el exterior.

Mi última subida de crispación ha sido precisamente a raíz de un artículo que me envió una de las personas que me siguen en Instagram: el 'ranking' del Economist Intelligence Unit sobre el estado de la democracia en 2021, el análisis anual más prestigioso sobre la calidad de las democracias. A mí se me había pasado, así que agradecí que me lo mandaran. Aunque les aviso, si ya están crispados, es mejor que no lo lean: nuestra democracia, que hasta el año pasado formaba parte (aunque con problemas) de las ‘democracias plenas’, ahora ha pasado a engrosar la lista de las ‘democracias defectuosas’ (‘flawed democracy’). No me digan que no es para preguntarse: ¿cómo hemos podido llegar a esto?

Expresar la (en mi opinión justificadísima) crispación no es más que una descarga de emociones negativas

El Economist destaca como causas de esa caída de nivel democrático en España: la situación del poder judicial, la fragmentación parlamentaria, la corrupción y el regionalismo. Nada que no sepamos todos los españoles. Los dos parámetros en los que peor puntuamos son ‘el funcionamiento del Gobierno’ y ‘la participación política’. Lo del funcionamiento del Gobierno no creo que le sorprenda a nadie. Pero lo de la participación política es una oportunísima llamada de atención para todos nosotros. Porque eso no es algo que nos hagan los políticos a nosotros, sino que es algo que nos hacemos a nosotros mismos. Cuando nos limitamos a expresar nuestra crispación con lo que ocurre en la política española (y no me refiero solo a la nacional) en las redes sociales, o en los medios de comunicación, o donde sea, sin traducirlo en acciones políticas positivas, lo que hacemos es contribuir por omisión a ese grave defecto de nuestra democracia: la escasa participación política.

Expresar la (en mi opinión justificadísima) crispación no es más que una descarga de emociones negativas. Pero si conseguimos empezar a traducir esa crispación en participación o al menos en exigencia política, habremos logrado algo positivo. ¿Que cómo se hace eso? Pues de entrada utilizando los medios de expresión a nuestro alcance no solo para quejarnos de lo mal que van las cosas, que eso ya lo sabemos todos, sino para decir en positivo lo que nosotros cambiaríamos.

La solución a la crispación actual no es simplemente quejarnos a todo volumen de que el vaso está vacío. Sino aceptar que nosotros también tenemos que contribuir a que el vaso esté cada vez más lleno.

¿Está usted crispado? Yo estoy crispada, lo reconozco. Llevo crispada ya unos cuantos años. Y encima es crispación que va en aumento. Al ser mujer y cincuentona, podría intentar justificarlo por la edad, que dicen que nos agria el ánimo. Pero como todavía no tengo la menopausia, ni siquiera puedo echar la culpa a las hormonas.

California Financial Times
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