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Ideas ligeras
Por
Los dramas de una mujer moderna: deja de mirar el chupete
Cuatro de cada 10 padres españoles se confiesan adictos al teléfono, y el 80% de ellos reconoce que han empeorado las relaciones con los niños y con las parejas
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Escena 1. “Si no estás en la ducha en un minuto, te quedas sin móvil 24 horas”. Y se quedó sin teléfono, y fue, aunque disimulara, como si le faltara algo. Como si lo que fuera a encontrar dentro de ese dispositivo le diera energías para afrontar el día.
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Escena 2. Dos de la tarde de un sábado cualquiera, en un restaurante de Guadarrama. Una pareja de unos 40 años lleva rato sin dirigirse la palabra, ambos con la mirada perdida, en su propio planeta. Tienen dos niñas, tendrán unos cinco años. Cada una tiene un teléfono en las manos. En la mesa solo se escucha la irritante voz de Peppa Pig.
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Escena 3. Es la hora de cenar y el guiso se enfría. Tras varias llamadas de atención sin reacción alguna, el menor de edad ve interrumpida su partida en el 'Brawl Stars', lo que provoca algo parecido a un apocalipsis en el salón. Lo que sucederá a continuación no le sorprenderá: núcleo familiar enfadado al completo. Y el guiso, templado.
Escena 4. Tutoría de inicio de curso en un instituto. Los móviles, recuerda el tutor, están prohibidos. Pero advierte: “Os recuerdo que si alguno de vuestros hijos fotografía a un compañero sin su consentimiento y lo publica, está cometiendo un delito”.
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Escena 5. “Cuando éramos pequeños y nos picaba la curiosidad, buscábamos la palabra 'culo' en el diccionario y se nos pasaba. Hoy nuestros hijos lo buscan en internet y los resultados son otros”, explica un portavoz de la Policía Nacional en una entrevista en Radio Nacional de España.
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Yo era de las que juzgaban sin piedad las maternidades y paternidades de otros. Yo no soy esa que tú te imaginas, la que deja el móvil a la primera a los niños. Soy una institutriz con la mirada de Letizia Ortiz en los premios Príncipe de Asturias, soy implacable, soy la hermana gemela de Maléfica. A quién se le ocurre pasear por el súper y el niño en el carrito, enganchado a la 'tablet' como a la heroína, pudiendo pasar tiempo de calidad (expresión odiosa) con la criatura, enseñándole, por ejemplo, a distinguir las acelgas de los puerros. A mí eso no me pasará nunca.
Y me pasó, como me pasaron algunas de las escenas anteriormente descritas. Y no puedo culpar a mis hijos, que siguen considerando que sus progenitores son un par de amish simpaticones que los tienen a dieta digital, sin consola ni iPad.
No puedo culpar a mis hijos, que siguen considerando que sus progenitores son un par de amish simpaticones que los tienen a dieta digital
Me pasó porque soy uno de esos padres que confiesan, como los que refleja un estudio recientemente publicado por Qustodio, que sufren ansiedad cuando les falta el maldito cacharro en sus manos. Y miro cada dos por tres la pantalla porque me pareció intuir un pitido. Como si no sonaran igual todos los pitidos del mundo cuando vas en el autobús o en el metro. Recuerdan en ese informe que cuatro de cada 10 padres españoles se confiesan adictos al teléfono, y el 80% de ellos reconoce que han empeorado las relaciones con los niños y con las parejas.
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Me pasó porque, para qué engañarnos, el móvil es el chupete moderno. El que pacifica a las fieras, sean padres o hijos. El que evita conversaciones que no apetecen, melones que no has de abrir, lo único efectivo cuando lo que buscas es la calma. Y al mismo tiempo, escucho, leo y convivo con un miedo contenido ante ese agujero negro que pueden ser las redes sociales y YouTube. Tenemos que hablar más, dicen los expertos. Y no se dan cuenta de que a veces solo queremos silencio.
Sí, son dramas de mujer moderna. Pero es que de Franco y de Cataluña ya van a escribir otros. Y esto, sinceramente, me preocupa bastante más.
Escena 1. “Si no estás en la ducha en un minuto, te quedas sin móvil 24 horas”. Y se quedó sin teléfono, y fue, aunque disimulara, como si le faltara algo. Como si lo que fuera a encontrar dentro de ese dispositivo le diera energías para afrontar el día.