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La refracción de los presupuestos y las ilusiones ópticas
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Jaime Pérez-Llombet

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La refracción de los presupuestos y las ilusiones ópticas

Quienes se encargarán de negociar las partidas ya están haciendo sus pinitos, pero caen en el espejismo de creer que las cosas van a ocurrir sin que terminen de concretarse. Si la regla de gasto se atasca, se viaja al pasado. Este es el primer asalto

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la portavoz de Coalición Canaria, Cristina Valido.  (Eduardo Parra/Europa Press)
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la portavoz de Coalición Canaria, Cristina Valido. (Eduardo Parra/Europa Press)
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Los charcos de agua que creemos ver cuando el calor aprieta (ilusión óptica que solemos situar en las autopistas, sobre el asfalto) se forman cuando el sol calienta el aire pegado al suelo. Este fenómeno de refracción es equiparable a lo que está ocurriendo con los siguientes Presupuestos Generales del Estado: se propagan en forma de onda cambiando de velocidad al pasar de un medio material a otro distinto, haciéndonos creer que vemos lo que en realidad aún no existe. Los PGE generan una visión fantasma, están ahí al lado, tal vez; parece que se tramitarán, quizá.

En el caso de los presupuestos, habiéndose iniciado el ritual del intercambio de documentos sin que formalmente la ronda negociadora haya empezado, la ilusión, tan óptica como parlamentaria, no tiene que ver con el calor sino con la tensa calma que tiene a los grupos aparcados en un área de servicio, sentados en la antesala, viendo pasar las semanas y meses a la espera de que se resuelva (o no) la ponencia de la ley de amnistía.

En términos generales, se da por hecho que sí, los habrá, faltaría más, cómo no van a salir los presupuestos. El escenario de una prórroga no parece el más probable, pero el año avanza sin prisas ni pausa, y, en la delgada línea que separa ser y dejar de ser —frontera donde el Gobierno despierta a diario— el calendario se acerca a marzo con el país sin tener tramitadas y aprobadas las cuentas. Los PGE son como los charcos ficticios sobre la autopista. Creemos que están ahí, en el asfalto, a pocos metros, pero cuando seguimos rodando caemos en la cuenta de que no logramos alcanzarlos porque la distancia se mantiene hasta volverlos inalcanzables.

Foto: La diputada de Coalición Canaria Cristina Valido. (EFE/ Opinión
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Con la regla de gasto entrando por la ventana, mientras no se desenrede y, en su caso, se apruebe la ley la amnistía que abre y cierra todas las puertas, no empezará la turné negociadora que permita poner por escrito las demandas de cada cual, las exigencias de los mil y un socios del Gobierno —unos más fiables que otros, algunos previsiblemente imprevisibles—. Quienes se encargarán de negociar las partidas ya están haciendo sus pinitos, papel va, correo viene, pero lo cierto es que el sol sigue calentando el aire pegado al suelo, provocando el espejismo de creer que las cosas van a ocurrir sin que terminen de concretarse. Si la regla de gasto se atasca se viajará al pasado. Este sería el primer asalto.

El siguiente, lo que se cocina en la ponencia de la absorbente amnistía, va a su ritmo. Y todos, también Coalición Canaria, se acomodan en la silla de la sala de espera y cruzan los dedos, porque, ni que decir tiene, la hipótesis de un bloqueo presupuestario es un escenario puede que poco probable pero posible y, sin duda, indeseado. Que se prorroguen los presupuestos es una posibilidad tirando a remota, pero real. Así se reconoce. En voz baja, eso sí. Con el escenario actual, y, sobre todo, con el reparto de esta legislatura, cualquier cosa puede pasar en cualquier momento.

El Gobierno ni lo quiere ni se lo quiere plantear, pero, entre una cosa y la contraria, marzo está subiendo por las escaleras, a paso ligero, y la realidad es que las negociaciones siguen en la casilla de salida. A pocos o ninguno interesa una prórroga. Si se concreta el escenario de no ser finalmente capaz de sacar unos presupuestos, el desgaste del Ejecutivo no sería menor; pero, aunque sea tentador para la oposición ver al presidente abandonado por sus muletas en la siguiente curva, a quienes están en las administraciones, central y periféricas, no les apetece prorrogarse. Hay mucho dinero en juego, también el europeo.

Foto: Patxi López, portavoz parlamentario del PSOE, en el Congreso. (EFE/Zipi)

Si las cosas se tuercen lanzarán varias bombas de humo, para que el espectador finalmente no sepa quiénes fueron los responsables del desaguisado. El Gobierno no piensa en prórrogas, pero los asaltos de marzo están cada vez más cerca. En el caso de Coalición Canaria, los mandatados ya están cruzándose fichas, datos, números, borradores de borradores con los que ir dando pasos —quién sabe si sobre una cinta de correr, estáticos— en lo que el Ejecutivo resuelve sus cosas y da el pistoletazo. Si se da por bueno que habrá presupuestos, quedará conocer en qué medida el Ejecutivo es permeable a las demandas de CC. Si se da por no descartable la hipótesis de una prórroga, ¿qué consecuencias tendría para Coalición Canaria?

A CC está costándole un esfuerzo titánico convencer a sus reacios de la rentabilidad de apoyar a un presidente, Pedro Sánchez, con quien el electorado de Coalición ni comulga ni lo acompañaría a misa. Una prórroga presupuestaria complicaría a CC la pedagogía que requiere explicar su asociación, en Madrid, con los socialistas. Los PGE son la principal herramienta para demostrar que valió la pena y para hacer ver que, si bien no les entusiasma estar en la foto de quienes apoyan a Sánchez, el mal trago es rentable para las islas cuando se desciende a partidas e inversiones.

Sin presupuesto tendrían que explorar qué contenidos de la agenda canaria podrían ver la luz a golpe de decreto. No quieren verse en esa rotonda. Cruzan los dedos para que se salga del atasco (con la regla de gasto, la amnistía y otros dolores) y eche a andar una ronda negociadora que permita fotografiar el peso de CC en una legislatura ciertamente endemoniada.

Foto: La representante de Coalición Canaria (CC) en el Congreso, Cristina Valido. (Europa Press/Eduardo Parra)

Al parecer, hasta el menos optimista está convencido (o no tanto) de que los presupuestos saldrán, pero, como ocurre con la ilusión óptica que el calor provoca sobre el asfalto, se ha alcanzado el ecuador de febrero y no hay PGE ni anteproyecto que lo preceda, y el camino, la tramitación presupuestaria (que suele durar algo más de dos meses) no es algo que pueda liquidarse en un fin de semana. Tampoco será la Cámara Alta un paseo militar, con el PP sacando músculo. Quizá cuando se despejen las ecuaciones en curso echen a correr, pero pinta que el país no tendrá cuentas hasta primavera, pudiéndose dar el caso de que los de 2024 cojan cuerpo con los siguientes, los PGE de 2025, camino del horno.

La voluntad de tenerlos aprobados en marzo, anunciada por el Gobierno antes de que la amnistía se les volviera a atragantar, es agua pasada. Los grupos esperan. La condonación de la deuda catalana también. Coalición Canaria confía, pero no descarta que una prórroga se cruce en el camino de la agenda canaria y les complique presumir de rentabilidades presupuestarias. Marzo toca a la puerta. Todos creen que sí, que los PGE saldrán, pero según avanza el calendario los presupuestos recuerdan, cada vez más, a los charcos imaginarios que el calor dibuja sobre la carretera de esta legislatura.

Los charcos de agua que creemos ver cuando el calor aprieta (ilusión óptica que solemos situar en las autopistas, sobre el asfalto) se forman cuando el sol calienta el aire pegado al suelo. Este fenómeno de refracción es equiparable a lo que está ocurriendo con los siguientes Presupuestos Generales del Estado: se propagan en forma de onda cambiando de velocidad al pasar de un medio material a otro distinto, haciéndonos creer que vemos lo que en realidad aún no existe. Los PGE generan una visión fantasma, están ahí al lado, tal vez; parece que se tramitarán, quizá.

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