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Sánchez busca en Madrid su tabla de salvación
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Gonzalo López Alba

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Sánchez busca en Madrid su tabla de salvación

Cuentan que Tarradellas recomendó a un consejero que no se preocupara por una crisis en la FSM porque "los socialistas de Madrid están en crisis desde 1931”

Foto: Tomás Gómez camina por Madrid tras conceder una entrevista el día que fue cesado por Pedro Sánchez. (EFE)
Tomás Gómez camina por Madrid tras conceder una entrevista el día que fue cesado por Pedro Sánchez. (EFE)

Cuentan los viejos del lugar que Josep Tarradellas, siendo presidente de la Generalitat en la Transición, recomendó al socialista Josep Maria Triginer, uno de sus consejeros en el gobierno provisional catalán, que no se preocupara por una crisis en la FSM (Federación Socialista Madrileña) que requería de su presencia inmediata en la capital y le impedía asistir a una reunión del consejo de Gobierno. “Si es por eso”, le dijo Tarradellas, “no hace falta que vaya usted. Los socialistas de Madrid están en crisis por lo menos desde 1931”. Y circula entre los contemporáneos que Felipe González, en conversaciones privadas, se remonta incluso más atrás: a la misma fundación del PSOE, en 1879, pues no en vano se creó en una taberna madrileña.

Así pues, la penúltima crisis de la FSM sería un mero déjà vu si no fuera por el contexto inédito en el que discurre, cuando el socialismo madrileño ha dejado de ser “la anomalía con la que se convive” y sus vicios sempiternos han contaminado a todo el PSOE: una organización endogámica que cierra la puerta a todo el que pueda amenazar el statu quo de sus dirigentes y confecciona sus listas electorales por el criterio de lealtad a los aparatos y no por el talento de sus integrantes, lo que ha acabado convirtiendo a sus representantes públicos en funcionarios de la política con posaderas prensiles hasta degenerar en un partido acomodado a vivir en la oposición, que consume más energías en las luchas internas de poder que en la búsqueda de soluciones a los problemas de los ciudadanos.

Lo que importa es quién tiene las llaves de la casa del pueblo, como se vio el miércoles en el espectáculo cañí del cambio de cerradura de la sede madrileña ordenado desde Ferraz. Pero el contexto ha introducido un factor hasta ahora desconocido y que lo remueve todo: Podemos, que amenaza con arrebatar a los socialistas hasta el rango de partido de la oposición.

La decapitación de Gómez

La defenestración a garrote vil de Tomás Gómez puede narrarse de formas muy variadas. Además de la crónica anunciada de una muerte política (El Confidencial, 21/12/14), la más sencilla es que en el trono del socialismo madrileño lo puso el dedo del César –José Luis Rodríguez Zapatero en 2007– y el dedo de otro César lo ha quitado. También puede explicarse como una muerte por éxito: si no hubiera sido el alcalde de España más votado en su municipio (Parla), Zapatero –un pésimo jefe de personal– no se habría fijado en él para sustituir a Rafael Simancas tras el tamayazo. Y sin el tranvía que acabó convirtiéndose en el símbolo de su gestión municipal, no habría perecido atropellado. Pero, incluso sin los sospechosos sobrecostes del tranvía, estaba sentenciado.

El temor a que antes de las elecciones de mayo se produzcan novedades judiciales en este caso ha influido –el fiscal ha imputado a 12 concejales del PSOE, aunque no a Gómez–, pero esta posibilidad está sobre la mesa desde hace meses. Y otro tanto ocurre con las pésimas perspectivas electorales que se tenían con él de candidato autonómico. Por esta última razón, que conecta con la posibilidad de que el candidato fuera imputado durante la campaña, a la inmensa mayoría de los socialistas les ha parecido bien el relevo de Gómez, aunque también tardío y mal ejecutado. “¿Qué hacemos con Tomás?” ha sido una cuestión recurrente en los corrillos de todos los cónclaves socialistas desde que se abrió la investigación judicial sobre el tranvía de marras.

El único elemento auténticamente novedoso de la última fase ha sido que, además, Gómez había perdido el control orgánico de la organización (la alcaldesa de Parla está en contra del partido, en Aranjuez los derrotados en las primarias han creado un partido independiente, en Leganés el antiguo alcalde ha pactado con el PP en contra de la directrices oficiales…). La pérdida de la mayoría interna, que hasta ahora había sido su principal amparo, ya se había apuntado en las primarias de julio, en las que Sánchez recibió el apoyo de los tomasistas: el 42,6% frente al 57% que optaron por Eduardo Madina o José Antonio Pérez Tapias.

Sánchez no podía esperar más y ha aprovechado el momento de mayor debilidad de Gómez. No podía esperar más porque se aproximan los plazos legales para el cierre de las listas y porque, tras verse cuestionado de nuevo su liderazgo a raíz de pacto contra el terrorismo yihadista y la incomprensible oferta de un pacto sobre educación que le siguió, necesitaba hacer una demostración de autoridad interna y presentarse al debate de la Nación del día 24 subrayando el perfil que, por ahora, es su mejor tarjeta de presentación ante la sociedad: otra demostración de que su compromiso de actuar como Don Limpio frente a la corrupción va en serio. De hecho, aunque pasara desapercibido, él mismo anticipó la sentencia de Gómez la víspera del anuncio cuando, en un acto con Antonio Miguel Carmona, subrayó que, frente a la corrupción, “la política debe ir tres pasos por delante de la legalidad”.

Los cálculos electorales

Pero, aunque todo lo referido son ingredientes de la olla en la que se ha cocido Gómez, la razón última es que Sánchez busca en Madrid su tabla de salvación. Como dijo Gómez tras su destitución, al secretario general le van a responsabilizar, sí o sí, de los resultados en los comicios locales y autonómicos de mayo, pero eso iba a ser así con Gómez en Madrid o sin él. Para entonces, según todas las previsiones, la principal amenaza para la candidatura presidencial que persigue, Susana Díaz, habrá salido reforzada del adelanto electoral en Andalucía. Y, alejándose la posibilidad de reconquistar Valencia, con dudas de que pueda conseguirse en Extremadura y Castilla-La Mancha, y el Gobierno de Asturias en el aire, la única ficha de que podía mover era Madrid.

Las encuestas que maneja el PSOE indicaban que, con Gómez de candidato autonómico, no sólo volverían a perder las elecciones regionales sino que, además, el secretario general de Madrid se había convertido en un lastre para las opciones de que Carmona se convierta en alcalde, una expectativa que las bases madrileñas han interiorizado como algo al alcance de la mano, casi como una certeza.

Los sondeos realizados apuntan a una clara mayoría de izquierdas en la Comunidad, pero con Podemos por delante de un PSOE, que, relegado a la tercera plaza con Gómez, no podría obtener la presidencia. El análisis es que con otro candidato, como Ángel Gabilondo, que por su perfil puede captar votos a derecha e izquierda del PSOE, la candidatura socialista podría remontar hasta la segunda posición y obtener la presidencia con una alianza de izquierdas.

En cuanto a la capital, que tiene un electorado de perfil más conservador, la posibilidad de obtener el gobierno municipal está más cerca y, al mismo tiempo, más complicada. Con Carmona, el PSOE se ha mantenido como segunda fuerza, pero la mayoría de izquierdas estaría en el alero por una o dos concejalías, de modo que el PP aún dispone de tiempo para darle la vuelta a la situación.

Carmona, el primer beneficiado

Por lo pronto, aunque pueda resultar paradójico ante sus reiteradas manifestaciones de lealtad personal a Gómez, Carmona ha sido de rebote el primer y gran beneficiado por la caída en desgracia política de su amigo. La figura de Carmona se ha agrandado y el viernes puso fin al luto por Gómez expresando su disposición a ser el próximo secretario general de la FSM, algo que ya tiene prácticamente garantizado salvo desastre electoral.

El gran cambio que trajo Gómez a la FSM fue reducir la panoplia de familias del socialismo madrileño a dos: tomasistas y antitomasistas. Carmona, por su procedencia y talante, es a día de hoy el único dirigente que se vislumbra con capacidad de integrar ambos sectores. En los coletazos de Gómez, los mismos que convocaron la protesta ante la sede de Ferraz lanzaron el viernes por Twitter el hashtag#zerolopresidente, pero el actual presidente de la federación no tardó en descartarse.

Pedro Zerolo era el plan C de Ferraz por si fallaba Gabilondo, a quien el PSOE ya tentó para la Alcaldía de Madrid en tiempos de Zapatero, con el que fue ministro de Educación, y que ahora llegará a la candidatura autonómica como había exigido: a mesa puesta y sin tener que pasar por refriegas de partido, pues él no es militante. El plan B era Trinidad Jiménez, pero, además de que dejó de ser militante de Madrid para afiliarse en Málaga, su mayor contraindicación es que en 2010 se enfrentó en primarias internas a Gómez por la candidatura autonómica y perdió, a pesar del apoyo directo de Zapatero y el aparato de Ferraz.

Aunque la tormenta continúe, el oleaje ya ha perdido intensidad y seguirá siendo así porque la inquietud de los cuadros se ha desplazado de inmediato a la composición de las listas electorales. Los compromisos de Gómez ya no tienen validez y la confección de las listas ha quedado en manos de una gestora cuyos tres pesos pesados fueron víctimas de Gómez y el tomasismo: Rafael Simancas, Jaime Lissavetzky y David Lucas, tres perros viejos de la federación que se las saben todas, con los que Sánchez y su secretario de Organización, César Luena, han querido amarrar las velas.

Un precedente que puede volverse contra Sánchez

El riesgo asumido por Pedro Sánchez tiene que ver no sólo con el cambio del cartel electoral a cien días de la cita en las urnas y el efecto que se le pueda achacar si el adelanto en Andalucía no sale tan bien como se espera. La forma en que ha decapitado a Gómez sienta un precedente que, llegado el caso, también podría esgrimirse en su contra.

El argumento de las pésimas perspectivas electorales se le puede aplicar porque, con él al frente, también el PSOE ha caído a la tercera posición en el conjunto de España. Y en los estatutos del partido están previstos procedimientos para promover la destitución del secretario general, aunque haya sido elegido por el voto directo de los militantes. Puede hacerse por mayoría absoluta del Comité Federal, mediante una moción de censura a la Ejecutiva que se presente con el apoyo del 20% de sus miembros. O con la renuncia de la mitad más uno de los miembros de la Ejecutiva, en cuyo caso “el Comité Federal deberá convocar un Congreso Extraordinario”.

La idea ronda por la cabeza de algunos desde que se produjo su divorcio exprés con Susana Díaz, y Sánchez lo sabe. Por eso la batalla de Madrid, que siempre tiene un efecto expansivo, no sólo es decisiva en clave electoral para todo el PSOE, sino también para el propio futuro de Sánchez. Y ha echado el resto. Si la apuesta le sale bien, Gómez no será el único barón decapitado después de las elecciones de mayo. Si le sale mal, el decapitado puede ser él.

Cuentan los viejos del lugar que Josep Tarradellas, siendo presidente de la Generalitat en la Transición, recomendó al socialista Josep Maria Triginer, uno de sus consejeros en el gobierno provisional catalán, que no se preocupara por una crisis en la FSM (Federación Socialista Madrileña) que requería de su presencia inmediata en la capital y le impedía asistir a una reunión del consejo de Gobierno. “Si es por eso”, le dijo Tarradellas, “no hace falta que vaya usted. Los socialistas de Madrid están en crisis por lo menos desde 1931”. Y circula entre los contemporáneos que Felipe González, en conversaciones privadas, se remonta incluso más atrás: a la misma fundación del PSOE, en 1879, pues no en vano se creó en una taberna madrileña.

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