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Los pactos exprés y la inversión paradójica
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Jaime Pérez-Llombet

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Los pactos exprés y la inversión paradójica

A Sánchez la psicología inversa se la ha jugado, en Canarias, al menos. CC y Partido Popular han hecho lo contrario de lo que el presidente pretendía. Si Sánchez quiso ralentizar las negociaciones, Coalición y PP corrieron en dirección contraria

Foto: El secretario general de CC, Fernando Clavijo (d), y el líder del PP canario, Manuel Domínguez (i). (EFE/Ángel Medina G.)
El secretario general de CC, Fernando Clavijo (d), y el líder del PP canario, Manuel Domínguez (i). (EFE/Ángel Medina G.)
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Influir en una persona pidiéndole que haga lo contrario a lo que se procura obtener. Básicamente, de eso va la psicología inversa, también conocida como inversión paradójica, técnica que Pedro Sánchez ha utilizado por error. El presidente del Gobierno precipitó el final de la legislatura como cortafuego en el bosque de sus filas. También lo hizo para evitar males mayores en unos meses y, entre otras razones, porque entendió que convocando elecciones a finales de julio lograría sembrar dudas (y confusión) poniendo al PP frente al espejo de sus acuerdos con Vox o provocando que algunos pactos en los ámbitos autonómicos y locales quedaran abiertos, sin rematarse, a lápiz, a la espera de saber quiénes se sentarán en los ministerios a partir de otoño.

A Sánchez la psicología inversa se la ha jugado —en Canarias, al menos—. CC y Partido Popular han hecho lo contrario de lo que el presidente pretendía. Si Sánchez quiso ralentizar las negociaciones, Coalición y PP corrieron en dirección contraria y, pulverizando los récords anteriores, han sellado un pacto de gobierno en solo nueve días. Doscientas dieciséis horas han tardado nacionalistas y populares en firmar un acuerdo que les permita afrontar la inminente campaña electoral con las cosas de casa bien atadas. Correr. Correr. Fernando Clavijo, presidente. Manuel Domínguez, vicepresidente. Deprisa, deprisa. Tantas prisas se han dado CC y PP que se les olvidó bautizar el pacto. En las Islas hay tradición, gusta poner nombre a los acuerdos de Gobierno. Pacto de hormigón. Pacto de perdedores. Pacto de las flores. Pacto sin nombre (el que el martes presentaron en sociedad Coalición y PP).

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Con la puerta entreabierta para que estos días se sumen al acuerdo los tres diputados de la Agrupación Socialista Gomera (ASG) y un parlamentario herreño (Agrupación Herreña Independiente) cerrándose en treinta y ocho escaños la mayoría que apoyará al próximo Gobierno de Canarias, nacionalistas y populares han protagonizado un ejemplo de inversión paradójica. Si Sánchez adelantó las elecciones para demorar las negociaciones está consiguiendo lo contrario. Deprisa. Deprisa. A pactar. A pactar. El mundo se va a acabar. Corre que vienen las elecciones generales. Negociar. Cerrar. Presentar. Firmar. Respirar, por fin. Si hay partos rápidos o lentos, en política hay pactos lentos o rápidos. A veces, como ha ocurrido estos días en el archipiélago, un parto de pacto dura nueve días, doscientas dieciséis horas, apenas una semana a partir de la finalización del escrutinio.

A Alberto Núñez Feijóo le interesaba cerrar pronto en Canarias. Necesitaba proyectar al resto del país (deprisa, deprisa) un acuerdo de los populares con un partido moderado, constitucionalista y friendly. A Coalición le ha venido de película que Sánchez desconozca las consecuencias perversas de la psicología inversa. A CC le gusta negociar por encima del límite de velocidad. Nunca se le dieron bien las negociaciones largas. Mejor así. Ahora. Ya. No han esperado por la constitución de los ayuntamientos —el diecisiete de mayo— no vaya a ser que la maldición de la política municipal (pueblos pequeños, infiernos grandes) acabe cortándoles la mayonesa del regreso al Ejecutivo regional cuatro años después, cuatrienio que ha tenido a CC debutando en la oposición, a su pesar. Deprisa. Han esprintado con el objetivo de que el tándem Coalición-PP sea replicado en cuatro de los siete cabildos y en más de veinte ayuntamientos.

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Acuerdo para la mejora de la calidad de vida y modernización de Canarias —así lo han titulado—. Dieciocho folios. Doce consejerías. Siete áreas para Coalición y cinco para el PP. Presidencia, Sanidad, Obras Públicas, Política Territorial, Ciencia y Universidades, Agricultura y Asuntos Sociales en manos de los nacionalistas. Hacienda, Turismo, Economía, Transición Ecológica (y reto demográfico) y Educación gestionadas por los populares. Coalición y PP se comprometen a incrementar las competencias del archipiélago y a impulsar el Régimen Económico y Fiscal, que contará con un comisionado encargado de desarrollarlo. Reducción selectiva del IGIC, del 7% al 5%. Supresión del impuesto especial del combustible en las denominadas islas verdes (La Palma, El Hierro y La Gomera). Bonificación del 99% al impuesto de Sucesiones y Donaciones. Más madera. Redactar. Presentar. Firmar. Cruzar los dedos. Rezar para que en los ministerios se siente el PP y todo fluya, fluir con el Gobierno de España, disfrutar de una legislatura a puerta caliente en Madrid. Sostenibilidad. Agilización administrativa. Deprisa, deprisa.

El pacto de Coalición con el PP ha echado a andar una hora antes, y antes, mucho antes de lo que habrían deseado a los socialistas canarios, víctimas colaterales de un adelanto electoral que enterró la posibilidad de pactos entre PSOE y PP impulsando la negociación en el centroderecha. Queda tela por cortar. Queda conocer cuántas sorpresas pueden aflorar con la constitución de los ayuntamientos, primero, y cabildos, después. Y, sobre todo, falta conocer qué partido o partidos se sentarán en el Consejo de Ministros después de las generales. Al pacto CC-PP no puede serle indiferente. Si en Madrid gobierna el PP, el día a día puede pasar de fluido a bronco si los ministerios no atienden debidamente las demandas de Canarias, escenario que abriría algunas zanjas en el pacto de nacionalistas y populares. Si Pedro Sánchez resucita por octava vez y el Ejecutivo central sigue en manos del PSOE, el Gobierno canario abrirá la escotilla de una confrontación, mucho ruido pero escasas nueces.

La psicología inversa ha hecho estragos en Canarias. Si Sánchez quería desacelerar las negociaciones ha conseguido el efecto contrario

Vivan los novios. La convivencia de Fernando Clavijo (CC) y Manuel Domínguez (PP) es inédita, nunca habían coincidido en gobiernos o corporaciones. Están conociéndose. Ambos han sido alcaldes, conocen el dialecto municipal. Clavijo ha sido presidente. Domínguez se estrena en el Gobierno autonómico. Han firmado un pacto sin florituras que sustituye al pacto de las flores. Han anunciado el acuerdo en un hotel, no se han tomado la molestia de hacerlo en un entorno con mensaje. No han bautizado el pacto, arriesgándose a que la oposición lo haga por ellos. Nueve días. Doscientas dieciséis horas. La psicología inversa ha hecho estragos en Canarias. Si Sánchez quería desacelerar las negociaciones ha conseguido el efecto contrario. En las Islas CC y PP han echado a correr, y de qué manera. En el archipiélago la inversión paradójica ha provocado pactos exprés en muchas de las principales instituciones de las Islas. En Canarias a Sánchez le han salido el tiro y la psicología por la culata.

Influir en una persona pidiéndole que haga lo contrario a lo que se procura obtener. Básicamente, de eso va la psicología inversa, también conocida como inversión paradójica, técnica que Pedro Sánchez ha utilizado por error. El presidente del Gobierno precipitó el final de la legislatura como cortafuego en el bosque de sus filas. También lo hizo para evitar males mayores en unos meses y, entre otras razones, porque entendió que convocando elecciones a finales de julio lograría sembrar dudas (y confusión) poniendo al PP frente al espejo de sus acuerdos con Vox o provocando que algunos pactos en los ámbitos autonómicos y locales quedaran abiertos, sin rematarse, a lápiz, a la espera de saber quiénes se sentarán en los ministerios a partir de otoño.

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