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Un presidente hecho a hostias
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Javier Caraballo

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Un presidente hecho a hostias

Además de los errores propios, a Pedro Sánchez​ lo han curtido como líder político las hostias que ha recibido sin parar desde que llegó a la secretaría general del PSOE en julio de 2014

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Raúl Arias)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Raúl Arias)

Pedro Sánchez no tendrá días en su vida para agradecer los insultos y desprecios de los últimos cuatro años. Además de los errores propios, a Pedro Sánchez lo han curtido como líder político las hostias que ha recibido sin parar desde que llegó a la secretaría general del PSOE en julio de 2014. Un amplio repertorio de zancadillas, ultrajes, traiciones y navajazos.

El político que hoy se puede ver por La Moncloa, el que estuvo el otro día en el debate de la moción de censura, el que acaba de elegir a los ministros para su primer Gobierno, no tiene nada que ver con el de hace cuatro años, acaso la fachada de 'míster guapo' por la que ya ha comenzado a conocerlo la prensa europea. Curtido a hostias; eso es lo que le ha ocurrido a Pedro Sánchez, esa es la clave de su éxito de hoy, y discúlpese el exabrupto, pero no existe otra formulación más precisa en el castellano; sobre la Sagrada Forma, sobre algo tan específico e intocable como la hostia consagrada, la lengua española ha edificado una amplia variedad de conceptos y acepciones que van desde lo extraordinario hasta la sorpresa, pasando por el bofetón. Hasta una unidad de medida puede ser, si pensamos, por ejemplo, que Pedro Sánchez, en una semana, ha llegado a La Moncloa a toda hostia.

Foto: El nuevo presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Raúl Arias)

En enero de 2017, meses después de que los barones del PSOE y sus confluencias mediáticas se conjuraran para echarlo de la secretaría general del partido, Pedro Sánchez se fue hasta Dos Hermanas, en la provincia de Sevilla, para participar en un mitin preparado exclusivamente para que pudiera lanzarse de nuevo a la carrera por el liderazgo. Dos Hermanas, donde gobierna sin alteración desde hace 35 años el socialista Quico Toscano, era algo más que un lugar seguro, un feudo socialista garantizado; sobre todo, lo que ocurrió en Dos Hermanas es que allí se citaron los pocos dirigentes que se mantenían al lado de Pedro Sánchez, una vez descontados los legionarios de otras corrientes, los servilismos de partido y las traiciones. En total, no más de 10 o 12 personas dispuestas a arroparlo, a acunarlo, a sacarlo de la ‘pájara’ que le había entrado en las semanas previas y que lo sumió en un profundo desencanto de sí mismo, de sus posibilidades.

Tan evidente era la diferencia entre la capacidad de liderazgo de Pedro Sánchez y las expectativas que levantaba, que lo más significativo del mitin fue cuando el orador, al que varios miles de personas esperaban para que dijera que iba a presentarse a las primarias, se enredó con un discurso protocolario, de lugares comunes, incapaz de, al menos, estar a la altura de su auditorito. Tanto que una señora, en mitad del mitin, ya desesperada, se levantó de su asiento, se llevó las manos ahuecadas a la boca y le gritó: “¡Dilo ya, cojones!”. Porque Pedro Sánchez no acababa de despegar, de confirmar lo único que esperaban todos, que se iba a presentar de nuevo. Un soplo de viento le voló los papeles que llevaba y Quico Toscano, cuando los recogió del suelo para entregárselos, oyó a una persona que le decía a su lado: “No se los des, a ver si se suelta de una vez”.

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En aquel mitin, escribí aquí mismo: “Pedro Sánchez puede asentar un liderazgo sin hipotecas frente a todo el aparato clásico del PSOE. En Dos Hermanas le han demostrado que puede conseguirlo. Que tiene un lema que ha calado en toda la izquierda y una militancia que lo señala como líder. Si Pedro Sánchez consigue superarse a sí mismo, si no lo estropea y desinfla el ambiente que lo rodea y que lo trasciende, en el PSOE habrá mucha más batalla de la que tiene prevista Susana Díaz”.

Cuatro meses más tarde, ganó las primarias, y desde entonces hasta ahora: el líder político que ahora vemos no tiene nada que ver con el de entonces, ha mejorado en todo. En el mismo círculo que lo arropó en Dos Hermanas se oía decir estos días atrás: “Desde que Pedro Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE, ha habido tres momentos muy distintos que se representan en la elección de los diferentes equipos de los que se ha rodeado. El primer equipo, la primera ejecutiva federal, obedecía fundamentalmente a Susana Díaz; el segundo equipo, tras vencer en las primarias entre la militancia, fue de agradecimiento a quienes le habían apoyado; ahora que es presidente del Gobierno, su tercer equipo tiene que ser de liderazgo, para asentarlo definitivamente”.

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, abandona el hemiciclo después de la sesión de la tarde de la segunda jornada del debate de su investidura. (EFE) Opinión
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A la vista de los nombramientos realizados por Pedro Sánchez, está claro que los ministros elegidos obedecen a esa estrategia de asentamiento, de imagen de liderazgo y consolidación, que suponen un salto cualitativo en la proyección pública de Pedro Sánchez. Por las valoraciones que se van oyendo entre los propios barones y referentes del PSOE, que con tanto recelo han acogido la moción de censura y su llegada a La Moncloa, parece evidente que esa es la idea que ha calado. A ver qué dicen las próximas encuestas… Como ha quedado demostrado, la volatilidad de la política hace que todas las previsiones de futuro deban tratarse con cuidado, con distancia y, siempre, con respeto. Pero si Pedro Sánchez logra un buen año y medio de legislatura (que es lo máximo a lo que puede aspirar), habrá que incluir su trayectoria en algunos ensayos de politología.

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En Google se teclean las palabras 'Pedro Sánchez' y 'suicidio' y se obtiene un repertorio completo de los miles de veces que se le ha pronosticado el batacazo final. Desde el piloto suicida de Germanwings que se estrelló contra los Alpes franceses, aquella tragedia que costó la vida a 150 personas, hasta un Nerón incendiario y bolivariano; no hay ejemplo de suicidio político que no se le haya aplicado, porque en todos ellos se incluía un elevado tono de condescendencia. Los más favorables le decían que era “un suicida inasequible al desaliento”.

¿Y aquel editorial de 'El País', biblia de los socialistas: “Finalmente, España ha sufrido también su momento populista, Pedro Sánchez”? O Forrest Gump, que fue la comparación más utilizada cuando decidió recorrer España, después de que lo descabalgaran de la secretaría general del PSOE, cuando todavía no sabía si podría presentarse de nuevo a las primarias. Si la madre de Forrest Gump le decía que “la vida es una caja de bombones; nunca sabes cuál te va a tocar”, a Pedro Sánchez le adjudicaban lo mismo, pero con un leve matiz: “Es como una caja de bombas; nunca sabes cuál te va a explotar”. Visto lo visto, en fin, habrá que admitirle a Pedro Sánchez que esto último ha sido de traca.

Pedro Sánchez no tendrá días en su vida para agradecer los insultos y desprecios de los últimos cuatro años. Además de los errores propios, a Pedro Sánchez lo han curtido como líder político las hostias que ha recibido sin parar desde que llegó a la secretaría general del PSOE en julio de 2014. Un amplio repertorio de zancadillas, ultrajes, traiciones y navajazos.

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