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La rebelión del perro andaluz
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Javier Caraballo

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La rebelión del perro andaluz

Quejarse en los Carnavales de Cádiz de que los andaluces están condenados a llevar sobre su cabeza una corona bufona, como si fuera una maldición ancestral, en fin…

Foto: La comparsa 'El perro andalú', de Antonio Martínez Ares. (EFE)
La comparsa 'El perro andalú', de Antonio Martínez Ares. (EFE)

La rebelión de los andaluces siempre se produce cantando. Ese es el problema de los andaluces. Por eso es tan oportuna una comparsa de este año en el Carnaval de Cádiz que se llama 'El perro andaluz' y que, nada más llegar a las preliminares, se pusieron serios, muy serios: "Cuidado, cuidado conmigo, que vengo que muerdo, que traigo la furia más loca, la sangre en la boca, la rabia en el cuerpo". La copla de presentación se llamaba 'La rebelión del perro', con una letra cuidadísima, como todas, de Antonio Martínez Ares, y es una reivindicación carnavalera de andalucismo y de protesta, de hartazgo por los tópicos y las ofensas, de insurrección por la dependencia, los fetiches y la tiesura.

"Bufones somos, sus bufones de sol y procesiones; nadie nos oye sufrir (...) 'Clava tu rodilla en la tierra', sentencia una voz atravesando la loma. Porque así está escrito: 'Llevarás en tu cabeza la corona bufona'". En definitiva, la vieja dialéctica norte/sur que tantas veces se ha utilizado en Andalucía y que siempre se ha quedado en el lamento, en el 'quejío'. Con lo cual, a la comparsa, y a ese lamento tan sureño, solo habría que objetarle que, para ser innovador de verdad, para no quedarse otra vez en la copla que suena como canción protesta, para progresar, en suma, igual tendría que ir más allá Martínez Ares y haber llamado a su exitosa comparsa de este año 'La rebelión del perro que pierde la rabia por la boca'.

Muchos años antes, Carlos Cano, en sus 'Murgas de Emilio el Moro', en 1985, dejaba una sentencia mucho más efectiva que ese lamento repetido: "No sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes, ni por qué llamas mi tierra a aquello que no defiendes. Si en vez de ser pajaritos fuéramos tigres de Bengala, a ver quién sería el guapito de meternos en una jaula". Han pasado más de treinta años de aquello y los andaluces siguen con ese lamento de pajaritos, solo que ya se hace extemporáneo, sin sentido ni sustento en la realidad.

Cuando Carlos Cano cantaba aquello lo que expresaba era el sinsentido de seguir poniéndole letra y música a los lamentos cuando, en ese momento, Andalucía ya contaba con autogobierno, como nunca antes en su historia, y en el Gobierno de la nación gobernaban dos andaluces, Felipe González y Alfonso Guerra. De nada servía, entonces, seguir con el 'quejío' del yugo y el subdesarrollo cuando la realidad ya era distinta; los instrumentos fundamentales para el progreso ya estaban en mano de los andaluces porque los andaluces conquistaron su autogobierno con un referéndum a favor de la autonomía que no tuvo que superar ninguna otra autonomía. Ni había ni hay ninguna voz en la loma, que no fuera la voz de los propios andaluces, que les señalara el destino, que le dijera a los ciudadanos que clavaran sus rodillas en la tierra.

Carlos Cano lo supo, lo denunció, comenzó a mostrar su decepción por la autonomía andaluza por la que tanto había luchado, y aquellas 'Murgas de Emilio El Moro' le costaron un destierro interior porque la hegemonía socialista lo castigó con el olvido. "Que no se olvide que Carlos Cano estuvo vetado en Andalucía. Ese veto desaparece cuando se creen que se va a morir, en 1995. Entonces se abren todas las puertas, pero el reconocimiento definitivo le llega después de su muerte, con el nombramiento de Hijo predilecto de Andalucía" por parte del Gobierno socialista andaluz, dejó escrito antes de morirse Diego de los Santos, otro andalucista digno de recuerdo.

Quejarse en los Carnavales de Cádiz, como si fuera una maldición ancestral, de que los andaluces están condenados a llevar sobre su cabeza una corona bufona, en fin… Con el paso de los años, todo eso se ha convertido en una especie de excusa perfecta para los verdaderos responsables de todos aquellos aspectos de la vida de los andaluces, desde la educación al empleo, la sanidad o los transportes, con los que los ciudadanos de esta tierra no estén de acuerdo. Ocurre, sin embargo, que cuando se les pregunta, los andaluces parecen satisfechos y, tanto es así, que el mismo partido que empezó a gobernar en esta tierra cuando se murió el dictador es el que sigue gobernando en la actualidad.

A la comparsa, y a ese lamento tan sureño, solo habría que objetarle que, para ser innovador de verdad (...) tendría que ir más allá Martínez Ares

Los andaluces de hoy, en su inmensa mayoría, han vivido más tiempo gobernados por el PSOE que por el franquismo, y sin embargo la dictadura sigue teniendo en el discurso político gobernante un peso inusitado, como si se hubiera acabado ayer; de hecho, todavía es posible oír, cuatro décadas después, que muchos de los problemas actuales son culpa de la herencia del franquismo. Que todo eso existió, que sí, que la dictadura condenó a Andalucía al subdesarrollo, que sí, pero que ya han pasado muchos años y muchos miles de millones de ayuda europea para que todo eso sirva para justificar que Andalucía siga ocupando el último lugar en todas las estadísticas.

Excusa, y no más. Incluso con el acento, ahí es donde quizá se ve con más nitidez el aprovechamiento que se hace desde el poder andaluz cada vez que estalla una polémica y se presenta como un agravio intolerable, símbolo de un desprecio mayor. Por muchos golpes de pecho de los dirigentes políticos andaluces, especialmente los dirigentes del PSOE, lo mínimo a lo que podría haber contribuido esa enorme trituradora de dinero público, esa fábrica de despilfarro que es Canal Sur que ha servido a tantos para forrarse, era para normalizar el andaluz.

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Pero eso no ha ocurrido: en Canal Sur el andaluz sigue siendo de chiste. Tampoco se han iniciado campañas públicas de normalización, de dignificación del habla andaluza, ni se le ha prestado especial atención en la enseñanza para que, todavía hoy, muchos piensen, dentro y fuera de Andalucía, que la característica fundamental del andaluz es que no se entienda o que es un sinónimo de analfabetismo.

Sostiene Barack Obama en la última entrevista que ha concedido, al presentador David Letterman (Netflix), que las sociedades no pueden progresar sin un cierto grado de malestar interior, de inquietud por perfeccionarse y mejorar. Por eso, por todo esto, la rebelión del andaluz, si ha de llegar, tiene que empezar por la propia Andalucía, por dejar de mirarse mientras canta en el espejo insultante del perro andaluz.

Coda necesaria: Sentado todo lo anterior, absténganse los oportunistas que, desde otros pueblos de España, alimentan a diario el tópico del andaluz vago e inculto que tanto les divierte a algunos y que solo es una muestra precisa de su inmensa ignorancia. Autocrítica sana, mirando cada cual para sus adentros, en cada pueblo, en cada comunidad. Que lo contrario ya estamos viendo a dónde nos conduce, ensimismamiento, soberbia y egoísmo; un patético complejo de superioridad moral que solo conduce a las sociedades al estancamiento y a la involución.

La rebelión de los andaluces siempre se produce cantando. Ese es el problema de los andaluces. Por eso es tan oportuna una comparsa de este año en el Carnaval de Cádiz que se llama 'El perro andaluz' y que, nada más llegar a las preliminares, se pusieron serios, muy serios: "Cuidado, cuidado conmigo, que vengo que muerdo, que traigo la furia más loca, la sangre en la boca, la rabia en el cuerpo". La copla de presentación se llamaba 'La rebelión del perro', con una letra cuidadísima, como todas, de Antonio Martínez Ares, y es una reivindicación carnavalera de andalucismo y de protesta, de hartazgo por los tópicos y las ofensas, de insurrección por la dependencia, los fetiches y la tiesura.

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